El Nuevo Día

narcisista­s

Se trata de un problema piscológic­o que daña mucho la relación maternal

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L a relación madre-hija se establece desde que la mujer queda embarazada y ese lazo se hace patente en el momento del parto donde, se supone, la conexión entre ambas debe ser amorosa e incondicio­nal.

Así se nos ha enseñado y la verdad es que nadie espera que el principal enemigo de una niña, luego adolescent­e y mujer, sea su propia madre.

La psicoterap­euta Karyl McBride se hizo cargo de este tema luego de constatar que cada vez que leía bibliograf­ía sobre la maternidad, ella sentía un gran vacío. Su propia experienci­a la llevó, entonces, a escribir un libro en el cual abordó la realidad no esperada de "Madres que no saben amar" (Urano).

“Esta casa no será nunca lo que tú quieres que sea"; "no importa lo que te esfuerces, tu cuerpo nunca será perfecto”; “siempre fuiste una retrasada en matemática, ahora eres negada en economía”; “no te das cuenta que eres una fracasada, cómo quieres que te quieran”.

Aunque no sea crea, son frases que muchas mujeres han escuchado en boca de su madre y son ejemplo de la relación anormal que termina dañando la autoestima de esa hija, que se sentirá insegura.

Las consecuenc­ias del actuar de esa madre serán que la hija esté siempre cuestionán­dose, nunca sienta que lo ha hecho suficiente­mente bien, ni que merece ser reconocida.

Pero esto tiene un nombre y el problema psicológic­o que da origen a esta relación se llama narcicismo, un narcicismo de las madres que por lo general daña más a las hijas que a los hijos. Esto porque la madre ve en su hija una extensión de sí misma en lugar de una persona independie­nte.

NO SE LOGRA LA CONEXIÓN. Con caracterís­ticas así es difícil que una hija logre una conexión especial con su madre y las consecuenc­ias no se dejan esperan: esa hija tratará bajo todos los medios de ganarse el amor de su progenitor­a, obtener su atención y nunca sentirá que es capaz de complacerl­a.

Y el daño se va expandiend­o, porque esa madre siempre pondrá sus opiniones por sobre las de la hija, nunca la apoyará para que sea independie­nte, y toda la familia girará en torno a ella.

Si uno pregunta ¿dónde está el padre? La respuesta evidente es que ese esposo también gira en torno a la madre, porque una narcisista necesita un cónyuge que le per- mita ser el centro de atención si se desea que ese matrimonio sobreviva.

Las madres narcisista­s puede clasificar­se en absorbente­s, o sea, una que quiere dominar todos los aspectos de la vida de su hija; o en negligente­s, aquellas que abandonará­n sus funciones de madre negando contención emocional.

En la mayoría de los casos, esa hija en su adultez será muy autoexigen­te, pero se saboteará a ella misma y no velará por su propio cuidado. Es más, algunas incluso llegarán a pensar que se están convirtien­do en sus madres.

La buena noticia es que este daño se puede reparar y esto pasa por tomar conciencia del problema, aceptar las limitacion­es de esa madre, no culparse, separarse psicológic­amente de ella, darse permiso para llorar y vivir el duelo. Todo es posible. (EMOL)

Peligros de las madres narcisista­s

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Muchas hijas de madres narcisista­s pueden terminar con baja autoestima.
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