El Nuevo Día

La figura paternal de Emilio

Familiares y amigos del escritor narran las vivencias de Emilio Díaz Valcárcel como padre y esposo durante su funeral. Sus hijos agradecen la educación y crianza interdisci­plinaria que les brindó.

- Coral N. Negrón Almodóvar coral.negron@gfrmedia.com Twitter: @coral_negron

Durante la mañana de ayer los familiares y amigos allegados del fenecido escritor Emilio Díaz Valcárcel llevaron a cabo un acto fúnebre sencillo y emotivo.

Se conmemoró su desempeño e intelecto, pero más que eso las vivencias que lo transforma­ron no solo en un revolucion­ario dentro de la literatura hispanoame­ricana, sino en un hombre apartado de los roles de género de la época.

Díaz Valcárcel formó parte del contexto en el que se reconoció el derecho de los niños puertorriq­ueños a recibir una educación primaria y secundaria gratuitame­nte. Sin embargo, demostró que para él la principal escuela era el propio hogar.

Desde que se convirtió en padre, hizo de la crianza de sus seis hijos, Raymundo, Claribel, Luis, Pedro, Paloma y Lydia, una aventura diaria de enseñanza y apreciació­n al arte con lecturas ávidas y música clásica.

El narrador de relatos y memorias, dedicaba tiempo de calidad a su familia, sin considerar como un obstáculo las exigencias de una profesión que le exigía plena dedicación.

Para destacarse en el cuido de su descendenc­ia junto a su esposa Lydia Cosme, quien ayer trazó un retrato de su compañero de vida con sus relatos, presenció conciertos, viajó constantem­ente e integró a quienes le rodeaban a su voraz apetito por conocer principios de matemática y ciencia.

De hecho, Pedro reconoce que su progenitor le dio una educación tan buena que logró proseguir estudios en el conservato­rio de artes Juilliard, en la ciudad de Nueva York.

“Mi padre me otorgó una educación completa y ha dejado una huella en mí que veneraré por siempre”, comentó quien forma parte de la sección de cuerno inglés en la orquesta de Metropolit­an Opera.

Pedro Díaz enalteció la figura de su papá explicando que gracias a él aprendió la esencia de vivir, “de valorar museos, estudiar, comer en diferentes países y viajar”.

Por otro lado, la sobrina política de Valcárcel, Maritere Laborde, indicó que su tío también era un “amante de la música, de la salsa vieja, del merengue de Juan Luis Guerra”.

Laborde destacó que constantem­ente lo veía en su casa sentado al lado del tocadiscos. “Tío Millito siempre estaba de buen humor, era un hombre que disfrutaba de la plática, de corregir a

quienes utilizaran expresione­s erróneas con la lengua castellana”.

Para el autor de Figuracion­es del mes de marzo, El asedio y El hombre que trabajó el lunes, entre otras tantas obras, no existía nada más preciado que la lengua que protagoniz­ó toda su obra. Por eso, pasaba largas horas del día leyendo, siempre en la sala de su casa en Trujillo Alto.

“Emilio educó a sus hijos intelectua­lmente, las lecciones de música las tuvieron en casa, al igual que las de honestidad”, narró su viuda muy emocionada, ya que , a la par con haber procreado cuatro hijos con don Emilio, fue clave para que se convirtier­a en un erudito.

Según Claribel, su padre no hubiese sido quien fue sin Cosme porque ella “La colaborado­ra” era la organizaci­ón del hogar, la que decía “apaga la televisión y vete a escribir”.

Fue su fiel compañera desde que lo conoció en una despedida de soltera en 1960, enamorándo­se súbitament­e de un hombre “trabajador y sencillo” que le gustaban los espectácul­os musicales y que, a pesar de su complicada salud, la llevó a ver la última presentaci­ón de Cheo Feliciano.

“Emilio era un hombre familiar que siempre trabajó desde casa, pero nunca entendió lo que valía, nunca buscó publicidad porque su propósito era la tertulia”, expresó la mujer que estuvo a su lado por 53 años y lo ayudó a editar sus últimas obras.

LO RECUERDAN SUS AMIGOS. Por otra parte, Edgardo López Ferrer, poeta pertenecie­nte al Grupo Guajana, se manifestó similarmen­te.

“Él siempre participab­a de las tertulias en el Bar Seda del Viejo San Juan y en el Patio de Sam con escritores, pintores, cineastas, sin embargo, lo que más cautivaba era su empatía hacia ellos, su cordialida­d y generosida­d hacia la emergencia artística”, comentó López quien admira su obra Pro

ceso en diciembre por “ser una gran comunicado­ra sobre la memorias bélicas de los 60’”.

Otros poetas amigos como María Arrillaga y Wenceslao Serra Deliz no contuviero­n sus emociones al hablar de la “revolución literaria” que cambió el panorama de las letras con una temática reflejo de la situación del país.

Díaz Válcarcel perteneció a la sepa de grandes escritores como René Marqués, José Luis González y Pedro Juan Soto, aunque su técnica narrativa era algo distinta.

Exaltaba la insatisfac­ción interna de los boricuas que se marchan buscando progreso, pero que persisten con la idea de un regreso idóneo al país que los vio nacer. Su amor por Puerto Rico se percibe en sus escritos, en su recuerdo, en la voz de su hijo mayor que tocando el ferétro decorado por una gigante bandera puertorriq­ueña con el triángulo azul celeste enunció “antes que nada, mi padre amaba este país, esta patria”.

El legado del “renovador del cuento y la novela”, como se le conoció, se ve en la Universida­d de Puerto Rico donde fundó el Departamen­to de Español de la Facultad de Estudios Generales y trabajó como profesor de Lengua y Literatura hasta 1995.

De hecho, el secretario de Estado, David Bernier, presente también ayer en el Ateneo, sostuvo que Díaz Valcárcel era un ejemplo para esta generación por haber vivido una vida plena siendo querido por tantos.

“Su familia repasa su vida con tanto amor y gratitud que ya quisiéramo­s todos que el día que nos toque se nos pueda respetar y querer de esta manera”, comentó.

Valcárcel falleció el lunes, 2 de febrero, por una enfermedad que le impedía total manejo de sus facultades. No obstante, Ramón Luis Acevedo, Presidente del Instituto de Literatura, manifestó que “vivirá en su trabajo que lo destaca como uno de los mejores escritores de la literatura hispanoame­ricana y puertorriq­ueña”.

“Antes que nada, mi padre amaba este país, esta patria”

RAYMUNDO DÍAZ

Músico de la Orquesta Sinfónica “Emilio no hubiera sido Emilio sin Lydia”

CLARIBEL DÍAZ

Abogada

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Pedro Díaz elogió de su padre el bagaje cultural que legó a toda la familia, así como el amor patriótico.
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Escritores y familiares realizaron guardias de honor ante el féretro de Díaz Valcárcel.
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