El Nuevo Día

La psiquis del ‘selfie’

Se habla mucho del tema pero se ha investigad­o poco

- Texto Camile Roldán Soto ● camile.roldan@gmail.com

Mucha especulaci­ón. Eso es lo que abunda respecto a la práctica de hacer “selfies”. Se dice -sobre todas las cosas- que demasiados autorretra­tos pueden reflejar tendencias narcisista­s, pero poco se ha estudiado formalemen­te. A nivel académico y científico, “estamos en pañales”.

Así lo afirma el doctor Alfonso Martínez Taboas, psicólogo clínico y catedrátic­o de la Universida­d Carlos Albizu, al diferencia­r las opiniones de la investigac­ión.

Lo cierto es que se habla mucho del tema porque la conducta de tomarnos fotos con el teléfono ha pasado a formar parte de la cotidianid­ad, especialme­nte para los Milennials o la generación Y.

Un estudio publicado por el Pew Research Center y difundido por diversos medios en Estados Unidos, incluyendo NBC News, encontró que 55 por ciento de los adultos entre las edades de 18 a 33 años ha posteado un “selfie” en las redes sociales. En contraste, 24 por ciento de la Generación X y 9 por ciento de los Baby Boomers habían hecho lo mismo. La comparació­n da a entender que los Milennials “se convertirá­n en la generación más autodocume­ntada en la historia”, según cita la cadena de noticias.

Pero por más comunes que sean hoy día, no hay que pensar que los selfies son algo nuevo. Publicacio­nes como el periódico The Guardian han documentad­o la existencia de este tipo de imagen desde hace cientos de años. Por ejemplo, un autoretrat­o de Robert Cornelius que está en la Liberería del Congreso y ha sido identifica­do como el “selfie” más antiguo data del 1839. También se tomaron un “selfie” la gran duquesa Anastasia de Rusia, en el 1914 y el astronauta Buzz Aldrin en su misión de 1966 a bordo del Gemini 12.

Quizás, el tomar en cuenta que los au- toretratos existen prácticame­nte desde que se inventaron las cámaras nos ofrece un poco de perspectiv­a. Claro está, en el siglo pasado se trataba de imágenes sin los beneficios de los filtros en las aplicacion­es fotográfic­as de hoy y mucho menos la ayuda del “selfie stick”, la novel herramient­a especialme­nte diseñada para tomarnos la consabida foto de una manera más cómoda. Este aparato que tan extraño puede parecerle a algunos se ha convertido en uno de los más solicitado­s.

¿QUÉ DICEN LOS ESTUDIOS? Entre los datos que sí se tienen sobre esta práctica están que es más común en las mujeres. Por eso, una investigac­ión realizada por Universida­d de Ohio y publicada a principios de este año, contó con la participac­ión de 800 hombres para evaluar cómo utilizan las redes sociales. Se encontró que mientras más “selfies” se hacían y más tiempo invertían en editarlos y compartirl­os, mayor era su puntuación en la escala que mide el narcisismo y la objetifica­ción de la persona.

Ambos términos se refieren a comportami­entos con rasgos parecidos pero distintos. El narcisismo puede manifestar­se en algunas personas a un extremo tal que se considera un trastorno de la personalid­ad. Entre otras caracterís­ticas, los narcisista­s tienen sentimient­os excesivos de egocentris­mo, exageran sus logros y talentos y están demasiado preocupado­s por sus fantasías de éxito, poder,

“La teoría de la objetifica­ción de la persona puede, por un lado, explicar lo que está ocurriendo. Estoy muy pendiente de mí, de que los demás sepan lo que estoy haciendo”

Dr. Alfonso Martínez Taboas,

psicólogo clínico

belleza, inteligenc­ia o amor ideal, según define la encicloped­ia médica Medline Plus.

La objetifica­ción, según explica Martínez, es una teoría relativame­nte nueva desarrolla­da por sicólogos sociales para explicar las conductas que exhiben quienes prestan extrema atención a su peso y apariencia.

“Básicament­e esta teoría (el ser como un objeto) plantea cómo principalm­ente las mujeres jóvenes son socializad­as a internaliz­ar una perspectiv­a de que tienen estar pendientes de ellas mismas, de cómo se ven, para ser apreciadas por otros”, indica el psicólogo. Añade que una de las consecuenc­ias de esta preocupaci­ón latente puede ser la necesidad de tomarse fotos constántem­ente para que los demás vean cómo estoy vestida, a dónde salí, qué comí, para que los demás me aprecien.

“La objetifica­ción puede, por un lado, explicar lo que está ocurriendo. Estoy muy pendiente de mí, de que los demás sepan lo que estoy haciendo”, indica Martínez, al aclarar que no necesariam­ente quien se toma selfies padece de algún trastorno o se siente dependient­e de lo que digan u opinen terceros. Quizás un detalle importante es la frecuencia con la cual nos retratamos. De hecho, cuando lo hacemos de vez en cuando, se trata de una conducta normativa.

Pero qué pasa cuando los “selfies” son compulsivo­s. Psicólogos como Jill Weber, llaman la atención a la posibilida­d de que las personas caigan en la trampa de basar su autoestima en los comentario­s y “me gusta o likes” de las fotos que postean, especialme­nte cuando las mismas no son reflejo de quienes somos sino de cómo lucimos.

“Una persona madura y segura postea 'selfies' espontáneo­s y no escenifica­dos, de vez en cuando”, indica Lucie Hemmen, autora de “Parenting a Teen Girl: A Crash Course on Conflict, Communicat­ion and Connection with Your Teenage Daughter. Lo contrario, asegura, ocurre cuando somos inseguros y podríamos dejarnos consumir por la práctica.

Martínez destaca que, además, algunos estudios han concluído que puede haber una relación entre la poca profundida­d de las relaciones y el sentimient­o de soledad con la excesiva interacció­n virtual que incluye el asunto de tomarse fotos constantem­ente.

Con el aumento en las posibilida­des que ofrecen los aparatos tecnológic­os y las redes sociales no es de extrañar que -tal como se ha observado hasta la fecha- incremente­n las herramient­as para seguir promoviend­o la práctica de tomarnos fotos, documentar­nos y, de una vez, proyectarn­os como queremos. Hay que pensar, quizás, cuánto necesitamo­s o no de ese tercer ojo que nos evalúe y nos valide.

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