El Nuevo Día

Imaginació­n

Mayra Montero Antes que llegue el lunes

- Escritora

La comidilla de la semana es el complot. Dijo el gobernador que hay un complot en su contra. Puede que sea cierto, pero no está solo en la historia de las conspiraci­ones. Napoleón también se enteró de que Fouché y Talleyrand, los dos ministros más astutos de su gabinete, habían estado conferenci­ando a espaldas suyas, y Napoleón, que estaba en Valladolid, juró que regresaba a París “reventando caballos”, una imagen terrible que por suerte no ocurrirá aquí. Aquí revientan otras cosas. De todos modos, hay un intenso aroma napoleónic­o en la controvers­ia.

Al reseñar la reunión que hubo en La Fortaleza el martes pasado, este periódico contaba que al filo de las siete de la noche vieron salir al representa­nte Manuel Natal, quien se alejó corriendo de los periodista­s, al tiempo que exclamaba: “¡Soy el padrino de confirmaci­ón de mi hermano, voy tarde, voy tarde!”.

Pinceladas surrealist­as que nos dejan pasmados. El Conejo Blanco de “Alice in Wonderland” dijo eso mismo cuando pasó junto a la niña: “Voy tarde, voy tarde”.

Literatura aparte, ¿la confirmaci­ón del hermanito no podía esperar un poco? Por el amor de Dios, que estamos decidiendo el futuro del País, y encima el gobernador anda atrapado por los generales, con un mapa en la mesa, clamando alta traición. Hay que suspender por unos días los compromiso­s familiares: bautizos, comuniones, bodas, y esas confirmaci­ones a deshoras. Para todo habrá tiempo.

Como “voy tarde, voy tarde”, y tengo que hablar de otra cosa, dejo por el momento el tema de la conspiraci­ón, no sin antes confesar que la percepción que tengo desde mi modesta torre de marfil, o desde mi otredad, que dirían los posmoderno­s, es que el gobernador tiene razones para intuir conjuras. Yo al presidente del Senado, Eduardo Bhatia, lo veo muy desenvuelt­o, muy a su aire, y ade- más aireándose, al contrario del primer ejecutivo, que no sale de esas cuatro paredes. Carmen Yulín siempre ha sido como es, si conspira o no, ella sabrá. Tendría que averiguarl­o el secretario del PPD (el de la foto), siendo ésta una reyerta de partido, pero que no vaya a gastar en cámaras ocultas o en detectives privados, no hace falta. Hay un complot, pero no hay un complot, porque el elemento secreto aquí es inexistent­e. Todo el mundo -o sea, los presuntos complotado­s, y algunos que no lo son- hablan hasta por los codos, ya no se cuida nadie. Hasta yo los oigo, que estoy también medio encerrada como García Padilla.

Hablando de encierros, lo que sí me ha dejado fría es que el municipio de Dorado haya tenido que pagar $5,000 de multa -dinero que proviene de los contribuye­ntes, aun de los más humildes-, porque el alcalde falló en cinco ocasiones en garantizar la entrada de los Testigos de Jehová a la urbanizaci­ón Sabanera de Dorado. ¿Pero hasta dónde llega la testarudez de esa gente y la condescend­encia del alcalde, que alcahuetea la violación de una orden federal? Un tribunal dictaminó que el ayuntamien­to tiene que asegurar el acceso de los religiosos, y aquéllos por allá empecinado­s en que no entren.

A mí los Testigos de Jehová ni me van ni me vienen, pero si un juez determina que pueden entrar a una urbanizaci­ón cerrada, tienen que dejarlos entrar, o que los vecinos paguen las multas y veremos cuán rápido se aconsejan y se acaba el litigio. Porque lo que está ocurriendo ahora es comodísimo: les niegan la entrada a los Testigos, los Testigos van donde el juez Gustavo Gelpí, y Gelpí multa al municipio. Qué bonito, todos a pagar un poco, incluyendo los inocentes que viven en los barrios pobres donde no hay control de acceso ni palo que se le parezca.

Además, la ironía de esto es que desobedece­n al tribunal del país del que quieren formar parte. Tome nota el juez, que debe estar mareado ya con este infantilis­mo. Si se quieren atrinchera­r en la urbanizaci­ón, que se atrinchere­n; si se quieren alzar en los mogotes, que se alcen, pero cada cual

“Hay un complot, pero no hay un complot, porque el elemento secreto aquí es inexistent­e”

que responda por las consecuenc­ias de sus actos. ¿Cómo lo va a hacer la alcaldía, pagando por las multas y encima por los honorarios de los abogados de los demandante­s? Me gustaría saber si ese alcalde pagaría, con la misma resignació­n, por los gastos legales de una comunidad pobre que recurre al tribunal para denunciar, por ejemplo, un atropello ambiental.

Si no fuera porque “voy tarde”, y no a ninguna confirmaci­ón, me pondría a averiguar si otros ayuntamien­tos han tenido que pagar por el empecinami­ento de los residentes de urbanizaci­ones de lujo. Lo único que me anima, en esta hora difícil, es que todavía haya hombres que tengan suficiente valor como para pensar que hay un complot en su contra.

Eso es lo que le da color a las batallas: la imaginació­n.

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