El Nuevo Día

La sombra de Alejandro

- Benjamín Torres Gotay Las cosas por su nombre Periodista benjamin.torres@gfrmedia.com Twitter.com/TorresGota­y

Carlos Romero Barceló tenía a Hernán Padilla. Rafael Hernández Colón a Victoria Muñoz Mendoza. Pedro Rosselló a Charlie Rodríguez. Aníbal Acevedo Vilá a William Miranda Marín. Luis Fortuño a Thomas Rivera Schatz.

No es inusual, como puede verse, que un gobernador, especialme­nte si la está pasando mal o si se entiende que puede estar en el ocaso de su carrera, tenga a alguien dentro de su mismo partido haciéndole sombra, velando en la penumbra en espera de que caiga, tirándole ocasionalm­ente una cascarita a ver si se le da.

En una asamblea, Romero Barceló, sin mencionar nombre, dijo que el que quisiera retarlo ese era el momento. Padilla pestañeó y eventualme­nte tuvo que irse a fundar su propio partido para poder aspirar a la gobernació­n. Hernández Colón, sabiéndose al final de su viabilidad política, le cedió el paso a Victoria Muñoz Mendoza.

Rosselló aplastó sin contemplac­iones a Rodríguez cuando este apenas se insinuaba como el sucesor. Acevedo Vilá hizo las paces con Miranda Marín y logró correr sin ser retado en las elecciones de 2008. Fortuño fue perdonado por Rivera Schatz, quien sabía que las posibilida­des de triunfo del partido en el 2012 eran escasas y decidió guardarse para empresas futuras que aún acaricia.

Llegamos al 2015. Alejandro García Padilla tiene a Eduardo Bhatia. El desenlace está por verse. Y la disputa se desarrolla en el peor momento posible, amenazando con llevarse enredado al pueblo de Puerto Rico, que está al borde de la insolvenci­a, entre muchas otras cosas por la incapacida­d demostrada por el gobernador y el presidente del Senado para ponerse de acuerdo en cuanto a alguna estrategia que resuelva el grave problema de liquidez del Gobierno.

García Padilla, agobiado por las crecientes dificultad­es, frustrado por no estar ni cerca de que se apruebe lo que él ha identifica­do como la salvación, el Impuesto al Valor Agregado (IVA), se jugó la carta del que no le quedan más cartas: atribuyó la inamovible oposición no al temor que tiene casi todo el país al IVA, sino a un presunto complot para descarrila­rlo como candidato a la reelección.

No mencionó nombres. Pero gente cercana a él precisó que hablaba de Eduardo Bhatia y de la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz.

La alcaldesa es una figura política ambiciosa, y su distanciam­iento con el gobernador está llegando a un punto irreversib­le.

Los separan abismos ideológico­s y viejas heridas que nunca han sanado del todo. Pero muy pocos creen que, en este momento, la alcaldesa en realidad quiera postularse a la gobernació­n o sea una candidata viable. Lo de Eduardo Bhatia es diferente. Gente cercana a él ha dicho en privado que sí, que considera retar a Gar- cía Padilla. Su exasperaci­ón con el gobernador García Padilla lleva tiempo. Lo saben todos los que lo conocen. A menudo no puede ni disimularl­o.

Recuérdese, por si hiciera falta más, aquel mensaje de cuando ni siquiera habían tomado el poder, que se suponía fuera privado, pero terminó en boca de todos, relacionad­o a la reforma legislativ­a: “el gobernador está irracional”. Ha enfrentado a Fortaleza en el tema de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), en la crudita, en la educación pública y ahora en el IVA.

Esta semana, en el momento en que pudo haber dicho, en términos inequívoca­mente claros, “no me interesa correr a la gobernació­n, apoyo a García Padilla”, optó por no hacerlo. En fin, a buen entendedor, con pocas palabras bastan. La pelea está casada, lo cual a fin de cuentas no tiene nada de reprochabl­e.

Lo que lo hace muy peligroso es el momento tan extraordin­ariamente delicado en que se da y el escalofrío que produce el imaginar hasta donde estos dos pueden ser capaces de llegar para alzarse con la corona popular.

García Padilla, evidenteme­nte, vive un momento de profunda vulnerabil­idad política. Las monumental­es dificultad­es fiscales del Estado, que se intensific­an cada día que pasa, las degradacio­nes, la imposibili­dad de acceder al mercado para mantener el gobierno a flote, el peligro real de que este verano vivamos o el cierre de las agencias públicas o el impago de la deuda pública, le tienen hasta el cuello en arena movediza. Muy pocos, incluso dentro del propio PPD, creen que sea un candidato viable.

En nada se nota más la debilidad política del gobernador que en la incapacida­d que ha demostrado hasta ahora para convencer a sus propios correligio­narios de la necesidad de aprobar el IVA. Se ve de lejos y resulta hasta triste: sencillame­nte perdió la capacidad de persuasión que alguna vez pudiera haber tenido sobre la Legislatur­a de su propio partido.

Bhatia, como todo el mundo, sabe eso y, como un caballo que se para en las patas de atrás, no quiere seguir jugándole el juego a García Padilla. Ambos necesitan templar sus ánimos y pensar por un momento en el país.

Independie­ntemente de si el IVA es o no la solución, algo tiene que hacerse ya, no mañana, para evitar el colapso, lo que va a ocurrir a más tardar en julio, la insolvenci­a total del Gobierno, con todas las consecuenc­ias catastrófi­cas que eso va a tener, si el Ejecutivo y la Legislatur­a no identifica­n una manera de allegarle dinero rápido al Fondo General.

García Padilla tiene derecho a aspirar a la reelección y Bhatia a retarlo. De eso se trata la democracia. A lo que ninguno de los dos tiene derecho es a permitir que sus ambiciones políticas los nublen y les impidan encontrar juntos una solución que le evite al país el trauma impensable que va a sufrir el día que tenga que ir a Wall Street a decir que no tiene con qué pagar o haya que ponerle candado a las oficinas gubernamen­tales.

Pueden irse solos a Jájome y llevar comida y bebida suficiente para no tener que salir de allí hasta que no encuentren juntos una solución. Llegar a la luna es más difícil y se pudo. Si lo intentan y fallan, se les puede perdonar. Si dejan que las ambiciones los obnubilen y, en su afán cada uno de ser el macho alfa del PPD terminan de llevar el país a la ruina, eso sí que no habrá manera de perdonárse­los.

“Lo que lo hace muy peligroso (el afán de Bhatia es el momento tan delicado en que se da”

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