EL USO DE ESTIMULANTES
Datos de estudio hecho en la UPR
Un estudio del Recinto de Ciencias Médicas entre estudiantes de los primeros tres años de programas doctorales de Farmacia, Medicina y Medicina Dental arrojó que el 75% -dos terceras partes de la población que participó- había utilizado algún tipo de estimulante para mejorar su rendimiento y capacidad de estudio. El 82% indicó que tenía mucho estrés y que los exámenes eran su mayor estresor. Asimismo, el 20% dijo que utilizaba bebidas energizantes. Mientras que entre el 18 y el 20% de los estudiantes aceptó haber utilizado medicamentos estimulantes del sistema nervioso. En la mayoría de los casos, los participantes indicaron que comenzaron a utilizar los estimulantes en la universidad (49.5%).
Los resultados, presentados por investigadores de la Escuela de Farmacia y la Escuela Graduada de Salud Pública, forman parte del estudio Evaluación del uso de estimulantes y bebidas energizantes en alumnos de los programas doctorales de Farmacia, Medicina y Medicina Dental de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Ciencias Médicas.
El proyecto, desarrollado durante los años 2013 y 2014 con estudiantes de 23 años o más, es el primero con estadísticas locales realizado en Puerto Rico, señala Mayra L. Vega Gerena, catedrática auxiliar de la Escuela de Farmacia y coautora del estudio.
“Como aportación directa a la academia, el estudio proporciona datos que permitirán profundizar en el análisis de estas prácticas entre la población universitaria”, explica Vega, tras resaltar que se busca proponer iniciativas creativas de mercadeo social dirigidas a atender estresores identificados por los estudiantes entrevistados que les inducen a usar medicamentos estimulantes y/o bebidas energizantes. Así como clarificar conceptos erróneos sobre efectos a corto y largo plazo a la salud e integridad de quienes los usan y “ayudar al estudiante a manejar presiones, ansiedad causada por las actividades académicas y vida universitaria, además de la competitividad y expectativas de éxito aca- démico, entre otros aspectos”. El proyecto, según Vega, forma parte de las actividades del Componente Sicosocial de la Escuela de Farmacia. Tiene como objetivo “fomentar la reflexión crítica entre estudiantes, docentes y público invitado al discutir y dar a conocer temas de prioridad en la salud pública del país, presentar impacto y alternativas para lidiar con estos asuntos y problemas”.
La investigación se hizo a través de un cuestionario enviado a 604 estudiantes, que fue contestado por 398 -para un 65% de participación-, explicó el doctor Arnaldo Torres, director del Programa de Demografía de la Escuela de Salud Pública, quien estuvo a cargo de analizar las estadísticas.
PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA. Según la profesora Vega, en los últimos años se ha observado un aumento en el abuso de estimulantes, especialmente en la población juvenil y se ha visto la tendencia de que los estudiantes los consumen para mejorar su rendimiento atlético y su capacidad de estudio. A lo que se suma que estos medicamentos se pueden obtener cada vez con más facilidad. Se trata, de hecho, de una tendencia mundial, según ha advertido la Organización Mundial de la Salud.
Cabe resaltar que el uso principal de los psicoestimulantes aprobados por la FDA es para condiciones médicas como narcolepsia y el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en niños y adultos, indica el doctor Gabriel Hernández Beauchamp, médico residente del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico. Según explica, durante las pasadas décadas se ha mejorado en identificar y crear conciencia sobre el TDAH “permitiendo que muchas personas con este trastorno sean correctamente diagnosticadas y tratadas”.
Pero acepta que al aumentar la disponibilidad y accesibilidad de estos medicamentos en el mercado, se han popularizado erróneamente como “pastillas milagrosas” que se pueden utilizar para mejorar el desempeño académico y sacar buenas notas, mantenerse despierto para estudiar y aumentar los niveles de energía y concentración.
“Esta tendencia ha ido en aumento en la población universitaria en los pasados años”, señala el psiquiatra quien cree que no necesariamente todos los estudiantes saben a los riesgos que se exponen por usar estos medicamentos inadecuadamente. “Aunque varias de las distintas escuelas dentro del Recinto de Ciencias Médicas incluyen este tema como parte de sus currículos, no todas
lo requieren y el enfoque puede variar. La realidad es que la mayoría de los estudiantes no tienen un conocimiento comprensivo y completo de los efectos adversos en su totalidad”.
Uno de los problemas, agrega la profesora Vega, es que hay muy poca investigación sobre el uso de medicamentos y estimulantes fuera de Estados Unidos. Por ejemplo, dice que solo encontraron un estudio de este tipo realizado en Colombia y ahora el del Recinto de Ciencias Médicas.
“Nuestro estudio surgió por la preocupación de que se trata de un problema social que está tomando auge en la población juvenil y que es una modalidad adictiva y perjudicial para la salud”, agrega Vega. EFECTOS DAÑINOS. Para la nutricionista Cyn
thia Santiago Díaz, de la oficina de la Secretaria Auxiliar para la Promoción de la Salud, del Departamento de Salud (DS), se trata de un problema de salud pública real que se debe atender.
