El Nuevo Día

El rey anda desnudo

- Nery Adames Secretario del Departamen­to de Asuntos del Consumidor

En una visceral, aunque ya típica manera de actuar de ciertos portavoces del sector comercial, ante un anuncio sobre la mera posibilida­d de aumento en los precios del combustibl­e acuden escandaliz­ados a la prensa para anunciar un inevitable aumento en los precios de sus artículos y servicios.

Acompañan la denuncia con la manipulada consigna de que el aumento a quien afectará será al consumidor, y así pretenden convertirs­e en adalides de los consumidor­es cuando realmente combaten toda iniciativa a favor de ellos.

El discurso que este sector comercial pretende validar es que de subir los precios de los combustibl­es, subirán los precios de los bienes y servicios pues se encarecerá la producción y el consumidor asumirá esa carga.

Pues bien, al ser ésa la lógica de aumento en el precio de sus ventas ¿no debería ocurrir entonces que a menor el precio de la gasolina, menor los precios de sus bienes y servicios? Entonces conviene mirar unos datos sobre el tema.

En el 2012 el promedio de la gasolina regular en Puerto Rico fue de 93 centavos el litro. En el 2013 el promedio bajó a 91 centavos el litro. Desde julio de 2014 hasta el presente la gasolina ha bajado cerca de un 50 por ciento, (la gasolina regular promedia 57 centavos el litro mientras escribo). Por otra parte, las agencias encargadas de proyectar los precios del barril de petróleo tampoco prevén aumentos en su precio en un futuro cercano. En definitiva, el precio pro- medio de la gasolina en Puerto Rico ha bajado dramáticam­ente.

A pesar de este hecho ineludible, no hemos visto ningún anuncio de los referidos portavoces comerciale­s en el que adviertan que “bajó la gasolina y por tanto bajamos nuestros precios”. Resulta sorprenden­te la forma en que al locuaz sector que anuncia incremento de sus precios al menor aumento del combustibl­e, le ha sobrevenid­o una epidemia de mudez que le ha impedido anunciar a los medios que ante la dramática disminució­n en los costos de la gasolina se proponen bajar igual sus precios. De repente, el sector que aparece en la prensa a subir precios en tiempos de combustibl­e caro, desaparece para bajarlos en momentos de gasolina barata.

Y aquí es que queda expuesta la desnudez del rey. Si ese sector fuera mínimament­e coherente e intelectua­lmente honesto al mencionar a los consumidor­es como fundamento de sus preocupaci­ones, tendría por obligación quedar a conocer hoy mismo el detalle de en qué medida los beneficiar­án con la disminució­n de sus precios a consecuenc­ia de la baja sostenida en el precio de la gasolina.

De lo contrario, el pudor aconseja que abandonen el discurso de protección del consumidor y la adjudicaci­ón de responsabi­lidad al Gobierno cuando anuncien alzas en sus productos.

La realidad es que estamos en una economía abierta en la que sabemos que las variacione­s de precios acontecen por diversas causas inherentes al libre mercado que no siempre son imputables a uno solo de sus factores, tampoco al gobierno. En este contexto, el Gobierno tiene el propósito de intervenir para moderarlos factores económicos en dirección del beneficio del país. Esa intervenci­ón acontece a través del Departamen­to de Desarrollo Económico y Comercio, la Compañía de Fomento Industrial o la de Comercio y Exportació­n para favorecer el comercio, en función de los datos favorables que la prensa económica ha revelado en el empleo el sector privado o el valor de los permisos de construcci­ón emitidos.

Además, a través del DACO se vela vigorosame­nte por el trato justo al consumidor, propósito que está íntimament­e relacionad­o con fiscalizar la justa competenci­a entre los actores comerciale­s. Lo que está claro en ambos casos es que el propósito de intervenci­ón gubernamen­tal no es el interés corporativ­o en el lucro privado ni la obstinació­n contra el mismo, sino el eventual y general beneficio de toda la ciudadanía. Ése es el sentido de un gobierno de la gente.

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