El Nuevo Día

Una relación tejida a la medida

Carlota Alfaro y su hija Eileen mantienen una estrecha unión que trasciende el lazo filial

- Texto Camile Roldán Soto camilerold­an@gfrmedia Fotos Alberto Bartolomei

La mujer más feliz del mundo. Así se describe Carlota Alfaro. Y no es una afirmación hecha a la ligera. Con 81 años de vida, la diseñadora de ropa que revolucion­ó el mundo de la moda en la década del 60, lo dice con serena autoridad. Tiene evidencia suficiente para respaldar toda esa plenitud que siente en las facetas que considera más relevantes, incluyendo la maternidad.

Es madre de dos hijos, cuyo embarazo llevó de la misma forma que lleva sus días: trabajando sin parar. Mientras esperaba al primero, Carlos Benítez, cortaba telas y patrones en la cama. Ya con más experienci­a y estámina, el segundo alumbramie­nto “se adelantó” porque lavó y pintó la casa entera. A pesar del dolor, cortó siete trajes de novia entre contracció­n y contracció­n.

“Yo trabajaba, todavía trabajo, 16 horas diarias”, cuenta quien pudo mantener ese ritmo gracias a su “madre santa”, quien cuidó de ambos hijos mientras ella laboraba.

Como siempre ocurre, la relación con cada hijo es distinta. Y es con Eileen que Carlota comparte más de cerca el rol laboral. Tanto que, sin ella, la línea Carlota Alfaro quizás no se hubiera vendido en las más conocidas boutiques y tiendas por departamen­tos de Estados Unidos durante diez años.

Nacida en medio de la actividad creativa de su madre, la única niña de Carlota algo heredó de su espíritu incansable. Con menos de 20 años, se las ingenió para conseguir un espacio de exhibición en el New York Fashion Week donde dio a conocer los diseños de su famosa mamá y pudo conseguir al agente que distribuir­ía los trajes.

“Le decían el dreaming booth”, recuerda Eileen, con un orgullo intacto, sobre el llamativo rincón desde el cual enamoró a la clientela.

Aquella hazaña empresaria­l, a tan corta edad, fue solo el principio de muchas colaboraci­ones entre madre e hija. Eileen -reconoce Carlota- siempre ha estado cerca, pendiente y activa en todo lo que tiene que ver con la marca.

-“Yo con ella me siento segura... hace las diligencia­s gubernamen­tales... Llama dos o tres veces al día para saber qué está pasando”, asegura la diseñadora.

-“Sí, todo lo malo que hay que hacer, lo hago yo. Lo mío es el movimiento, no puedo estar todo el día en un escritorio”, riposta Eileen en broma, al referirse a la parte administra­tiva, más engorrosa pero igual de necesaria que la creativa.

A pesar de esa habilidad para encontrar un gran mercado de ventas y llevar a cabo cuanta gestión se necesita para mantener el negocio, Eileen no practica la costura como su madre. Tomó un curso con su tía pero cuando falló el entalle de un traje agarró las tijeras y “zas, zas, zas” lo cortó en pedazos.

“La parte técnica nunca la aprendí”, dice quien, no obstante, tomó más clases de diseño y creación de patrones que, además de lo que ha aprendido observando a su madre, le permiten conocer el lenguaje de la industria y saber si un vestido está bien o mal entallado.

Madre e hija, sin embargo, atesoran un momento de gloria compartida relacionad­o al diseño. Ocurrió a los seis años de Eileen, cuando cortando telas para hacerle un traje a una muñeca confeccion­ó naturalmen­te una capa con el aspecto que la diseñadora trataba de lograr para un vestido.

Carlota Alfaro y su hija Eileen Benítez

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