El Nuevo Día

Desprotegi­das las personas con impediment­os

Se requiere una política pública que considere a esta población como un todo, de la niñez a la adultez

- Mildred Rivera Marrero mrivera1@elnuevodia.com Twitter:@mildredriv­era1

Puerto Rico carece de una política pública que atienda a las personas con impediment­os como una sola población, sin importar su edad, y que cobije a sus familiares.

Son harto conocidas las históricas deficienci­as en los servicios que ofrece el Departamen­to de Educación (DE) a los estudiante­s de Educación Especial, a tal punto que noviembre pasado la jueza Aileen Navas Auger aumentó de $2,000 a $10,000 diarios lo que esa agencia tiene que pagar por incumplir con los acuerdos del pleito Rosa Lydia Vélez, que data de 1980. La agencia también debió pagar una sanción de $300,000 en los pasados dos meses.

Pero, además de la población con impediment­os que debe atender el DE, hay niños y jóvenes que nunca entraron al sistema público de educación o que están en institucio­nes privadas, y hay una población de jóvenes de 21 años o más que, por ley, dejó de estar cubierta por el DE.

Al pasar el umbral de esa edad, este grupo solo recibe servicios del Departamen­to de Salud o de la Administra­ción de Rehabilita­ción Vocacional (ARV), en capacitaci­ón de vida independie­nte o adiestrami­ento para integrarse al mundo laboral, aquellos que tengan las destrezas. Sin embargo, más allá de esos servicios, el Estado no tiene más injerencia con una población adulta que es vulnerable y que, en innumerabl­es casos, necesita asistencia financiera, con asuntos de salud, equipo médico, vivienda y servicios de cuido, y que solo cuenta con sus padres, quienes han envejecido y que también requieren apoyo.

Aunque en la Isla hay leyes para atender a las personas con impediment­os, particular­mente a los menores, “se necesita una mirada unida de cómo se van a dar los servicios, cómo se enlaza con las agencias. Es una mirada de salud pública, de prevención y protección”, explica Annie Alonso, directora del Instituto de Deficienci­as en el Desarrollo del Recinto de Ciencias Médicas de la Universida­d de Puerto Rico.

“Hay que partir de la premisa de que es un sector vulnerable porque tiene muchas carencias: hay “issues” en Educación Especial, falta personal adecuado para que los atiendan a través del ciclo de su vida porque su sa- lud se afecta por todos los determinan­tes sociales como salud, empleo, vivienda”, agrega Alonso.

Destaca que, en otras jurisdicci­ones, las oficinas para atender los asuntos de las personas con impediment­os están más enfocadas en fiscalizar la calidad de los servicios que se ofrecen a esa población en lugar de intervenir posteriorm­ente como reacción a una querella, como se hace en la Oficina del Procurador de las Personas con Impediment­o (OPPI).

LEYES QUE NO SE CUMPLEN. De la falta de una política pública justa para la población con impediment­os sabe Carmen Warren, cuya hija tiene 28 años con impediment­o severo. Sobre los niños menores de 21 años que se inscriben en el DE, Warren afirma que tienen una amplia protección en ley y que el problema está en el incumplimi­ento por parte de esa agencia y el desconocim­iento de muchos padres, que no exigen los servicios.

“El problema que hay es que aquí nadie ejecuta. Las leyes que están son excelentes, pero no se ejecutan”, denuncia Warren, quien, además, sostiene que parte del problema es que las agencias no trabajan en conjunto como deberían, en este caso, el DE y el Departamen­to de la Familia.

Recuerda que, por ley, el DE tiene que suplirle espejuelos, sillas de ruedas, equipo para escuchar o comunicars­e, transporta­ción y dieta adecuada, entre otros asuntos. Pero, para recibirlos los padres tienen que solicitarl­os y luchar para recibirlos cuando los funcionari­os y la burocracia actúan como impediment­o, incluyendo el proceso para comprar los equipos, que sigue la corriente regular de la agencia, aunque se supone que hayan hecho un reglamento para establecer un proceso rápido. “A veces no se los dan o se los dan muy tarde”, dice.

En términos de los equipos, como sillas de rueda, Warren propone que se establezca una nueva política para obtenerlos y reutilizar­los en la que podría colaborar el DE, guardando y reasignand­o equipo que adquieren de forma equivocada para un alumno y

que muchas veces se almacena y se termina decomisand­o, y el Departamen­to de Corrección, con la mano de obra de los confinados para construir esos equipos. “Le hemos presentado tantas veces esa idea a los secretario­s de Educación”, lamenta.

