Oportunidad histórica para todos
Con los históricos cambios a la política estadounidense ante Cuba anunciados por el presidente Barack Obama, éste ha tomado su sitio en la historia interamericana. Ahora les cae a otros asumir sus puestos en la historia para que lo que ocurrió ayer sea un verdadero parteaguas en las Américas y en la defensa de valores comunes.
El presidente Obama restableció relaciones diplomáticas con Cuba y tomó pasos significativos para apoyar a la sociedad civil en Cuba y para extenderle aún más la mano al pueblo cubano para respaldar el deseo del mismo de determinar su propio destino. Apostó a que más contacto y más intercambio en vez de seguir con más de lo mismo será más eficaz para contribuir a un futuro sostenible para los cubanos en el que haya respeto para sus derechos fundamentales.
Con estos pasos el presidente Obama sacó del siglo pasado el último elemento de la política de Estados Unidos ante las Américas. Y ahora otros tienen la responsabilidad de también romper con el pasado. Empezando, por supuesto, con las autoridades cubanas. Aunque nunca ha sido una justificación legítima para su represión sistemática después de más de 50 años de negarle al pueblo cubano sus derechos humanos, ya no hay ninguna excusa respecto a que Cuba esté amenazada por su vecino del norte.
Como todos los ciudadanos de las Américas y del mundo, los 11 millones de cubanos que viven en la isla tienen el derecho de la libertad de expresión, de asamblea pacífica, de participar en elecciones verdaderamente democráticas y de tener acceso a información. Hasta hoy las autoridades cubanas no respetan ni ésos ni otros derechos básicos del pueblo cubano. Eso tiene que cambiar. Pero la responsabilidad para cambiar no termina con las autoridades cubanas. Los que creen en la democracia y en los derechos humanos en todas las Américas tienen que levantar sus voces en solidaridad con el pueblo cubano. Por demasiados años -en público y en privado- miembros de gobiernos de todas ideologías de la región les han dicho a sus contrapartes estadounidenses que la política de Estados Unidos ante Cuba no era solamente contraproducente, sino que les complicaba hasta el punto de hacer imposible la defensa de los derechos humanos en Cuba. Aun- que ese argumento siempre ha sido absurdo, hoy ya no existe.
Con esta nueva realidad ha llegado la hora de que los demás países levanten la voz y actúen para defender a los más vulnerables a la represión oficial en Cuba y en toda la región. En la zona, hay un grupo en particular que tiene autoridad moral en este campo: esos líderes quienes superaron en persona la represión y el autoritarismo. En los momentos más difíciles de enfrentamiento a esas dictaduras, ellos indudablemente querían el respaldo de la comunidad internacional, aunque por desgracia la comunidad internacional no siempre lo hizo o tardó demasiado en hacerlo.
Ahora estos líderes y otros más tienen la oportunidad de no repetir ese error y, en vez de ello, formar parte de una comunidad internacional e interamericana solidaria con el pueblo cubano.
Y pronto tendrán una oportunidad ideal para hacerlo. La Cumbre de las Américas en abril del año que viene en Panamá les dará a todos los líderes un foro interamericano para dar voz a su apoyo a la importancia de la libre participación de la sociedad civil en la vida política de Cuba y en la de todos los países de las Américas.
En el caso de Cuba, con la anticipada presencia de Raúl Castro en Panamá -por la cual tantos líderes de la región han insistido tanto- tendrán la oportunidad de mandar ese mensaje directamente al que lo puede convertir en realidad.
Si se achican en ese momento, estará claro que la culpa será de ellos y de sólo ellos porque ya podrán esconderse detrás de reliquias del siglo pasado.