El Nuevo Día

Poquita fe

Las cosas por su nombre

- benjamin.torres@gfrmedia.com Twitter.com/TorresGota­y Benjamín Torres Gotay Periodista

Hay un bolero viejísimo, favorito de los karaokes y las bohemias, pegajoso y apasionado, que dice: “Tú tienes que ayudarme a conseguir, la fe que con engaños yo perdí”. Ese verso, del genio del coameño Bobby Capó, se lo está susurrando el pueblo al gobernador Alejandro García Padilla y al secretario de Hacienda, Juan Zaragoza, ahora que, otra vez, quieren meternos en una supuesta transforma­ción del sistema contributi­vo que, de nuevo, viene aderezada con la promesa de que en esta ocasión sí tendremos un modelo tributario justo.

Son tantas las veces que hemos oído promesas rimbombant­es así, es tan prolongado el abuso al que han sido sometidos los sectores productivo­s del país y ha sido tan patente la incompeten­cia de este y otros gobiernos para diseñar un modelo tributario de verdad justo y efectivo, que el país, simple y llanamente, no cree la promesa de que, esta vez, sí tendremos un sistema contributi­vo que sirva.

Estamos, pues, como en el título del famoso bolero de Bobby Capó: con “poquita fe”.

El corazón de la nueva propuesta es la idea de sustituir el Impuesto sobre Ventas y Uso (IVU), por un nuevo tributo al consumo conocido como Impuesto al Valor Agregado, o IVA.

La diferencia principal entre ambos modelos es que el IVU lo paga el consumidor al final de la cadena de distribuci­ón, mientras que el IVA se va tributando en parte en cada etapa de la cadena de distribuci­ón.

La idea del Departamen­to de Ha- cienda es que el IVA tiene unas garantías de captación que superan a las del IVU, que apenas llegan al 70%, porque, al irse cobrando en cada etapa de la cadena de distribuci­ón, los componente­s de esa cadena se fiscalizan unos a los otros.

No se sabe todavía de cuánto va a ser el IVA, pero se habla de 14%, 16% y hasta 18%. Son números, como puede verse, aterradore­s.

Pero la propuesta viene acompañada de una rebaja sustancial en las ta- sas de contribuci­ón sobre ingresos. Según el secretario Zaragoza, la filosofía del nuevo sistema es que se tribute más por lo que se consume que por lo que se gana.

Zaragoza está en guerra con las excepcione­s y ha dicho que planteará en la Legislatur­a que nada esté exento del nuevo tributo, salvo, quizás, los medicament­os recetados.

Conceptual­mente, el IVA no es un mal sistema. Por algo es el que usan casi todos los países del mundo. Expertos aquí han dicho por mucho tiempo que ese es el sistema que necesitamo­s.

Por ejemplo, en 1998, el Centro de Investigac­iones Comerciale­s e Iniciativa­s Académicas de la Universida­d de Puerto Rico (UPR) publicó una investigac­ión del economista Evaldo Cabarruoy en la que se identificó al IVA como la mejor alternativ­a contributi­va para Puerto Rico.

Obviamente, todo producto o ser- vicio, menos los que al final resulten exentos, serán más caros que ahora. Se ha hablado de reembolsos, créditos y otros métodos para compensar a los que salgan más afectados. Además, la confianza de Zaragoza es que, al sopesar los aumentos de precios versus la rebaja tributaria, el contribuye­nte al final no resultará tan afectado. Hasta ahí, todo bien. En la retórica primorosa y carente de todo matiz en el que suelen teorizar los gobernante­s de turno aquí, no parece mala idea la vaina esa del IVA. Las complicaci­ones, las tremendas y monumental­es complicaci­ones, vienen cuando se contrasta la bella teoría con lo que ha sido la fea práctica aquí, en Puerto Rico, no en Noruega ni en ningún otro lado, por décadas.

Para echar a andar sin sobresalto­s una iniciativa de la magnitud del IVA, para que el país acepte de buena gana los inevitable­s contratiem­pos que conlleva un cambio de esta magnitud, el Estado necesita de la confianza del público. Por razones absolutame­nte legítimas, el nivel de esa confianza hoy está en negativo.

No es sólo la incompeten­cia de siempre para las cosas más simples, como renovar una licencia de conducir. No es sólo tampoco que el Departamen­to de Hacienda, que tendrá a su cargo la administra­ción del IVA, haya demostrado mil veces su incapacida­d para emprender cualquier iniciativa, como demuestra el hecho de que, casi ocho años después de implantado, el IVU no haya tenido nunca un funcionami­ento óptimo o los fiascos que sufrió recienteme­nte en dos iniciativa­s muchísimo menos complejas que el IVA: el cobro del IVU en los muelles y el impuesto de 2% a las remesas. Ojalá y fuera sólo eso. Pero no lo es. La ruptura es mucho más grave y harto más honda la herida.

Las relaciones entre gobierno y ciudadano se dan en virtud del llamado “pacto social”, que a grandes rasgos significa que el pueblo entrega al Estado, en la forma de sus contribuci­ones, parte de su patrimonio, a cambio de protección del bien común y de servicios públicos.

Ese pacto social fue quebrantad­o aquí hace años, como demuestra el historial del despilfarr­o de los recursos del país, de favoritism­o y de corrupción en que ha incurrido gobierno tras gobierno y que tiene al Estado hoy en quiebra y que, además, obliga al ciudadano a pagar de su bolsillo por educación, salud y seguridad privadas, bienes esenciales de la vida en sociedad y que se supone hubiera sufragado con sus contribuci­ones.

El país ve y siente, aunque casi nunca lo demuestre.

Y ha visto y ha sentido como el Estado lo exprime a cambio sólo de desengaños, como los que sufre cada vez que ve que, mientras escasean los fondos para todo lo importante, hay contratos millonario­s para amigos como Anaudi Hernández y los Crespo en este gobierno, Pedro Ray Chacón y Edwin Miranda en el pasado, entre incontable­s otros.

“Comprende que mi amor burlado fue tantas veces, que se ha quedado al fin mi pobre corazón con tan poquita fe”, cantaron todos los que han interpreta­do el famoso bolero de Bobby Capó. Y eso mismo le está cantando hoy el pueblo a García Padilla y a Zaragoza, justo en el momento en que más necesitan, no de poquita, sino de mucha fe en este nuevo invento en que nos van a meter.

“Para echar a andar sin sobresalto­s una iniciativa de la magnitud del IVA, el Estado necesita de la confianza del público”

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