La primacía de la poesía
Al escribir sobre poesía, el gran poeta que es José Luis Vega informa, ilustra, deleita y, sobre todo, conmina a contemplar la dimensión esencial de ese arte
Si algo ha desaparecido de nuestras vidas diarias y de la conciencia colectiva es la poesía. Vivimos un momento eminentemente prosaico de ansiedades económicas y consumistas, de aparentes certezas sobre lo que nos rodea. La poesía –su numen, su esencia, su fuerza- parece prescindible. El gran poeta que es José Luis Vega ha salido por sus fueros en estos ensayos extraordinarios que rescatan para nosotros su centralidad, su belleza, su misterio.
Se trata de un libro valiente que comenta el alcance de ese género literario –el más antiguo de la humanidad, el más próximo al espíritu, el más universal en sus proyecciones- desde una óptica profundamente subjetiva, al margen de teorías y modas al uso. “Mucho de biografía espiritual tiene este ensayo”, escribe al principio. Su absoluta independencia de criterio no significa, desde luego, que no se apoye el poeta –también crítico, antólogo y ensayista- en todo un arsenal de lecturas de y sobre la poesía. Aparecen las opiniones de figuras como José Ángel Valente, García Márquez, SaintJohn Perse, Octavio Paz, Martin Heidegger. Becquer, Vallejo, Darío, Alberti, Juan Ramón Jiménez, Baudelaire, Rilke y otros poetas le prestan sus versos para precisar sus explicaciones. El conjunto de esas voces armoniza con la del autor.
El libro tiene también “un ademán didáctico” más evidente en los primeros ensayos, que inciden sobre cuestiones métricas y tonales. En ellos se explica cómo la factura misma del poema influye en los efectos que perciben oyentes o lectores. Según avanza en sus explicaciones, sin embargo, Vega se adentra en una reflexión cada vez más profunda sobre la esencia misma de la poesía, usando un lenguaje que –en ocasiones- resulta poético en sí mismo: “El poema, escuchado o leído, viene a nosotros como una ola, como una masa sonante que nos arropa con su abundancia, donde el sentido es un pez nadante”. (No podemos dejar de señalar las correspondencias entre el pensamiento aquí consignado de manera expositiva y su más reciente poemario, “Botella al mar”, donde reflexiona –poéticamente – sobre muchas de las mismas ideas.)
Octavio Paz dijo de la poesía que era “la otra voz”; Vega abunda en su habilidad de mostrar el otro lado, el invisible, de la existencia: “el clariver”. Explica, además, hasta donde puede explicarse, la extraña alquimia que surge de la conjunción de palabras, sonoridades, ritmo y sentido, conjunción que puede producir significados insospechados, a veces incluso para el poeta mismo. Un hálito ancestral nos remite al terreno –tan lejano ya- de lo sagrado; un roce con el misterio le confiere a la poesía un impulso primigenio y complejo, transformador.
Mucho depende del ritmo, esa manera de marcar los tiempos mediante repeticiones y variaciones, recurso utilizado no solo por la poesía –tan afín a la música- sino también por la oración y el juego. Resulta asaz sugerente la cercanía de tales manifestaciones y de las actitudes que las producen. “El ritmo”, escribe Vega, “remite al fondo primitivo del poetizar, a un estado primario cuando la poesía y lo sagrado aún no se habían diferenciado”. Y más adelante, “El poema, el juego rítmico y el mantra comparten una misma naturaleza. El lector de poesía, el niño que canta, el monje que ora, el poeta mismo en el acto de poetizar pueden llegar a sentirse poseídos por una fuerza superior... En ese estado de conciencia, el contenido semántico retrocede y las palabras revelan de manera privilegiada el sonoro esplendor que las habita”.
En los últimos ensayos el autor alude tanto a la historia literaria –al comentar sobre el soneto y su origen petrarquista- como a la metafísica y la cosmología. Su pensamiento refleja el sesgo que ha dirigido su propia poesía más reciente hacia una indagación sobre la naturaleza de lo trascendental y lo cósmico.
El poeta, al escribir sobre poesía, informa, ilustra, deleita y, sobre todo, conmina a contemplar la dimensión invisible –espiritual- de la vida, la dimensión transformadora de la poesía.