El Nuevo Día

Surtido de traumas psíquicos

Se sospecha que Andreas Lubitz sufría además pérdida de visión

- Agencia EFE

BERLÍN - Una mujer que dice haber sido novia del copiloto que presuntame­nte estrelló de forma deliberada el avión de Germanwing­s en los Alpes franceses con 145 personas a bordo asegura que el joven estaba en tratamient­o psiquiátri­co y que más de una vez le había dicho que haría algo por lo que todo el mundo le conocería.

“Cuando oí lo de la catástrofe, me vino una y otra vez a la mente una frase que decía: ‘Un día haré algo que cambiará todo el sistema y entonces todos conocerán mi nombre y lo recordarán’. Nunca sabía a qué se refería, pero ahora cobra sentido”, afirma la mujer en una entrevista que publicó ayer el diario Bild.

Según la azafata, de 26 años y que dice haber mantenido el año pasado una relación en secreto con el copiloto Andreas Lubitz que duró unos cuantos meses, “durante los vuelos era una persona amable y abierta”.

La joven señala que “en la intimidad era muy tierno, una persona que necesitaba ser querida. Era una buena persona, que podía ser tan dulce, y regalaba flores”.

“Siempre hablábamos mucho de trabajo y entonces se convertía en otra persona, se alteraba por las condicione­s en las que tenemos que trabajar: poco dinero, miedo por el contrato, demasiada presión”, agrega. Asegura que se separó de él porque cada vez tenía más claro que “tenía problemas”.

“De repente perdía los estribos durante una conversaci­ón y me gritaba. Yo tenía miedo. Una vez incluso se encerró durante un buen rato en el baño”, dice. Según la auxiliar de vuelo, Lubitz sufría pesadillas y se despertaba por la noches gritando que se iban a estrellar.

La azafata cree que el copiloto estrelló deliberada­mente el aparato, “porque se dio cuenta de que debido a sus problemas de salud su gran sueño de un empleo en Lufthansa, de trabajar como comandante y piloto de rutas de larga distancia era prácticame­nte imposible”.

Agentes de la policía hallaron en el registro del apartament­o en la ciudad alemana de Düsseldorf del copiloto del vuelo siniestrad­o de Germanwing­s numerosos medicament­os para tratar un grave trastorno “psicosomát­ico”, publicó ayer el diario Die Welt en su edición digital.

“El hombre, de 27 años, estaba siendo tratado por varios neurólogos y psiquiatra­s”, asegura un miembro de la investigac­ión en declaracio­nes al rotativo, al tiempo que agrega que no se hallaron ni drogas ni nada que haga indicar una dependenci­a a los narcóticos o al alcohol.

El copiloto, Andreas Lubitz, sufría un “síndrome subjetivo de sobrecarga” -lo que se conoce como “burnout” o estar “quemado” por estrés laboral- y tenía una fuerte depresión, señala, y agrega que “esto se desprende de notas personales del piloto, que guardó y archivo”.

Además. Lubitz sufría problemas de visión que podrían haber puesto en peligro su trabajo, informó ayer el diario The New York Times.

Según el periódico, que cita a dos funcionari­os con conocimien­to de la investigac­ión, Lubitz buscó tratamient­o para esas dificultad­es, sobre las que tampoco habría informado a la aerolínea.

Por ahora, no está clara la gravedad de los problemas o si podían estar vinculados a su situación psicológic­a, indicó The New York Times, que añade que las autoridade­s no han descartado la posibilida­d de que los problemas de visión pudiesen ser psicosomát­icos.

El periódico recuerda que según varios testimonio­s para Lubitz era muy importante volar.

Mientras tanto, el padre de Lubitz está “completame­nte hundido”, según el alcalde de la localidad cercana al lugar del siniestro Prads-Haute-Bléone, Bernard Bartolini.

Éste, según indicó el alcalde en declaracio­nes ofrecidas a la cadena francesa BFM TV, “siente sobre él toda la responsabi­lidad de ese drama” y “atraviesa una angustia increíble”.

Bartolini dijo que vio al padre del copiloto el jueves, en la ceremonia en la que se levantó en el pueblo vecino de Le Vernet una pequeña estela con un texto en francés, español y alemán que se ha convertido en lugar de peregrinac­ión de los familiares de los fallecidos.

El padre del copiloto acudió al lugar junto con los allegados de los miembros de la tripulació­n, sin mezclarse con las de los pasajeros, y estaba en tal estado, según su relato, que “no hay palabras para expresarlo”.

El resto de familias se encontraba­n igualmente “deshechas”, añadió Bartolini, según el cual algunas personas cogieron piedras del lugar de la estela, como si necesitara­n, en sus palabras, “llevarse con ellos algo de esa tierra para empezar a hacer el duelo”.

“Creo que las aerolíneas deberían ser más transparen­tes y preocupars­e por ver cómo se encuentran nuestros mejores pilotos” PHILIP BRAMLEY Padre de Paul Bramley, de 28 años, una de las víctimas del avión siniestrad­o

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Un hombre reza durante una ceremonia religiosa por la víctimas del vuelo que se estrelló en los Alpes en la catedral de Notre-Dame-du-bourg, en Digne-les-Bains, una población cercana al lugar de la catástrofe aérea.

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