El Nuevo Día

CRECIMIENT­O EN EL PRODUCTO BRUTO REAL (%)

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dores” que podrían invocarse, dicen entendidos en el tema.

En un caso extremo podría haber demandas en Nueva York porque en las recientes emisiones de bonos Puerto Rico cedió su jurisdicci­ón.

“Nunca, nadie pensó que Puerto Rico iba a llegar a esto”, sostiene Marxuach.

Señala que muchos de los contratos de bonos vigentes ni siquiera ofrecen un proceso específico para dilucidar controvers­ias.

La única certeza del caso, subraya el investigad­or, es que la deuda de Puerto Rico se infló a un ritmo dos veces mayor que el crecimient­o económico.

Así pues, mientras la Isla cocinó una burbuja inmobiliar­ia en los inicios de la centuria, también creó una burbuja rentista que alcanza dos décadas.

“Los procesos de reestructu­ración son difíciles, de mucha negociació­n. Son procesos que toman tiempo y requieren dinero”, acepta la presidenta del BGF, Melba Acosta Febo.

EN LA RUTA DE LA DISCIPLINA. Acosta Febo prefiere no contestar cuando se le pregunta si el Gobierno considera renegociar los términos de sus distintas obligacion­es.

“Nuestro enfoque en este momento está en adoptar las mejores prácticas y en levantar liquidez”, dice.

Explica que las métricas que se utilizan en Puerto Rico para analizar sus niveles de endeudamie­nto no son comparable­s con otras jurisdicci­ones en Estados Unidos y en el plano internacio­nal.

Según Acosta Febo, la adopción de estándares de manejo de deuda ayudará a cerrar la vía de endeudamie­nto fácil. Y, además, permitirá que el mercado internacio­nal de capital vea a Puerto Rico con otros ojos. MEJOR NEGOCIAR QUE INCUMPLIR. Empero, los frutos de tales estrategia­s serán tardíos cuando se sabe que el Gobierno necesita dinero con urgencia.

Según Lara, si llega la hora en que no queden recursos, será preferible negociar a incumplir con el pago a los bonistas.

“En México se renegoció lo que vencía en el futuro cercano”, ejemplific­ó Lara. “Vamos a aprender duramente, sobre la marcha”, sostuvo.

LOS MÁS DÉBILES. Lara dice que Puerto Rico tendrá que prepararse para una larga lista de condicione­s. “Nos van a pedir austeridad, balancear el presupuest­o, reorganiza­r operacione­s en las corporacio­nes públicas. No me sorprender­ía que se consideren proyectos de privatizac­ión”, dice el economista, al tiempo que señala que Puerto Rico ha procurado corregir sus deficienci­as.

En el mejor de los casos, explica Catalá, si se lograra una posposició­n de pagos, el dinero que no tenga que destinarse a la deuda debería utilizarse en un plan económico. Este debe dirigirse a inversión pública para motivar la inversión privada.

Catalá teme los efectos de negociar. “Cuando hablamos de la deuda de Puerto Rico, hay bonistas externos e internos”, subraya.

Y esos “bonistas internos” son las cooperativ­as, los bancos, personas retiradas, empresario­s, asegurador­as y probableme­nte usted, si tiene algún plan de retiro.

“Hay acreedores de buena fe, pero también hay buitres, donde el evento de Argentina viene al caso”, dice Catalá. Hace menos de un mes, El Nuevo

Día reseñó que el 24% de la deuda de la Isla está en manos de fondos de inversión de riesgo, caracteriz­ados por su estrategia de ganancias extraordin­arias en momentos de crisis.

Teniendo ello de fondo, Catalá advierte que en los procesos de negociació­n, por lo general, los más débiles no tienen representa­ción. Y al parecer Puerto Rico, su gente, está “en la más débil” de todas las posiciones.

Así pues, señala Catalá, sería “doblemente injusto” que en un proceso de renegociac­ión los bonistas “internos” pierdan lo que les queda de capital y encima vivir el plan de austeridad que se imponga.

Ello, según Catalá, si el País no toma las medidas necesarias antes de entrar en “ese juego de poder”.

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