El Nuevo Día

La tragedia invisible

- Escritor André Candelario

No hicieron más que terminarse los sorpresivo­s discursos del presidente Barack Obama y del presidente dictador Raúl Castro, aquel 17 de diciembre del año pasado, para reanudar las relaciones diplomátic­as entre ambos países, -rotas por más de cincuenta años- ,cuando los diferentes grupos de intereses económicos, comenzaron a desempolva­r las viejas máquinas calculador­as de hacer negocios con la cercana isla.

El eje de esa antigua controvers­ia esta constituid­o por el famoso y polémico embargo comercial, económico y financiero impuesto por Estados Unidos sobre Cuba en octubre de 1960, como respuesta a las expropiaci­ones hechas por la recién implantada dictadura castro-comunista, de propiedade­s a ciudadanos y compañías norteameri­canas.

Con el paso del tiempo fue arreciando la naturaleza de esa medida, y en el 1992, el embargo adquirió el carácter de ley, que estableció que dicho embargo permanecer­ía mientras el gobierno de Cuba no diera pasos hacia la democratiz­ación y mostrara más respeto hacia los derechos humanos.

En el 1996, el Congreso norteameri­cano aprobó la llamada “Ley Helms-Burton”, que eliminó la posibilida­d de hacer negocios dentro de la isla o con el gobierno de Cuba por parte de ciudadanos norteameri­canos.

En estos momentos, a pesar de la mencionada ley, Estados Unidos está entre los cinco principale­s socios comerciale­s de Cuba. El 66% de sus importacio­nes, considerad­as de naturaleza humanitari­a, llega desde Estados Unidos.

A pesar de los obstáculos legales que existen para suprimir el embargo -sólo el Congreso, controlado hoy por el Partido Republican­o podría levantarlo-, el presidente Obama, haciendo uso de sus amplios poderes ejecutivos, ha creado avenidas de comunicaci­ón entre ambos estados, abriendo supuestas brechas de futuro, que han despertado los instintos crematísti­cos de hacer negocio con la Antilla Mayor, sin importar que siga intacta la cincuenten­aria dictadura de los Castro.

A principios de marzo, según la comunicado­ra “Milenio”, 96 empresario­s estadounid­enses del sector agrícola, desembarca­ron en La Habana para reunirse con funcionari­os cubanos, en el inicio de una avalancha de delegacion­es que incluye los departamen­tos de Estado, Comercio y el Tesoro, a fin de facilitar las futuras negociacio­nes, los viajes de los estadounid­enses y el envío de remesas a Cuba.

La idea es que las empresas norteameri­canas inviertan en el sector de las infocomuni­caciones de la isla y vendan, desde servicios de “software” hasta computador­as y celulares, algo impensable hasta el sorpresivo 17 de diciembre pasado. En tanto, la empresa informátic­a Apple, anunció en febrero, que sus productos serán vendidos en Cuba, al tiempo que el gigante de vídeo en línea Netflix, abrió las suscripcio­nes desde la isla.

Por otro lado, una misión de empresario­s puertorriq­ueños viajará a Cuba el próximo mes de mayo, con el fin de alcanzar acuerdos comerciale­s entre ambas islas, según declaracio­nes del secretario de Es- tado, David Bernier. Expresó Bernier que, después de los discursos ofrecidos por Obama y Raúl Castro, el pasado 17 de diciembre, el gobierno de Puerto Rico ve una oportunida­d nueva para hacer negocios con “empresario­s cubanos”. ¿Empresario­s o los representa­ntes de la dictadura más antigua del hemisferio occidental?

Sin entrar todavía en la preocupaci­ón central de esta reflexión, nos preguntamo­s extrañados, ¿dónde está el mercado cubano para despertar tanto entusiasmo comercial? Suponer que una población empobrecid­a luego de sufrir por más de medio siglo un sistema fallido de producción, con un salario promedio que no llega a los $20 mensuales, estará en condicione­s de consumir las ofertas del empresaria­do extranjero, es soñar con “pajaritos preñados”.

¿Y del escenario de la violación sistemátic­a de los derechos humanos y la supresión de las libertades civiles no se habla? ¿Hay señales de mejoría, en ese renglón vital, del pasado 17 de diciembre a la fecha de hoy? ¿Ha habido alguna declaració­n de la dictadura que se proponga comenzar a respetar los derechos de esa población?

Según informa la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconcilia­ción Nacional, en el pasado mes de febrero hubo 492 detencione­s políticas, 314 más que las reportadas en enero, la cifra más alta de los últimos 6 meses. Hay que señalar que en esas acciones represivas se utilizó la violencia desproporc­ionada y toda clase de vejámenes contra disidentes no violentos, principalm­ente mujeres, que sólo pretendían ejercer sus derechos civiles elementale­s en forma pacífica.

Uno se pregunta, ¿cómo es posible pensar en hacer negocios con un país gobernado por un régimen politico-militar de naturaleza dictatoria­l, que controla la totalidad de las actividade­s económicas, con el único fin de seguir perpetuánd­ose en el poder?

¿Cómo aceptar que estemos dispuestos a hacer transaccio­nes comerciale­s con un país que tiene a su población enjaulada, empobrecid­a, humillada, sin preguntarn­os siquiera, cuánto más vamos a fortalecer a ese régimen con nuestra participac­ión? ¿Hasta cuándo seguiremos invisibili­zando la tragedia que sufre hace más de medio siglo el pueblo cubano?

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