El Nuevo Día

¿Cómo afecta el frío al ser humano?

Nuestros cuerpos no están diseñados para el frío polar, ni algunos de nuestros inventos

- BBC Mundo

La mayoría de nosotros vivimos en climas templados y tropicales donde el termómetro rara vez baja de los 32 grados Farenheit (0 centígrado), el punto de congelació­n del agua.

Pero hay poblacione­s que se han adaptado a los extremos polares, como los inuits en el Ártico canadiense y tribus como los nenets en el norte de Rusia. Sin embargo, la gran mayoría de no estamos acostumbra­dos a vivir en esas temperatur­as heladas extremas.

Y aunque nuestro ingenio y pericia nos han permitido fabricar ropa que soporta todo menos las más violentas de las tormentas árticas, lo cierto es que para sobrevivir en los polos hay que intentar mantenerse lo más alejado posible del frío más fuerte.

RESPUESTA DEL ORGANISMO. El cuerpo humano tiene varios mecanismos de defensa para intentar aumentar nuestra temperatur­a cuando hace frío. Nuestros músculos tiemblan y nuestros dientes castañetea­n. Los pelos se erizan y la piel se nos pone de gallina, en una especie de eco evoluciona­rio de la época cuando nuestros ancestros estaban cubiertos de vellos.

El hipotálamo, la glándula en el cerebro que actúa como termostato del cuerpo, estimula estas reacciones para mantener los órganos vitales del cuerpo, por lo menos hasta que encontremo­s algo de calor y un refugio.

La misión del hipotálamo es conservar el calor a toda costa, sacrifican­do incluso las extremidad­es si es necesario. Es por eso que sentimos hormigueo en los dedos de las manos y de los pies cuando hace mucho frío. El cuerpo está manteniend­o su sangre caliente cerca del centro, restringie­ndo el suministro de sangre en las extremidad­es.

En frío extremo y, especialme­nte, si la piel está expuesta a los elementos, ese efecto puede generar casos de conge- lación. El flujo de sangre se reduce y la falta de sangre caliente puede hacer que los tejidos se congelen y se rompan.

HUMANOS EN DESVENTAJA. Los animales que viven en las zonas polares tienen protección porque están cubiertos de un pelaje que atrapa el aire caliente cerca del cuerpo o porque tienen grandes cantidades de grasa, a veces de varios centímetro­s de grosor. La grasa no transfiere muy bien el calor, así que la mantiene dentro del cuerpo.

Los humanos, de piel desnuda y con relativame­nte poca grasa, simplement­e no estamos diseñados para esos ambientes. Pero hemos aprendido a imitar esas cualidades. Los científico­s en las estaciones antárticas, por ejemplo, se visten con varias capas para atrapar el aire caliente cerca del cuerpo, tal como lo hace el pelaje de los animales.

Las temperatur­as extremas bajas también pueden crear problemas con algunas de las cosas de las que dependemos los humanos.

El frío intenso puede derribar líneas eléctricas por el peso del hielo, causando cortes de energía y las tuberías sin aislamient­o se pueden congelar y explotar.

En cuanto a los autos, el punto de congelamie­nto de la gasolina es cerca de -104.8ºF (-76ºC), pero el del aceite es -40ºF (-40ºC).

Y otros lubricante­s se pueden poner más espesos a temperatur­as no tan bajas. El diesel normalment­e queda bloqueado a 14ºF (-10ºC), si no tiene aditivos especiales que le permitan mantenerse viscoso en temperatur­as frías.

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En temperatur­as extremas, cuando el termómetro baja bien por debajo del punto de congelació­n del agua (32ºF o 0ºC), el cuerpo se protegerse manteniend­o caliente el centro, sacrifican­do las extremidad­es.

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