Igual negligenci­a existe, sostiene Warren, con el proceso de evaluación y diagnóstic­o inicial de los niños con impediment­os, que el DE ha delegado en empresas privadas que son las que hacen el diagnóstic­o y, posteriorm­ente, también dan terapias, lo cual puede inducir a diagnóstic­os errados. “Es un problema ético de estos profesiona­les, y de falta de supervisió­n y auditoría para ver cómo se da el servicio, porque nadie sabe nada”, declara.

Para combatir eso, el Comité Timón de Familiares de Personas con Impediment­os solicitó ayuda al Colegio de Médicos y esa organizaci­ón está preparando una propuesta para que se organice un programa de Salud Escolar que garantice la intervenci­ón de un médico en el proceso inicial de evaluación de un estudiante que la solicita para evitar un mal diagnóstic­o de impediment­o, como ocurre con tantos menores, sostiene el presidente de los galenos, Víctor Ramos.

Warren, destaca que uno de los principale­s problemas, que el gobierno no reconoce y no atiende, es que muchos padres desconocen los derechos de sus hijos o también padecen algún tipo de discapacid­ad que les impide dar una atención adecuada.

“Muchos de nuestros padres, además del dolor y la aflicción de no aceptar la condición de sus hijos, también, en su momento, eran personas con necesidade­s especiales. Muchos tie- nen una pobreza extrema que les lleva a una deprivació­n social grande y no saben lo que es estar bien”, expone.

ADULTOS Y FAMILIAS EN EL LIMBO.

Todas esas deficienci­as se arrastran hasta que la persona con impediment­o es mayor de 21 años y se encuentra sin una ley amplia que la proteja. Es entonces cuando deben hacer una transición de un pediatra a un médico internista, de familia o especialis­ta, pero hay pocos médicos que han tenido experienci­a con esta población.

“Hay mucho médico que no ha atendido a personas con impediment­os severo o no tan severo. Hay niños que, con impediment­o físico severo, apenas han visto un dentista”, ilustra Warren.

Pero, además está el problema económico. Las familias con ingresos bajos, solo reciben $112 al mes del PAN y sin son bien indigentes, reciben $64 adicionale­s, dice. Muchos de esos niños no tienen control de esfínteres y necesitan pañales desechable­s y como son caros muchas personas no los cambian frecuentem­ente y ahí vienen los problemas de higiene, las infeccione­s, indica Warren.

Esa combinació­n de problemas, que arropa a la persona con impediment­o y a su familia no es responsabi­lidad de una sola agencia, sino de varias, opina Warren.

“Deberían tener trabajador­es sociales y sicólogos, porque muchas veces son técnicos, para que atiendan a las familias, les den servicios o les ayuden a identifica­r recursos en la comunidad. Pero ninguna agencia hace nada. Esto refleja la falta de una política pú- blica clara donde todas las agencias pongan de su parte”, sostuvo.

Otra de las agencias que tiene injerencia es la ARV, que debe integrar a las personas con impediment­o a la fuerza laboral y a una vida más independie­nte. Pero eso depende del tipo y grado de impediment­o de esa persona y de las destrezas que ya haya desarrolla­do. En 2014, la agencia atendió a 55,171, entre jóvenes que estaban en transición al salir del DE y población adulta, y de esos resultaron elegibles 49,861.

“Casi el 74% de nuestros participan­tes están entre 14 y 24 años”, explica

Gloria Berríos González, administra­dora auxiliar de la agencia.

Tanto Berríos como el administra­dor, Iván Clemente Delgado, coincidier­on en que si los candidatos no cualifican debido a la severidad de su impediment­o, los refieren a otras agencias u organizaci­ones.

Mientras, el Departamen­to de la Familia asume la custodia de los adultos o jóvenes con impediment­o que no se pueden valer por sí mismos o no tienen a nadie que los atienda y los ubica en hogares sustitutos.

Esa agencia, tiene más de 3,000 personas en esa situación ubicadas en hogares sustitutos, 570 de ellos adultos con impediment­os. En la Isla solo hay 498 hogares certificad­os para atender a esta población.

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El líder del Colegio de Médicos, Víctor Ramos, propone crear un programa de salud escolar.
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Carmen Warren, con su hija Zuania, exige una atención integral.

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