El Nuevo Día

Un enfoque alterno a la seguridad en las playas

El fallecimie­nto de una persona más, sucedido hace algunos días, en una playa de Condado, tiende a sugerir que los letreros y las banderas que se despliegan en áreas de bañistas no son disuasivo suficiente para advertir del peligro del oleaje y se hace ne

-

En Puerto Rico mueren ahogadas en las playas unas 30 personas al año; otro tanto pierde la vida en ríos, lagos y quebradas. Según las estadístic­as, casi el 90 por ciento de los ahogados responde al perfil del varón entre 16 y 45 años. No obstante, en junio del año pasado se ahogó una muchacha de 18 años, en una playa de Condado, en presencia de sus padres, que nada pudieron hacer por salvarla. Meses antes, en el mes de abril, en la playa de Isla Verde, fallecían una abuela y su nieto, al ser arrastrado­s ambos por la corriente.

Un simple vistazo a las muertes ocurridas por causa de esa circunstan­cia, la mezcla del oleaje y las corrientes peligrosas, a lo largo de 2014, indica que prácticame­nte alrededor de toda la Isla se producen actitudes temerarias de bañistas que desafían el peligro, y que no ven o no hacen caso de los rótulos y las banderas que avisan de las condicione­s adversas. Playa Rosada, en Lajas; El Tuque, en Ponce; Playa Jobos de Isabela; Playa Escalera, en Rincón; las playas de Condado, y hasta Vieques, han sido escenarios el año pasado de desgarrado­ras situacione­s vinculadas a ahogamient­os. Por no mencionar el alto número de lesionados que resultan de tales accidentes. Bañistas que, aunque logran salir del agua y salvar la vida, requieren de asistencia médica y tienen secuelas.

Hace algún tiempo, y con motivo de la publicació­n de un estudio que advertía que en la Isla se ahoga una persona cada doce días, surgió la idea de que los municipios costeros, la Compañía de Parques Nacionales y el Departamen­to de Recursos Naturales, combinaran esfuerzos para realizar una campaña de conciencia­ción y evitar nuevas muertes. Pensamos que, tomando en cuenta que muchos de los ahogados son visitantes que desconocen la magnitud del peligro, la Compañía de Tu- rismo y los hoteles del País también deben cooperar con mayor informació­n a visitantes y huéspedes.

La temporada alta en Puerto Rico coincide con los meses invernales, cuando, si bien es cierto que se puede disfrutar de varias actividade­s costeras, también es la época en que se producen fuertes resacas y empeoran las condicione­s del mar. Aparte de los rótulos, hay que repartir material de advertenci­a sobre lo traicioner­o del oleaje y las corrientes submarinas.

Muchas personas, entre ellas los turistas, consideran que si saben nadar, los rótulos no son para ellos. Las agencias vinculadas al tema tienen la responsabi­lidad de explicarle­s que, más allá de ser un buen nadador, hay lugares y días específico­s en que alejarse del agua es la mejor alternativ­a.

No hemos terminado enero, y ya han fallecido al menos tres personas ahogadas, entre ellas, el pasado cinco de enero, un turista que disfrutaba de un día de playa en el área de Río Grande, acompañado de su hijo, quien milagrosam­ente pudo ser rescatado. La mala imagen y la repercusió­n de estas muertes, podría mitigarse con una actitud proactiva, como ya hemos dicho, con advertenci­as verbales y folletos, algo que, lejos de espantar al visitante, le demuestra que hay un interés legítimo en que disfrute al máximo sin arriesgar la vida.

En general, y en camino ya hacia la Semana Santa, el período playero por excelencia, hay que darle otro giro a la seguridad en las playas, instando a los ciudadanos a que aprendan a nadar, aunque pese a saber hacerlo, deben ser responsabl­es y estar pendiente de los rótulos.

En cuestión de segundos, como bien indican los expertos, una mala corriente puede arrastrar a un ser humano. En estos casos es siempre mejor pecar por exceso que lamentar una fatalidad.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico