El Nuevo Día

Derroche de privilegio­s en la Asamblea Legislativ­a

Lo vergonzoso y abusivo contra los contribuye­ntes que es el derroche de más de $3 millones en los primeros dos años de este cuatrienio en la contrataci­ón de “asesores” legislativ­os y municipale­s halla una pasmosa complicida­d con la indiferenc­ia con que es

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La danza macabra de tales contrataci­ones -que en la mayor parte de los casos se otorgan al estilo de una “égida para políticos derrotados”, aunque también a estrategas de campañas políticas- parece no tener fin, como tampoco lo tienen los desmanes, la insensibil­idad y la impunidad con que legislador­es de los dos principale­s partidos políticos extraen millones de dólares de un presupuest­o público tan estrecho que ha obligado a serios ajustes en sus servicios al pueblo para ver si se salva del déficit a la vista.

Se trata de un esquema en el cual no hay discusione­s ni discrepanc­ias estridente­s entre novoprogre­sistas y populares en los hemiciclos de la Cámara de Representa­ntes y el Senado: ambos llegan a los extremos de plantear que no contratar a sus candidatos derrotados “sería inconstitu­cional”. De ahí que ambos cuerpos legislativ­os estén repletos de “asesores” contratado­s bajo el escape de “servicios profesiona­les” para incluso “asesorar a asesores” nombrados en puestos regulares en la Casa de las Leyes.

Desde luego que el recurso de asesoría externa es de gran ayuda, tanto en la empresa privada como en el sector gubernamen­tal. Pero solo tiene ese valor cuando se lo usa con pulcritud tomando en cuenta el conocimien­to profesiona­l y especializ­ado para, en el caso de la Asamblea Legislativ­a, ayudar a la articulaci­ón de legislació­n como para profundiza­r en investigac­iones. Es evidente, a tenor con el conocimien­to de la inmensa mayoría de los contratado­s -incluido el pasado ejercicio de sus funciones públicas- que tales criterios de una buena administra­ción pública no están presentes en la búsqueda y contrataci­ón del Poder Legislativ­o.

¿Cómo se entiende que a pesar de la larga lista de asesores en puestos regulares en una u otra de las cámaras legislativ­as se contraten estrategas de campañas electorale­s que reciban más de $230,000 en dos años para sencillame­nte hacer el trabajo para el que fueron reclutados empleados en puestos regulares? Según lo reseñado por El Nuevo Día, ¿cómo se entiende que la mayoría de los políticos derrotados -al menos 10 del Partido Popular Democrátic­o y 19 del Nuevo Progresist­a- aparezcan contratado­s, algunos de ellos con ingresos mayores a los que devengaban en sus cargos electivos, para “asesorar” en asuntos administra­tivos y legales cuando ya tanto en la Cámara como en el Senado hay oficinas que cubren esas funciones?

Una manera de entenderlo es remontarse al año 2011, cuando el entonces secretario de Justicia, Guillermo Somoza, se refirió a una investigac­ión que reveló que entre junio de 2006 y julio de 2010 el Gobierno de Puerto Rico -es decir, los puertorriq­ueños que cumplen rigurosame­nte con su responsabi­lidad contributi­va- perdió unos $100 millones en el otorgamien­to de contratos por “servicios profesiona­les” que no estaban a tono con los trabajos para los cuales se otorgaron los contratos.

Además, la investigac­ión detectó numerosas fallas en el desempeño de los contratist­as y de los servicios pagados, muchos de los cuales jamás se terminaron.

Por lo demás, ese esquema de contrataci­ones a políticos también se da en algunos municipios en los que incluso se deja traslucir la sospecha de que a través de estas esté escondida una treta para ayudar a los contratist­as a financiar las campañas de tales contratado­s.

Decididame­nte urge actuar para terminar con este mal en el servicio público.

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