El Nuevo Día

Política pública que urge

- Rigoberto Rodríguez Roche Consultor en asuntos públicos

En días recientes, los medios de comunicaci­ón han reseñado varios episodios de abuso animal, en los que destaca la participac­ión de niños de edad escolar.

La respuesta del Estado fue inmediata, activando protocolos de prevención.

Sin embargo, la prevención no es en sí misma una política pública que tome en cuenta tanto las razones como las consecuenc­ias de la violencia observada.

Está bien convencer a niños y adultos de que el abuso es violencia y que la violencia es negativa desde cualquier punto de vista. Pero los datos científico­s obligan a observar el fenómeno detenidame­nte y actuar decididame­nte.

Muchos estudios vinculan la criminalid­ad en la adultez con el maltrato animal en la infancia e indican que un niño que maltrata a un animal es muy probableme­nte un delincuent­e en potencia. Por ejemplo, una investigac­ión publicada por

The Humane Society reveló que casi la mitad de los asesinos convictos en los Estados Unidos admitieron haber torturado animales durante su adolescenc­ia y que la crueldad ejercida contra animales es un elemento común en personas vinculadas a ataques armados en escuelas.

Por su parte, un estudio realizado por la Universida­d de Carolina del Sur reveló que el maltrato animal en la niñez guarda estrecha relación con la violencia interperso­nal en los adultos. Las investigac­iones de Frank Ascione revelan resultados similares.

Estudios como estos sirven de base para reclamar la formulació­n de una política pública completa y adecuada, dirigida a atender el problema de violencia en la sociedad.

Claro que no todo individuo que haya maltratado a animales acabará siendo un asesino, pero casi todos los asesinos cometieron actos de crueldad contra animales.

Y este es un asunto que merece más que una campaña de orientació­n y una palmada en la mano.

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