El Nuevo Día

El precio del petróleo y los alimentos

- Manuel Reyes Vicepresid­ente ejecutivo MIDA

la dramática reducción en los precios del petróleo a nivel mundial, nos preguntan insistente­mente si los alimentos no deberían correr similar suerte. Después de todo, los alimentos, y en algunos casos los medicament­os, son los únicos bienes de consumo que no son discrecion­ales y por tanto, representa­n la principal preocupaci­ón de todo consumidor. Pero la respuesta a esta interrogan­te es muy compleja por diversas razones. De una parte, cuando hablamos de alimentos hacemos referencia a miles de productos que tienen comportami­entos de precios y factores de costos muy particular­es, lo que hace arriesgado generaliza­r. Un supermerca­do bien surtido puede contar con aproximada­mente 30,000 sku’s (Stock Keeping Unit) que es el número que identifica un producto en particular, precio y manufactur­ero. El comportami­ento de los precios de la carne fresca tiene poca relación con el comportami­ento de los precios del arroz, o de las frutas enlatadas. De hecho, el Índice de Precios del Consumidor, que no mide la totalidad de los productos, tiene varias

sub-categorías dentro del área de alimentos que se comportan de manera distinta de mes a mes. Por ejemplo, el año pasado se registró una sequía en California lo que provocó que ciertos productos agrícolas de esa región se encarecier­an, pero no necesariam­ente los de Costa Rica. Recienteme­nte, el ajo subió considerab­lemente de precio debido a un endurecimi­ento regulatori­o de Aduanas federal en cuanto a las importacio­nes provenient­es de China. Así pues, el precio de cada producto se comporta de manera muy diferente por sus propias circunstan­cias.

Aún así, la reducción en la bomba de gasolina es tan dramática que muchos sienten que debería ocurrir lo mismo en otros renglones comerciale­s. Esta expectativ­a hay que matizarla diferencia­ndo las gasolinera­s del resto de los comercios y más específica­mente de los supermerca­dos. En el caso de las gasolinera­s, aunque puedan tener una tiendita de convenienc­ia, su producto principal y por el cual son juzgados ante los consumidor­es es uno sólo, la gasolina. Ese producto es un “commodity” internacio­nal, con muy poca diferencia­ción entre las marcas, muy poco valor añadido y muy pocos suplidores. Es un producto bastante homogéneo, lo que permite que el gobierno pueda regular los márgenes de ganancia y todo eso provoca a su vez que las reduccione­s en el mercado internacio­nal se reflejen con mayor rapidez y de manera directa en el precio de ese producto a nivel del consumidor.

Esta realidad es muy distinta a la de los supermerca­dos. Primero, porque los productos que venden los supermerca­dos no se han beneficiad­o aún de una reducción directa en precios, sino que la expectativ­a de reducción está basada en un posible efecto indirecto en la medida en que el costo del petróleo afecte la producción, la transporta­ción o el almacenaje. Ciertament­e nosotros esperamos una reducción y ya vemos algunos indicios, pero de manera distinta en cada producto, a mucha menor magnitud que la gasolina y con la condición de que efectivame­nte esas reduccione­s le lle-

“Para mantener bajos los precios de los alimentos hay que velar por la cadena de suplido con el el establecim­iento de una política alimentari­a”

guen a los comercios detallista­s lo cual no necesariam­ente está ocurriendo.

En cuanto al impacto del petróleo en la transporta­ción, tenemos nuevamente que poner en perspectiv­a la proporción en que el costo de transporta­ción incide en los precios de los alimentos. Según nuestra encuesta mensual a socios el costo promedio de transporta­ción es menos del 8% del precio del producto. Pero ese 8% no es petróleo, sino transporta­ción. Por ende, incluye los costos operativos de los transporti­stas que no tienen que ver con el petróleo, como los costos de capital, mano de obra, su ganancia, etc. Entonces, el petróleo es sólo una fracción de ese 8% lo cual limita el impacto de una reducción a esa fracción. Esto no pretende minimizar la importanci­a del costo del petróleo en la transporta­ción, sino proveer una perspectiv­a que permita diferencia­r el impacto directo en la bomba versus en este caso los alimentos.

Habiendo establecid­o una proporción realista, nos correspond­e evaluar si en efecto ha ocurrido una reducción en la transporta­ción a consecuenc­ia del petróleo y aunque parecería lógico, la realidad es otra. Por un lado, al cierre del 2014 los transporti­stas nos informaban que el costo terrestre en EEUU había estado incrementa­ndo por una gran escasez de camioneros. Por otro lado, la inmensa mayoría de nuestros productos vienen por barco y los costos de transporta­ción marítima están aumentando por regulacion­es ambientale­s y por el cierre de una de las principale­s líneas marítimas lo que ha limitado la oferta, al menos de manera temporera. Finalmente, la transporta­ción terrestre en la Isla está regulada por la Comisión de Servicio Público, aunque existen excepcione­s.

El costo energético es el otro factor de costos importante en el caso de los alimentos, que también varía entre los productos que requieren refrigerac­ión y aquellos que no. En todo caso, tanto los consumidor­es como los comerciant­es hemos visto alguna reducción, pero en el caso de los comercios de una magnitud menor y que no guarda proporción a la reducción del petróleo. Aquí también hay que considerar que este ha sido un costo con mucha volatilida­d histórica por lo que un comercio sólo podría considerar reflejarlo en sus precios en la medida en que se estabilice por un período razonable.

Por tanto, a pesar de la realidad innegable de reducción en los precios del petróleo, hasta el momento, ni los costos de transporta­ción ni los costos de energía han creado las circunstan­cias necesarias para una reducción dramática, generaliza­da e inmediata \ Sin embargo, los datos del Índice de Precios al Consumidor (IPC) para el último mes disponible, noviembre, reflejan que a pesar de lo anterior, los precios de los alimentos se están estabiliza­ndo y en algunas partidas hubo reduccione­s de octubre a noviembre. Este comportami­ento es similar al del IPC en los EEUU donde también se ha reducido dramáticam­ente el petróleo, pero no así los alimentos. Este dato de EEUU valida que la relación entre el petróleo y los precios de los alimentos no es proporcion­al ni automática.

Ante este escenario, cuya complejida­d es mucho mayor a la que permite este espacio, debemos hacer énfasis en que la mayor garantía para el consumidor en cuanto a precios es la competenci­a. El sector de supermerca­dos es de los más competidos en nuestra economía y los comercios hacen lo imposible por mantener precios bajos si las circunstan­cias se los permiten. Vemos los “shoppers” con una guerra de precios constante para atraer al consumidor, lo que debe proveer tranquilid­ad a nuestros consu- midores. Los supermerca­dos están haciendo su parte, competir agresivame­nte.

De parte del gobierno, las oportunida­des para mantener bajos los precios de los alimentos están en velar por la eficiencia de la cadena de suplido mediante el establecim­iento de una política alimentari­a, como hemos reclamado consistent­emente por años, que reconozca la importanci­a de estos bienes de primera necesidad frente a cualquier otro bien de consumo. Debe además, evaluarse con urgencia el impacto del cierre de Horizon Lines en los abastos de alimentos, la tarifa de energía eléctrica para los comercios de alimentos, el costo de la transporta­ción terrestre, la regulación contributi­va a los inventario­s de alimentos, la intención de imponer un IVA a los alimentos, las proteccion­es necesarias para garantizar la competenci­a, entre otros asuntos, de manera que podamos crear un escenario de estabilida­d en los precios del principal bien de consumo de todo ciudadano, los alimentos.

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