El concepto de la barrera termodinámica para re-socializar la ciudad
" Crisis" es un término muy de moda en estos días y, sobre todo en Puerto Rico. Los medios de comunicación masivos son, además, importantes pregoneros de todas las facetas de la crisis. En un artículo publicado en internet quedó documentada la opinión de un sector de la comunidad puertorriqueña que denuncia la "crisis social" que, como un virus, se ha introducido en la vida urbana puertorriqueña, aunque es parte de un fenómeno que también afecta a las grandes ciudades estadounidenses. Un fenómeno de anti-socialismo que irónicamente es causado por tecnologías móviles que fueron diseñadas con exactamente el propósito contrario.
El artículo exponía lo que comúnmente escuchamos con mayor frecuencia de parte de generaciones más adultas: que los teléfonos y tablets inteligentes, así como el fácil acceso a las redes sociales virtuales han socavado la socialización "real", directa, "de tú a tú." Y es que las generaciones más jóvenes parecen haber descargado sus vidas al teléfono móvil: sus memorias se graban en Instagram, las ideas en Twitter y su personalidad en Facebook. De manera compulsiva parecen recurrir constantemente al mundo virtual para mantener un perfil lo más actualizado posible.
Según datos de la Organización Digital-Detox, el americano promedio pasa más de la mitad de su tiempo mirando una pantalla mientras camina por la ciudad. Así la socialización se manifiesta a distancia, entre interfaces y queda reducida, sino desaparece, la socialización personal. Las tecnologías que una vez fueron diseñadas para mejorar las relaciones personales son ahora barreras invisibles en la ciudad.
La definición de lo que la gente, los arquitectos y planificadores entienden como barrera es básicamente la misma que ofrece el Diccionario de Oxford: es una línea real o la noción de tal línea que marca los límites de un área. La barrera, física o virtual, tiene como propósito el separar unas áreas de otras, comúnmente en función de desempeño, confort, protección, privacidad, etc. La arquitectura y la planificación de ciudades se organiza en base a la inter-relación de diversas manifestaciones de barreras concretas y abstractas.
¿Cómo los arquitectos y diseñadores urbanos atienden la inclusión de las barreras virtuales que se suman a las usuales?
La socióloga Alicia Lindón dice, “las metodologías urbanas tradicionales observan el espacio urbano desde afuera de la experiencia espacial, desde afuera del sujeto habitante. Por eso suelen tratar al espacio urbano como objeto”. A pesar de que la ciudad es una construcción material, también es una experiencia mental condicionada por el espacio y el tiempo. Nuestra imagen de la ciudad cumple un papel fundamental en su organización espacial. Sin embargo, el fenómeno que completa la estructura urbana es su experimentación como un producto social, resultado de la acción humana. Entonces, ¿para qué diseñar una ciudad en donde las futuras generaciones no van a socializar? ¿Para qué diseñar una ciudad amurallada por las barreras del modo de vida virtual?
La ciencia de la termodinámica, dedicada al estudio de la transferencia del calor y la energía, define una barrera en base a una noción muy única. Una barrera termodinámica no existe como una línea sino como toda una zona. Esta singular barrera no establece ningún límite, sino un espacio de transición que se fusiona con las diferentes áreas. Dicho espacio de transición intangible marca cambios de comportamiento a través de la diversidad de zonas de actividad que rodean un determinado cuerpo. El concepto de la barrera termodinámica no plantea separar, sino por el contrario, implica combinar e ínter-conectar de manera directa.
El conflicto emerge al cuestionar, ¿tienen los habitantes que adaptarse a una ciudad, o la ciudad a sus habitantes? ¿A quién pertenece la barrera, al individuo que adopta un nuevo paradigma social, o a la ciudad que no reconoce tal cambio? La imposición racional de urbanistas estructuralistas sobre la vida urbana produce una homogeneización donde la ciudad está compuesta por compartimentos rígidos que dividen y minimizan los intercambios entre habitantes. No obstante, si incorporamos la dimensión cotidiana en el urbanismo basada en datos cualitativos de la realidad, físicamente se acercaría a la analogía de la termodinámica.
Una de las formas de aproximación a las formas de vida en la ciudad y su equilibrio, consiste en investigar el mosaico social urbano. A menudo asumimos que son los espacios públicos los únicos capaces de cumplir la función normativa de socialización. Pero incluso, tales espacios públicos diseñados bajo los parámetros actuales parecen ser inútiles para las necesidades y expectativas de las generaciones futuras. Un nuevo concepto de barrera debe intro- ducirse al diseño y planificación de los espacios urbanos con el fin de fomentar la re-socialización. Un concepto que sirva como un interface de transición entre la experiencia virtual y física. Las relaciones entre las dimensiones morfológica, funcional, y socio-psicológica moldean los límites entre el hombre y su medio. Alicia Lindón concluye "difícilmente un territorio pueda ser comprendido solo desde lo material: también es necesario introducir lo inmaterial, ya lo llamemos cultural, social, o, mejor aún, subjetividad social".