Reestructuración, no hay otra salida
La complicadísima situación fiscal que enfrenta el Gobierno ha llegado a un nivel insostenible. El tiempo de las soluciones parciales terminó. La administración del gobernador Alejandro García Padilla ha emprendido reformas importantes y se le aplaude. Pero hace falta más. Y hace falta también que la oposición, la Legislatura, los alcaldes, el sector privado, los grupos de interés y toda la sociedad lo entiendan: las soluciones radicales son ya impostergables y seguir dándole largas a la situación nos llevará a una coyuntura aun más crítica.
En concreto, debe iniciarse un proceso de acercamiento con los bonistas a los fines de renegociar o reestructurar las condiciones de repago de una deuda inmanejable. Pero reestructurar sin otras medidas dolorosas, pero necesarias, solo nos salvaría del abismo durante un tiempo y continuar las prácticas actuales nos pondrían en el futuro en la misma situación.
Por lo tanto, exigimos también una reorganización total del aparato gubernamental, incluyendo las corporaciones públicas, la mayoría de las cuales han arrastrado por años pérdidas multimillonarias. Igualmente, exigimos una reforma contributiva justa, que fomente la inversión que al fin haga despegar una economía que lleva casi diez años paralizada. El estado de las finanzas públicas no nos exige menos. La deuda, como la hemos conocido, asciende a $72,796 millones, el 96% del Producto Nacional Bruto (PNB). Alimentar ese monstruo cuesta cerca de $4,800 millones anuales. Ese es dinero que no está disponible para materiales en las escuelas, reparar carreteras o para inversión pública que reactive la economía. Mas si sumamos a eso el monto de los intereses de dicha deuda, los déficits de los sistemas de retiro y las insuficiencias en la tarjeta de salud, el monto real es de $167,460 millones, una cifra espantosa. Esta situación se da al tiempo en que, como en un círculo vicioso infernal, se acelera la emigración y se reducen los recaudos, lo cual hace que cada día la cuesta se haga más empinada. No se necesita ser un economista de Harvard para entender que esa es una carga insostenible.
La viabilidad de Puerto Rico como estado está en juego. Seguir ocultando la cabeza como el avestruz, esperando desenlaces milagrosos sin base en ninguna realidad objetiva, no puede seguir siendo el curso de acción. El momento de actuar llegó. Reestructuración de la deuda, reorganización del Gobierno y reforma contributiva efectiva son las únicas salidas.
Seguir esperando no es opción. Es hora de doblegar el animal político y unirnos por el bien común de Puerto Rico. El tiempo se acabó.