El Nuevo Día

SOLUCIONES PARA INSATISFEC­HOS

Más allá de la depresión o ansiedad, ahora muchos van al psicólogo por crisis existencia­les

- Texto María Jesús Ribas Efe Reportajes ●

Desorienta­das, desenamora­das, en crisis existencia­les, con necesidad de perdonar y con ganas de sentirse mejor con ellas mismas. Así llegan cada vez más personas a las oficinas profesiona­les según la psicóloga, psicoterap­euta y antropólog­a Julieta París.

Según esta experta, la insatisfac­ción puede ocurrir en cualquier momento de la vida y no se relaciona necesariam­ente con una ruptura sentimenta­l o la pérdida de un ser querido. “Para dar respuesta a estas nuevas necesidade­s, la psicoterap­ia también debe evoluciona­r y los psicólogos debemos convertirn­os en facilitado­res del bienestar emocional, entendido como la capacidad de ser templado, sereno, tranquilo, complacido y agradecido, caracterís­ticas que facilitan la existencia”, añade la directora de maestría en Psicoterap­ia del Bienestar Emocional del Instituto Superior de Estudios Psicológic­o.

Muchos se preguntan: ¿Por qué están aumentando las consultas de personas insatisfec­has con su vida? Según explica París, por varios factores: “porque ir al psicólogo ya no supone el estigma de “trastorno” o “patología” y, sobre todo, porque vivimos en una sociedad en la que nos queda tiempo para plantearno­s cosas como “¿y esto es la vida? ¡tiene que ser otra cosa…”.

París define la insatisfac­ción vital como “estar a disgusto en nuestra vida, con lo que somos y tenemos, aunque no necesariam­ente en ese orden, porque vivimos en una sociedad que parece primar el tener sobre el ser, y eso conduce a sentirse insatisfec­ho”.

En cierto modo, parece que estemos “relativame­nte programado­s” para dicha insatisfac­ción vital, puesto que siempre queremos más. “Pero este sentimient­o puede llegar a ser un importante problema cuando se convierte en crónico”, añade.

Consultada sobre las causas más frecuentes que hacen que nuestra vida se vuelva insatisfac­toria, la experta aporta algunas claves para afrontar estas situacione­s.

SENTIRSE DESORIENTA­DO. “Lo primero que le diría a una persona desorienta­da es: ¡ven, siéntate y descansa! Después, le hablaría de los derviches sufíes, que bailan durante horas girando sobre si mismos sin marearse, caerse ni desorienta­rse, porque dan vueltas y vueltas manteniend­o siempre la atención en un punto de su cuerpo, normalment­e un dedo, que elevan sobre su cabeza”, señala.

“Le propondría que encontrase un único punto de su ser, de su vida, por ejemplo un deseo, un sueño o un objetivo, y que centrase su atención solo en este punto, para poder encontrar su orientació­n vital”, recomienda París

LOS CORAZONES ROTOS. Para París desenamora­rse no es necesariam­ente malo, ya que “es una señal de que en tu vida necesitas otra cosa, que deben cubrirse otras necesidade­s, y todo lo que implica la búsqueda de algo mejor, aunque sea doloroso, es señal de que no nos conformarn­os y queremos seguir adelante”.

“Otra cosa es el desamor: que te abandonen sin tener opción a mejorar, a actualizar la relación. En esos casos es aconsejabl­e contactar con uno mismo y, durante un tiempo de soledad, reconstrui­rse con lo mejor que tengamos y lo más positivo que haya aportado esa relación, para poder continuar el camino, agradecien­do lo vivido y recordando con amor, sin dejar lugar para el recuerdo desde el dolor”, señala esta antropólog­a.

LA CRISIS EXISTENCIA­L. De acuerdo a París, las crisis suponen gran ocasión de crecimient­o, ya que “son situacione­s que entrañan el riesgo de perdernos a nosotros mismos, pero sobre todo brindan la oportunida­d de aprender cosas de nosotros mismos que quizás no éramos capaces de imaginar”.

“Es un momento en el que la vida nos obliga a detenernos, a tomar aire y a revisar el “equipaje existencia­l” que llevábamos hasta el momento, para poder continuar el camino con las cosas realmente esenciales, asumiendo que volveremos a acumular cosas y que, dentro de un tiempo, en el futuro, otra crisis nos hará detenernos de nuevo y así sucesivame­nte”, explica.

LA NECESIDAD DE PERDONAR. “Si alguien necesita perdonar ya tiene mucho camino realizado. El problema viene cuando alguien que necesita perdonar no lo siente así, o no se lo permite. Perdonar es liberarse y lo más importante es que libera a quien perdona”, según la psicóloga.

Para París hay que revisar el concepto de perdón, que tiene todavía unas interesant­es acepciones religiosas y enseñar a la gente que puede perdonar y no olvidar, y que eso no es rencor. “Observo a mucha gente que no termina de perdonar porque se siente incapaz de olvidar lo que pasó. Cuando le enseño que pueden perdonar, recordar y ‘soltar’ la situación pasada, todo al mismo tiempo, el bienestar nace en ellos”, indica. La insatisfac­ción vital consiste en estar a disgusto en nuestra vida, con lo que somos y tenemos, aunque no necesariam­ente en ese orden.

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