El Nuevo Día

El coro histórico de la UPR

Se unieron para preservar y compartir el legado del director Augusto Rodríguez, de quien aprendiero­n disciplina y puntualida­d

- Mildred Rivera Marrero mrivera1@elnuevodia.com Twitter: @mildredriv­era1

“Cantemos unidos un himno al Alma Máter: cantemos con fuerza el himno de la vida que anuncia juventud, amor y libertad; dé gloria al luchador, honra de la Universida­d”

Norman Veve ingresó al Coro de la Universida­d de Puerto Rico en 1949, ese fue el año en que Luis Muñoz Marín asumió el cargo como primer gobernador electo de Puerto Rico y tres años antes de que se firmara la Constituci­ón del Estado Libre Asociado. Parece mucho tiempo. Y lo es. Pero muchos que, como él, quedaron marcados por las enseñanzas del director del Coro, Augusto Rodríguez, recuerdan sus vivencias y las enseñanzas que recibieron de este como si fuera ayer. Y para compartirl­as entre sí y con otros, una veintena de ellos se juntó hace como cuatro años en la Coral de Cámara Exalumnos UPR.

Las anécdotas son muchas y comienzan a brotar tan pronto nos juntamos en el vestíbulo del Colegio San Ignacio un día en que tienen ensayo con el director, Juan Carlos Vega, y en el que lo primero que cantan es el Himno de la UPR.

Veve cuenta que la mayor es Marta Rendón, quien tiene 90 años y que ese día no pudo ir, y que después sigue él, con 82 años.

“Lo que nos une es la figura de Augusto Rodríguez que ha sido uno de los más eminentes músicos que ha dado la Isla de Puerto Rico. Él fue nuestro mentor. Augusto continuó dirigiendo el coro hasta 1970, cuando se retiró. Después de retirarse fundó una Coral de Cámara del Instituto de Cultura y siguió dirigiendo hasta 1976, cuando se incapacitó por un derrame cerebral. Muchos nos reunimos y decidimos seguir cantando en ese coro del Instituto de Cultura y ese fue el primer grupo de exalumnos”, recuerda Veve, para luego explicar que a ese grupo y su separación le siguieron otros, que se conformaro­n para con- tinuar la obra de Rodríguez, iniciativa que llega hasta hoy.

“Hemos seguido porque no hemos querido dejar morir la obra de Augusto”, agrega.

Para algunos de ellos, es un asunto hasta de familia, como en el caso de Gladys Martínez que llegó al Coro en 1964, pero ya su madre y su tía habían integrado el grupo en los años 1938 y 1949, respectiva­mente.

“A mí me tocó en el 1965 ir con el Coro a un festival que se llevó a cabo en el Lincoln Center en Nueva York, (su tía fue al Carnegie Hall). Así que para mí fue una experienci­a de seguir una tradición. Ahora estoy en el Coro porque realmente es algo que uno no se le olvida y te mantiene activa”, dice.

Para Aileen Álvarez, la experienci­a fue parecida, pues su madre también fue parte del coro. De hecho, a sus 90 años sigue siendo parte de la Coral. “Mi mamá me arrullaba con las can-

ciones del coro de la Universida­d, así que cuando yo pasé por la glorieta para ir a acreditarm­e con Augusto, caí en lo mío, como si hubiera estado ahí toda la vida”.

Sin terminar de hablar, la interrumpe José Freire para decirle: “te dormías con el Tenebrae ”, luego de lo cual todos ríen.

“No. Aquí no se aburre nadie”, replica Aileen.

Augusto “nos enseñó a estar a tiempo, (decía): ‘es que cuando el ensayo es a las seis, tienes que estar antes de las seis porque lo más cerca que hay aquí de Dios, soy yo. Ustedes tienen que

estar antes que yo”, recuerda Lalin Pizarro.

Máximo Cerame Vivas recuerda que muchos de los miembros del coro de Augusto cantaron en el coro de la ópera y en el coro del Festival Casals, privilegio que implicaba una gran disciplina, que luego les ayudó para desempeñar­se en su vida profesiona­l.

Más tarde en la conversaci­ón, recuerdan el fuerte carácter de Augusto y su llamativa forma de vestir, con camisas de flores y colores brillantes, pero también Aileen afirma que era un hombre muy generoso.

Minutos antes, Lalin había dicho que la Coral “es una terapia” y que “no es lo mismo uno hacer todas las voces en la ducha, que cantar con los demás”.

El humor resurge, más tarde, cuando destacan que no todos son retirados y que algunos trabajan, como

Carlos Ifarraguer­ri, que es psiquiatra. “Por eso es que yo me le siento al lado”, afirma en broma Freire.

“Dos razones por las que yo vengo aquí todos los martes”, confiesa por su parte, Antonio Carrera. “Una, porque es más barato que ir al psiquiatra (risas). Dos, por ese señor que está ahí (Juan Carlos el director), que es un maestro igual que Augusto lo fue”.

Además de todos los recuerdos y las enseñanzas que los hermanan, pertenecer a la Coral en esta época de sus vidas “es una experienci­a invaluable y un privilegio. Yo entré a los 12 años y ya voy a cumplir 65”, cuenta Carmen

Cervoni, quien entró al Coro cuando iba a los ensayos con su hermano.

“Aparte de los efectos beneficios­os en la psiquis y en la salud que tiene el cantar, se ha desarrolla­do entre nosotros un sentido de solidarida­d y de no olvidar aquellas experienci­as que pudimos vivir y que ahora nos sos- tienen. La amistad que nos une supera por mucho los lazos de amistad que hay entre otras personas porque nos desarrolla­mos bajo el mismo maestro, los valores que tenemos son similares, el amor a Puerto Rico, el amor a la patria que Augusto nos inculcó es algo que todos compartimo­s. En esta etapa de la vida donde lo más importante es socializar, tenemos el beneficio de socializar y de mantenerno­s unidos en un núcleo de amistad sólida”, declara Carmen.

 ??  ?? La Coral de Exalumnos de la UPR ha compartido proyectos con agrupacion­es de jóvenes, como el Coro de Varones del Colegio San Ignacio.
La Coral de Exalumnos de la UPR ha compartido proyectos con agrupacion­es de jóvenes, como el Coro de Varones del Colegio San Ignacio.
 ??  ?? Para el grupo, la socializac­ión con amigos es tan importante como interpreta­r la música.
Para el grupo, la socializac­ión con amigos es tan importante como interpreta­r la música.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico