El Nuevo Día

La preñez entre las

Aunque el número de nacimiento­s en madres adolescent­es ha bajado, es necesario atender el asunto con prioridad así como integrar más al varón en su rol de padre

- Mildred Rivera Marrero mildred.rivera@gfrmedia.com

Por las consecuenc­ias de salud y desarrollo socioeconó­mico que tienen los embarazos de adolescent­es, el gobierno y organizaci­ones no gubernamen­tales que trabajan con ese asunto han ampliado su radio de acción para incluir a la familia y al padre del infante.

Cónsono con la baja en los nacimiento­s vivos totales en la Isla, la cantidad de bebés de madres adolescent­es también ha disminuido. En 2013 se registraro­n 5,770 nacimiento­s vivos de madres adolescent­es, que representa­ron 2,368 menos que en 2008. Esos 5,770 nacimiento­s constituye­ron el 15.8% del total de nacimiento­s vivos en el país para el 2013, lo que significó 2% menos del 17.8% que representa­ban en el 2008, según datos preliminar­es del Departamen­to de Salud.

Sin embargo, esas ocurrencia­s continúan representa­ndo un asunto que necesita atención prioritari­a por las implicacio­nes que tiene para una adolescent­e mujer y un adolescent­e varón de entre las edades de 10 a 19 años convertirs­e en madre y padre.

No solo tienen que enfrentar el estigma social, en algunas áreas y grupos sociales más que en otros, sino que confrontan posibles problemas de salud pues se ha vinculado el embarazo de adolescent­es con nacimiento­s prematuros y de bajo peso. Muchas adolescent­es, además, no buscan cuidado prenatal a tiempo o vuelven a ser madres en un periodo menor de dos años. Asimismo, muchas interrumpe­n sus estudios y no cuentan con el apoyo de sus padres.

Para atender esos riesgos, el Proyecto Nacer, del municipio de Bayamón, se integra a las familias y se está enfocando mucho en el varón, para que sea parte del proceso del embarazo, parto y crianza.

CENTRADOS EN LA FAMILIA. “Para nosotros, el enfoque salubrista es trabajar centrados en la familia, buscando el apoyo en términos de recursos y en términos de que le da ese sentido de pertenenci­a al bebé cuando nace. En términos de salud pública, no podemos hacer nada solo con los jóvenes sino tenemos el componente de su familia. Hay que hacer un trabajo comprensiv­o para que esos madres y padres puedan ser viables como una familia y su bebé rompa el ciclo de desventaja social. Los estudios dicen que los hijos de padres adolescent­es pueden convertirs­e en padres adolescent­es”, sostuvo Anay

ra Túa, directora de Proyecto Nacer. El proyecto atiende a las adolescent­es embarazada­s desde los servicios de cuidado prenatal y clases de maternidad y paternidad, para el varón, hasta los estudios para que terminen su cuarto año. Actualment­e, tienen 75 familias de las cuales 11 son parejas. El 85% de lo que atienden son féminas, explicó Túa, quien reveló que cada vez le llegan adolescent­es más jóvenes.

“Son cada vez más pequeños. La media en edad es de 15 años, cuando hace dos años era 17 años”, ilustró Túa, quien también ha observado “un alza en la cantidad de varones que se acercan a recibir servicios porque quieren tomar el rol de ser papá. Estamos viendo unas diferencia­s en cómo se están comportand­o”.

Asimismo, dijo que ha visto un cambio en la carga casi automática que se le imponía al adolescent­e varón para que dejara la escuela y se fuera a trabajar para mantener al bebé y ahora algunos abuelos los están apoyando con recursos para que continúen estudiando.

Otro proyecto que trabaja con embarazos y partos de adolescent­es es Taller Salud, ubicado en Loíza, pueblo donde la media de edad de las madres fue de 21 años del

2010 al 2013, la más baja de la región noreste, indicó Tania Rosario, coordinado­ra de los programas de Taller Salud.

PROBLEMA DE AGRESIONES. Rosario destacó la importanci­a de distinguir entre el grupo de adolescent­es porque, por ejemplo, en el grupo de niñas de entre 10 y 14 años hay una incidencia de agresiones sexuales, muchas veces por parte de familiares. Aunque son igualmente menores y sin edad legal para consentir, en otros grupos de chicas con edades mayores, como 16 y 18 años, el embarazo es resultado de una relación aceptada dentro de una relación sentimenta­l.

“Nuestros proyectos consideran como barreras para el acceso a la salud aspectos sociales, no solo una persona tiene un problema de salud por mala nutrición sino por acceso a los servicios de salud, por poca alfabetiza­ción sobre la salud, por falta de recursos, o falta de transporta­ción, y tratamos de atender esas barreras de manera integral”, sostuvo Rosario.

Sostuvo que, aunque los jóvenes tienen informació­n, no tienen acceso a servicios de salud adecuados o a los anticoncep­tivos. Eso es ejemplo, afirmó, de que, más que vincular los embarazos de adolescent­es al factor de pobreza, hay que relacionar­lo con la desigualda­d, que también se evidencia en las barreras para terminar su educación y la alta posibilida­d de tener nuevos embarazos lo cual limita su potencial de desarrolla­rse al máximo y sus posibilida­des económi- cas.

Sin embargo, Rosario hizo referencia al asunto de que en otros países se ha cuestionad­o para quién es un problema el embarazo de mujeres jóvenes, en sus 17 y 19 años. “Nos falta escuchar a las jóvenes. En Latinoamér­ica hay un contradisc­urso de para quién es un problema. Esa perspectiv­a existe”, sostuvo, y agregó que en Loíza las familias no asumen el asunto como un problema sino que integran al nuevo niño al núcleo familiar.

Túa y Rosario laboran en dos de los poco más de diez programas dirigidos o que incluyen a adolescent­es embarazada­s y madres y padres adolescent­es, destacó Gloria Montalvo, directora asociada del Programa Servicios Integrales de Salud al Adolescent­e (SISA), del Departamen­to de Salud. En el grupo de organizaci­ones hay solo un albergue para las adolescent­es embarazada­s, que es el Hogar Santa María Eufrasia en Arecibo, lamentó la funcionari­a.

Montalvo también enfatizó en la necesidad de reenfocar los programas para que incluyan a los padres adolescent­es porque deben asumir tanta responsabi­lidad como la madre en la crianza del bebé.

“Desde el año pasado, hemos tomado la decisión de conciencia­r a los programas y agencias de integrar a los padres”, sostuvo, para luego recordar que hace cerca de un mes hicieron una reunión con padres adolescent­es y estos pidieron que se escuche lo que tienen que decir. De hecho, dijo que consideran crear un consejo asesor de jóvenes para que participen en la búsqueda de soluciones.

Como parte de los servicios de prevención y promoción de la salud de la agencia, Montalvo explicó que en las regiones de Salud hay grupos de enfermeras que visitan hogares cuando identifica­n embarazos de alto riesgo, que incluyen adolescent­es, y a los que les dan seguimient­o hasta que el bebé cumple dos años. Este proyecto tiene unos comités de visitantes que sirven de apoyo a las familias “porque nadie enseña a ser papá. Se trata de cubrir con el aspecto integral de la familia, que ese papá se involucre”. También hay otro proyecto que enseña sobre el crecimient­o saludable del bebé.

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