El Nuevo Día

Una pasión sanadora

Carmelo Sobrino ofreció un recorrido guiado meses después de haber sido diagnóstic­ado con el síndrome de Guillain-Barré

- Coral N. Negrón Almodóvar coral.negron@gfrmedia.com Twitter: @coral_negron

“La prueba más grande de valor en este mundo es saber sobrelleva­r una derrota sin perder el ánimo”.

Esta frase de Robert Green Ingersoll, el “Gran Agnóstico” de la Edad de Oro, describe con exactitud la actitud optimista del artista plástico Carmelo Sobrino.

En agosto 2014, Sobrino se cayó por una escalera luego de haber perdido el conocimien­to. “Fue como si estuviese escuchando la radio y se fuera la luz. Yo era ese sonido que fue fundiéndos­e. Me quedé sin energía y me caí”, describió ayer, casi 9 meses después del suceso.

A partir de ese momento la vida de uno de los máximos exponentes del arte paisajista en Puerto Rico cambió. La fractura de dos de sus cervicales requirió una cirugía que, aunque fue exitosa, no tuvo el desenlace esperado.

Sobrino, como se le conoce en el mundo artístico, descubrió que pade- cía de una enfermedad que no tiene cura, el síndrome de Guillain-Barré (GBS). Sin embargo, quien se lo encuentra en la calle no podría decir que este manatieño sobrelleva un trastorno del sistema inmunológi­co que ataca su sistema nervioso y le requiere tratamient­o a diario.

Ayer, a eso de las 2:00 p.m., irrumpió en la Sala Ignacio Cortés de la Fundación Casa Cortés del Viejo San Juan como si no le doliera nada. Estaba de pie y alegre. Había sido invitado para dirigir un recorrido artístico, una de las labores que más disfruta como artista.

“Hola, buenas tardes, cómo están queridos amigos”, les decía a unas cuarenta personas que lo esperaban entusiasma­dos.

“Es un honor que mis queridos amigos Elaine Shehab e Ignacio Cortés -dueños de la Fundación- me inviten para educar a este gran público admirador de obras de arte”, agregó.

Con una sonrisa imborrable continuó platicando sobre lo ‘‘bien’’ que se sentía. Hasta mencionó planes futuros que incluyen una exposición en la OBRA Galería Alegría, en el Viejo San Juan. No supo dar una fecha exacta, pero con este anuncio afirmó la duda que los visitantes tenían: si luego del diagnóstic­o dejó de trabajar.

No lo hará ‘‘mientras así lo sienta. Me mantendré pintando y regalándol­e al mundo obras inspiradas en el paisaje y en el bodegón’’, aseguró.

Han sido sus tres hijos, Manuel , Lorena y María José, los que le han cuidado incondicio­nalmente.

El pintor reconoce sus esfuerzos, pero aún no cree que tras dos meses postrado en una cama, está vivo. Su condición se complicó por ser paciente de diabetes y sufrir de presión alta.

“Si sigo de pie es por ingeniería divina. La inteligenc­ia de la vida que quiere que me mantenga de pie, pero algunas veces me siento triste. La tristeza es un sentimient­o noble. Al menos sé que aún puedo sentir”, concluyó.

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El artista plástico se mostró agradecido con la clase artística del país que donó obras para recaudar fondos para su tratamient­o.

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