Política pública que urge
En días recientes, los medios de comunicación han reseñado varios episodios de abuso animal, en los que destaca la participación de niños de edad escolar.
La respuesta del Estado fue inmediata, activando protocolos de prevención.
Sin embargo, la prevención no es en sí misma una política pública que tome en cuenta tanto las razones como las consecuencias de la violencia observada.
Está bien convencer a niños y adultos de que el abuso es violencia y que la violencia es negativa desde cualquier punto de vista. Pero los datos científicos obligan a observar el fenómeno detenidamente y actuar decididamente.
Muchos estudios vinculan la criminalidad en la adultez con el maltrato animal en la infancia e indican que un niño que maltrata a un animal es muy probablemente un delincuente en potencia. Por ejemplo, una investigación publicada por
The Humane Society reveló que casi la mitad de los asesinos convictos en los Estados Unidos admitieron haber torturado animales durante su adolescencia y que la crueldad ejercida contra animales es un elemento común en personas vinculadas a ataques armados en escuelas.
Por su parte, un estudio realizado por la Universidad de Carolina del Sur reveló que el maltrato animal en la niñez guarda estrecha relación con la violencia interpersonal en los adultos. Las investigaciones de Frank Ascione revelan resultados similares.
Estudios como estos sirven de base para reclamar la formulación de una política pública completa y adecuada, dirigida a atender el problema de violencia en la sociedad.
Claro que no todo individuo que haya maltratado a animales acabará siendo un asesino, pero casi todos los asesinos cometieron actos de crueldad contra animales.
Y este es un asunto que merece más que una campaña de orientación y una palmada en la mano.