Triunfo contra el alcoholismo juvenil
Un proyecto piloto de la UPR logra importantes reducciones en el consumo de bebidas entre menores en diez municipios
Q El problema de consumo de alcohol entre los adolescentes es mucho mayor que el consumo de otras sustancias por parte de esos menores, y la clave para prevenirlo está en educar a la familia y concienciar a la comunidad y a los comerciantes quienes, en la mayoría de los casos, no solicitan identificación antes de venderles bebidas.
Esos son parte de los hallazgos y metodología implantados en 10 municipios con el proyecto “Modelo de Prevención Estratégica del Consumo de Alcohol en Menores”, que surgió por el interés de proteger a los menores, muchos de los cuales empiezan a experimentar con el alcohol a los ocho y diez años de edad.
El impacto del proyecto se evidencia en estadísticas, encuestas e intervenciones en comercios que demuestran, no sólo que los adolescentes que participaron dejaron de experimentar o de tomar alcohol hasta en un 12%, sino que también se registró una baja en el consumo de tabaco y otras drogas. Asimismo, luego de meses de intervención con material educativo en comercios, la cantidad de comerciantes que piden identificación aumentó casi cuatro veces sobre el grupo inicial.
El proyecto, que ha impactado a más de 3,000 adolescentes, sus familias e integrantes de la comunidad, inició en 2008, cuando expertos de la Universidad de Puerto Rico (UPR) escribieron una propuesta para fondos fede- rales, la cual se otorgó a la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (ASSMCA).
Para realizar el trabajo, el Centro de Investigación y Evaluación Sociomédica (CIES), de la UPR, hizo una convocatoria y escogió 10 organizaciones de base comunitaria para que desarrollaran el proyecto, explicó la líder de la iniciativa y directora de Servicios Comunitarios en el CIES, Marizaida
"Cuando miras la epidemiología, nuestro problema grande en los adolescentes y los niños no son las drogas, es el alcohol"
MARIZAIDA SÁNCHEZ Directora División de Servicios Comunitarios, CIES
Sánchez. Destacó que la propuesta se diseñó para desarrollar estrategias de prevención basadas en evidencia, combinando como socias a organizaciones no gubernamentales, que ya están integradas a las comunidades.
Estas hicieron intervenciones con los jóvenes y la comunidad, pero también crearon un Consejo Asesor de Promoción (CAP), integrado por diversos representantes de la comunidad en la que trabajaron -incluido Gobierno e iglesia- y realizaron una campaña de promoción social que llevó el mensaje de forma masiva. Por el éxito del proyecto, la Oficina del Comisionado de Asuntos Municipales añadió siete municipios al proyecto en 2014.
Las organizaciones tienen el mismo fin, prevenir el consumo de alcohol, y la misma meta, llevar el mensaje a los adolescentes. Pero, al principio tenían que identificar cómo hacerlo efectivamente según las necesidades y características de la comunidad que impactarían. Ese proceso de estudio las condiciones sociales y factores de riesgo que debían atender con prioridad y el diseño de estrategias tomó un año.
ELIMINAR EL ACCESO EN NEGOCIOS. La Oficina para la Promoción y el Desarrollo Humano (OPDH), que abarca 16 pueblos del área norte central, decidió implantar el proyecto en el casto urbano de Morovis, donde está la escuela superior, pero donde también hay 50 comercios que expenden bebidas alcohólicas. El problema que identificaron inicialmente fue que solo 8% de los comerciantes conocía la ley y solicitaba identificación antes de vender alcohol a personas con apariencia de ser menores. Asimismo, estadísticas hechas por OPDH a base de lo que le dijeron los adolescentes revelaron que 44% de los de 18 años había consumido alcohol alguna vez en su vida y, de esos, el 45% dijo tener fácil acceso en los negocios.
Como parte del trabajo inicial, OPDH hizo un perfil de los comerciantes para saber si conocían las leyes y cómo recibían información, entre otras variables. Descubrieron que muchos no conocían los estatutos aplicables que prohiben la venta de alcohol a menores o que los violentaban por necesidad económica, dijo Luz Soto, coordinadora del proyecto de prevención en esa organización. Además de educarlos sobre la ley, los pusieron a prueba con una persona que parecía menor de edad e iba a sus comercios a comprar bebida para probar si pedían identificación o no. Ese colaborador visitó cada comercio en tres ocasiones. Luego de cada visita volvían a orientar al comerciante. Si en la tercera visita, éste fallaba, representantes de la organización lo visitaban con un inspector del Departamento de Hacienda. Luego de año y medio de estas intervenciones y de 277 visitas, la relación de comerciantes que pide identificación aumentó de 8% a 83%.
“La evidencia científica dice que la educación sola no funciona”, destacó el epidemiólogo del proyecto de prevención Héctor Colón, y quien lleva años trabajando con estadísticas sobre el consumo de sustancias por parte de los adolescentes.
Por eso fue que, además del elemento educativo, OPDH se enfocó en el Código de Orden Público de Morovis y logró, el año pasado, que la Legislatura Municipal lo enmendara para atemperarlo a las leyes estatales en lo que respecta al alcohol y los adolescentes y para establecer que, aunque el alcalde tiene la facultad para dejar sin efecto el código, no puede hacer lo mismo con las disposiciones que respectan al alcohol y los adolescentes, indicó Soto. PALABRA ESCRITA PARA PREVENIR. Otra de las cinco organizaciones que también trabajaron con el Código de Orden Público fue el Servicio de Extensión Agrícola (SEA). Esta vez, en Carolina, donde logró que se enmendara dicho estatuto para que abarque a todo el municipio y no solo a un sector y capacitó a 120 policías municipales sobre el daño que hace el alcohol en menores.
Como resultado del trabajo realizado en la Tierra de Gigantes, esta organización amplió su intervención y ha orientado a 600 legisladores municipales de toda la Isla, reveló Marilú
Florit, la supervisora del proyecto de prevención por parte del SEA.
El SEA se concentró en el sector Metrópolis, del barrio Martín González, e identificó que en esa área los adolescentes tenían fácil acceso al alcohol, que iniciaban temprano en su niñez y que el contacto inicial lo tenían en su propio hogar. Como parte de su estrategia, la SEA produjo y distribuyó 2,500 folletos, que presentan una historia ilustrada, para educar a las familias sobre el daño que le hace el alcohol a los adolescentes y la importancia de no promover su consumo.
LA FAMILIA COMO OBJETIVO. El núcleo familiar también fue el centro de atención por parte de la organización de base de fe Hogares Teresa Toda, de Canóvanas. Decidieron educar a los padres, específicamente en el barrio San Isidro, para erradicar dichos como “para que beba en la calle, que beba conmigo”, destacó Heidy Fi
gueroa, coordinadora del proyecto de prevención. Bajo el lema “Amo a mis hijos y no les doy alcohol”, esta organización produjo material educativo impreso, hizo un vídeo y abrió una página en Facebook.
En el ámbito de las intervenciones individuales, escogieron 12 familias, entre las que habían 20 jóvenes, para hacer sesiones de consejería y educación en las que reunieron a los participantes semanalmente durante dos horas cada vez, por 16 semanas.
Al igual que las demás organizaciones, el Hogar Teresa Toda midió el resultado de sus esfuerzos y comprobó el éxito de los mismos.