“A través de los años, cuando han surgido situaciones particulares -como la muerte de un joven estudiante por el uso de bebidas energizantes hace unos años-, hemos enfatizado en la educación para que se conozcan los efectos de utilizar bebidas energizantes, así como otros tipos de estimulantes”, sostiene Santiago.
En el caso de las bebidas energizantes, advierte que aunque dan la sensación de que ayudan a promover mayor concentración o quitar el agotamiento, es algo momentáneo en lo que el cuerpo metaboliza el azúcar. Además, del riesgo de que se mezcle con alcohol, lo cual parece que es una práctica común entre los jóvenes.
“Las personas con problemas cardiovasculares o neurológicos pueden tener unos efectos que hasta le pueden causar la muerte, además de los efectos nocivos por la alta ingesta de azúcar”, alerta la funcionaria. También resalta los efectos a nivel psicológico y físico que pueden llevar a la persona a la dependencia. “Es una situación preocupante y para el DS es un tema que a nivel de la secretaría se ha tocado por el impacto que tiene en la salud pública”.
Precisamente, Vega señala que con este trabajo se quiere alertar sobre tendencias emergentes “ante las que los centros docentes del país deben tomar acción para proponer políticas públicas institucionales, fortalecer o modificar programas de prevención y alertar a los sistemas de educación público y privado”.
En su presentación, la profesora Vega indicó que según el National Institute of Drug Abuse, los medicamentos estimulantes actúan “aumentando los niveles de dopamina y noradrenalina en el cerebro”. La dopamina es un neurotransmisor que está asociado al placer, movimiento y atención. Debido a su efectividad en aumentar la atención o mantenerte alerta, estos medicamentos se utilizan mayormente para tratar el Desorden de Déficit de Atención e hiperactividad en niños y adultos.
Pero uno de los problemas es que muchos no ven el uso de estos estimulantes como un problema, agrega el psicólogo
Billy Santiago, quien tiene práctica privada en adicción y ofrece charlas edu-
cativas sobre este tema.
“Es una situación que está muy minimizada. Muchos de los estudiantes que usan estimulantes son de alto rendimiento y tienen la presión de salir bien en sus exámenes, así que los utilizan porque lo ven como una fácil solución para mantenerse estudiando por mucho tiempo”, indica el también profesor de la Universidad del Este, en Carolina y de la Universidad Central, en Bayamón.
Para lograrlo, señala Santiago, recurren al uso de estimulantes como las anfetaminas. “A los pacientes que se les receta los ayuda (cuando tienen un problema de déficit de atención o hiperactividad). Pero cuando lo usas porque quieres estudiar por nueve horas, o trabajas durante el día y tienes que estudiar de noche, se corre un riesgo de salud grande”, advierte Santiago, tras destacar que en esos casos, la posibilidad de adicción es real.
Lamentablemente, añade el doctor Hernández, el hecho de que el perfil de efectos secundarios más comunes sea relativamente seguro, ha contribuido a la popularidad creciente del uso inadecuado de los psicoestimulantes.
“Un gran porcentaje de los estudiantes universitarios son jóvenes saludables y suelen tolerar estos medicamentos sin desarrollar ningún efecto adverso peligroso lo cual contribuye a que luzca más atractivo para aquellos que nunca los han utilizado”. Cabe resaltar que las dosis recetadas por los médicos a pacientes que necesitan estos medicamentos son bajas al principio y se aumentan gradualmente hasta lograr un efecto terapéutico, según se indica en la página del National Institute on Drug Abuse. Pero destacan que cuando se toman en dosis o por vías no recetadas, los estimulantes pueden aumentar la dopamina en el cerebro de manera rápida y altamente amplificada, como lo hacen la mayoría de las demás drogas de abuso, trastornando la comunicación normal entre las células del cerebro, produciendo euforia e incrementando el riesgo de adicción.
Mientras que las bebidas energizantes contienen cafeína, taurina, guaraná, vitaminas, suplementos herbarios y azúcar u otros endulzadores, según la información que se hizo durante la presentación de los hallazgos del estudio. Y su consumo puede aumentar el riesgo de desarrollar una sobredosis por cafeína debido a que contienen de 80 a 141 mg de cafeína por 8 onzas, lo que equivale a cinco onzas de café o a dos latas de doce onzas de bebidas carbonatadas que contienen cafeína.
Por eso, a juicio del psicólogo Santiago, la mejor opción para los estudiantes es programarse adecuadamente para que puedan estudiar sin la necesidad de utilizar estimulantes porque hacerlo es “como ven- derle el alma al diablo”. En ese sentido, recomienda orientar a los consejeros de las universidades y a las personas que están en contacto con estudiantes para que estén alertas a estas situaciones.
Los demás investigadores de este estudio -Jessica Correa Santiago, Pharm.D.; Deborah Loperena Badillo, Pharm.D. y Veva Pérez Reyes, Pharm.D; Arnaldo Torres Degró, Ph.D. y Jose J. Hernández Muñoz, Ph.D-, indican en el artículo donde presentan sus hallazgos que el estudio abre puertas a futuras investigaciones tanto dentro del Recinto de Ciencias Médicas, como en otras universidades de nuestro país. “Recomendamos ampliar este estudio con estudiantes de otras universidades y compararlos con los estudiantes de nivel superior con el fin de realizar intervenciones dirigidas a estas poblaciones”.