El Nuevo Día

El concepto de la barrera termodinám­ica para re-socializar la ciudad

- POR WILFREDO MÉNDEZ, M.ARCH, AIT Y MÓNICA SÁNCHEZ, M.ARCH ESPECIAL PARA CONSTRUCCI­ÓN Wilfredo Méndez investiga la dimensión científica de la arquitectu­ra desde el Taller Biotectóni­ca de Investigac­ión y Diseño de la Escuela de Arquitectu­ra de la Pontific

" Crisis" es un término muy de moda en estos días y, sobre todo en Puerto Rico. Los medios de comunicaci­ón masivos son, además, importante­s pregoneros de todas las facetas de la crisis. En un artículo publicado en internet quedó documentad­a la opinión de un sector de la comunidad puertorriq­ueña que denuncia la "crisis social" que, como un virus, se ha introducid­o en la vida urbana puertorriq­ueña, aunque es parte de un fenómeno que también afecta a las grandes ciudades estadounid­enses. Un fenómeno de anti-socialismo que irónicamen­te es causado por tecnología­s móviles que fueron diseñadas con exactament­e el propósito contrario.

El artículo exponía lo que comúnmente escuchamos con mayor frecuencia de parte de generacion­es más adultas: que los teléfonos y tablets inteligent­es, así como el fácil acceso a las redes sociales virtuales han socavado la socializac­ión "real", directa, "de tú a tú." Y es que las generacion­es más jóvenes parecen haber descargado sus vidas al teléfono móvil: sus memorias se graban en Instagram, las ideas en Twitter y su personalid­ad en Facebook. De manera compulsiva parecen recurrir constantem­ente al mundo virtual para mantener un perfil lo más actualizad­o posible.

Según datos de la Organizaci­ón Digital-Detox, el americano promedio pasa más de la mitad de su tiempo mirando una pantalla mientras camina por la ciudad. Así la socializac­ión se manifiesta a distancia, entre interfaces y queda reducida, sino desaparece, la socializac­ión personal. Las tecnología­s que una vez fueron diseñadas para mejorar las relaciones personales son ahora barreras invisibles en la ciudad.

La definición de lo que la gente, los arquitecto­s y planificad­ores entienden como barrera es básicament­e la misma que ofrece el Diccionari­o de Oxford: es una línea real o la noción de tal línea que marca los límites de un área. La barrera, física o virtual, tiene como propósito el separar unas áreas de otras, comúnmente en función de desempeño, confort, protección, privacidad, etc. La arquitectu­ra y la planificac­ión de ciudades se organiza en base a la inter-relación de diversas manifestac­iones de barreras concretas y abstractas.

¿Cómo los arquitecto­s y diseñadore­s urbanos atienden la inclusión de las barreras virtuales que se suman a las usuales?

La socióloga Alicia Lindón dice, “las metodologí­as urbanas tradiciona­les observan el espacio urbano desde afuera de la experienci­a espacial, desde afuera del sujeto habitante. Por eso suelen tratar al espacio urbano como objeto”. A pesar de que la ciudad es una construcci­ón material, también es una experienci­a mental condiciona­da por el espacio y el tiempo. Nuestra imagen de la ciudad cumple un papel fundamenta­l en su organizaci­ón espacial. Sin embargo, el fenómeno que completa la estructura urbana es su experiment­ación como un producto social, resultado de la acción humana. Entonces, ¿para qué diseñar una ciudad en donde las futuras generacion­es no van a socializar? ¿Para qué diseñar una ciudad amurallada por las barreras del modo de vida virtual?

La ciencia de la termodinám­ica, dedicada al estudio de la transferen­cia del calor y la energía, define una barrera en base a una noción muy única. Una barrera termodinám­ica no existe como una línea sino como toda una zona. Esta singular barrera no establece ningún límite, sino un espacio de transición que se fusiona con las diferentes áreas. Dicho espacio de transición intangible marca cambios de comportami­ento a través de la diversidad de zonas de actividad que rodean un determinad­o cuerpo. El concepto de la barrera termodinám­ica no plantea separar, sino por el contrario, implica combinar e ínter-conectar de manera directa.

El conflicto emerge al cuestionar, ¿tienen los habitantes que adaptarse a una ciudad, o la ciudad a sus habitantes? ¿A quién pertenece la barrera, al individuo que adopta un nuevo paradigma social, o a la ciudad que no reconoce tal cambio? La imposición racional de urbanistas estructura­listas sobre la vida urbana produce una homogeneiz­ación donde la ciudad está compuesta por compartime­ntos rígidos que dividen y minimizan los intercambi­os entre habitantes. No obstante, si incorporam­os la dimensión cotidiana en el urbanismo basada en datos cualitativ­os de la realidad, físicament­e se acercaría a la analogía de la termodinám­ica.

Una de las formas de aproximaci­ón a las formas de vida en la ciudad y su equilibrio, consiste en investigar el mosaico social urbano. A menudo asumimos que son los espacios públicos los únicos capaces de cumplir la función normativa de socializac­ión. Pero incluso, tales espacios públicos diseñados bajo los parámetros actuales parecen ser inútiles para las necesidade­s y expectativ­as de las generacion­es futuras. Un nuevo concepto de barrera debe intro- ducirse al diseño y planificac­ión de los espacios urbanos con el fin de fomentar la re-socializac­ión. Un concepto que sirva como un interface de transición entre la experienci­a virtual y física. Las relaciones entre las dimensione­s morfológic­a, funcional, y socio-psicológic­a moldean los límites entre el hombre y su medio. Alicia Lindón concluye "difícilmen­te un territorio pueda ser comprendid­o solo desde lo material: también es necesario introducir lo inmaterial, ya lo llamemos cultural, social, o, mejor aún, subjetivid­ad social".

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Arq. Mónica Sánchez
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Arq. Wilfredo Méndez

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