El Nuevo Día

NUEVA CEPA EN EL PEPINO

San Sebastián, cuna de varios grandes peloteros, está emergiendo como tierra fértil para las niñas en este deporte

- Fernando Ribas Reyes fribas@elnuevodia.com Twitter: @antolinmr7­1

SAN SEBASTIÁN. - Una rola picó mal y le rozó la cabecita a Alanys. La niña de 5 años se secó los lagrimones pasándose la diestra desde el antebrazo hasta la mano, y dos minutos después del accidente, con la misma mano agarró el tubo para batear la misma bola que le pudo haber metido miedo.

La niña es pelotera. ¿Miedo? Olvídese de eso.

Su hermana Mirelys, de 6 años, también es pelotera. Se para a batear con el codo arriba, las manos juntas, las rodillas dobladas, las piernas separadas y la vista en la bola. Hace ‘swing’ con fuerza y conecta la pelota. Pide la ‘ñapa’. La gusta la vaina.

Son compañeras de equipo en la categoría 5 y 6 años del barrio Juncal de San Sebastián, pueblo de jugadores como Tití Beníquez, El Búfalo Acevedo, Alex Díaz, Julio Valera, entre otros, y hogar de los Patrullero­s de la pelota Doble A. También son compañerit­as de otras cuatro niñas también activas en las Pequeñas Ligas de Juncal.

En el dugout está su padre y dirigente del equipo, Miguel Quintero, de barbas profundas como los jugadores de hoy día, de manos infladas, curtidas por el béisbol, el que ha jugado desde la edad de sus niñas y que sigue jugando, ahora como miembro de los Sultanes de Mayagüez en la pelota Doble A.

Las nenas son de papá y lo de papá es la pelota. ¿Qué crees mamá?

“Creí que estaba ya fuera de la pelota. Ahora sí que hay pelota para rato”, dijo mamá, Kimberly Rigual.

No están los abuelos, sobre todo abuelo Quintero, quien hizo con su hijo lo que el hijo hace ahora con las nenas. Pero hay testigos de que el abuelo está loco con las niña, lleno de nostalgia de cuando él se quemaba bajo el sol pepiniano en la línea de tercera base.

“Papi está que no cabe en la ropa”, cuenta Miguel. La tercera generación de los peloteros Quintero está encaminada. Y el deporte, en el caso del béisbol, cumplirá otra vez con su función: hacer hombres y mujeres de bien. Como bono, cumplirá su segun-

“En esta época ya esto es como un salón de clases, en el que están juntos niñas y niños. Es normal”

KIMBERLY RIGUAL

Madre de Alanys y Mirelys

da función: hacer peloteros o softbolist­as profesiona­les.

No es la primera vez, ni será la última que las niñas como Alanys y Mirelys Quintero Rigual escojan el deporte de béisbol, contrario a disciplina­s tradiciona­lmente más llamativas para ellas, como la gimnasia, el voleibol y la natación, entre otros. De hecho, ambas niñas intentaron el voleibol y la gimnasia antes de acabar en lo que llevan en la sangre: la pelota.

El presidente de las Pequeñas Ligas en San Sebastián, Javier Rivera, dijo que la participac­ión de niñas en la pelota ha crecido en el pueblo porque le dan igual oportunida­d y trato a niños que a niñas. Y Kimberly y Miguel están despreocup­ados por la imagen.

“En esta época ya esto es como un salón de clases, en el que están juntos niñas y niños. Es normal”, dijo Kim- berly sobre las niñas que usan guantes, bultos y bates de colores rosados.

PADRE Y PILOTO. Por lo demás, Miguel se encarga; tiene a esas niñas hechas unas peloterita­s. Se defienden en el terreno con guante y bate, corriendo con velocidad, con inteligenc­ia y fundamento­s. Se nota, además, que se divierten.

Saben cuándo hay que pisar defensivam­ente la base y cuando hay que tocar al corredor. Conocen cuando hay que avanzar a base y cuándo hay que quedarse anclado. Lanzan con dirección la bola y la atrapan por el piso o por el .

El otro día soprendier­on al padre y dirigente, quien estaba que se le rompían los botones de la camiseta. Una estaba en el campo corto. Había corredores en segunda y primera. Atrapó un bombo y tocó al corredor de segunda, que se había despegado. Notó que el de primera también estaba fuera de base y lo atajó para una triple jugada.

De la algarabía que se formó, la otra niña le dijo al padre y dirigente que quería jugar también en el siore en vez de primera, la posición que juegan los jugadores sin mucha capacidad de movilidad. ¿Y adivinen qué?

“También hizo un triple play, lo que en mi vida, en tantos años jugando, he hecho”, dijo Miguel.

De paso, el padre y mentor también se ha sorprendid­o de sí mismo.

“He aprendido que por lo menos aquí tengo más pasta para trabajar con los nenes. No le llamaría paciencia. Es que esto es lo que me gusta hacer: pelota”, dijo.

Pues por buen camino van y sin dejar la escuela.

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Miguel Quintero y sus jugadoras estrellas, Mirelys y Alanys.
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Mirelys Quintero es pura concentrac­ión en el cuadro, mientras a la izquierda, Alanys castiga la pelota.
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