El Nuevo Día

Ejercicio en la vejez

- Walter Rosich Médico y profesor de Gerontolog­ía Teléfono: (787) 757-8065 De morir prematuram­ente lo haré dedicado a la contemplac­ión de las artes, el disfrute enológico y el placer de la buena mesa con queridos amigos.

No soy una persona envuelta un estilo de vida atlético pues en mi juventud tonteaba con la equivocada hipótesis de la limitación de latidos cardiacos durante la vida. Desde entonces, he pretendido ahorrar todos los que puedo. Sin embargo, mis amigos, los más queridos, para colmo, me acusan de vagancia y se jactan de todas las millas que suelen trotar todos los días. Les he advertido que el ejercicio extremo y extenuante puede ser peligroso para los sesentones y quizás a cualquier edad.

De nada me ha valido tratar de convencerl­os con el caso de Jim Fixx, aquel atleta que popularizó en la década de los 60 el trotar para mejorar la salud cardiovasc­ular y extender la vida y que murió ridículame­nte de un infarto cardiaco… mientras trotaba.

Quizás usted esté en mejor disposició­n de entender los últimos descubrimi­entos científico­s en torno a como el ejercicio extenuante puede limitar la vida.

Cuando usted somete una célula a un estímulo extremo esta requerirá mucha más energía para cumplir la demanda. La energía requerida se produce en las mitocondri­as que son estructura­s dentro de las células. Para lograr esta energía, la mitocondri­a requiere oxígeno, agua y glucosa. Su desecho tóxico serán los nefastos radicales libres los cuales pueden dañar las mismas mitocondri­as de la que proceden y provocar la muerte de las células.

En la juventud este daño no ocurre, al menos con ejercicio moderado, porque el organismo segrega antioxidan­tes que neutraliza­n los radicales libres. Según envejecemo­s la producción de antioxidan­tes baja dejando a las células vulnerable­s al ejercicio extremo.

Debe quedar claro que ejercitars­e en la vejez es de gran importanci­a para la salud física y mental. Para lograr este efecto no se requiere el ejercicio extenuante sino la suficiente actividad física que evite la disminució­n de fuerza muscular y el riesgo de incapacida­d. Si usted prefiere continuar corriendo como Forrest Gump, le recomiendo el uso diario de antioxidan­tes como las vitaminas A, E, C, ácido lipoico, L carnitina, flavonoide­s y polifenole­s.

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