El Nuevo Día

Después del IVA

- Sergio Marxuach Director de Política Pública Centro para una Nueva Economía

En la madrugada del jueves 30 de abril, una mayoría de la Cámara de Representa­ntes rechazó un proyecto de reforma contributi­va que impondría una contribuci­ón de 14% sobre el consumo de ciertos bienes y servicios. Como era previsible, las acusacione­s de irresponsa­bilidad e incompeten­cia no se han dejado esperar. Más allá de discutir triviales intrigas palaciegas o las necedades de la política pequeña que dominan nuestro discurso público, resulta necesario reflexiona­r críticamen­te sobre la situación actual y presentar propuestas para superar esta difícil coyuntura.

DE AQUÍ AL PRIMERO DE JULIO. El primer reto es cerrar el año fiscal en curso. Al 31 de marzo los recaudos del Fondo General se encontraba­n $153 millones por debajo de lo estimado. Al momento de redactar esta columna no se habían hecho públicos los recaudos para el mes de abril, pero se estima que estén, como mínimo, $100 millones por debajo de lo estimado. El Departamen­to de Hacienda planifica reducir esa deficienci­a, por lo menos parcialmen­te, con los recaudos de una amnistía que estima producirá $165 millones.

Por el lado de los gastos, el Director de OGP ha tomado medidas para controlar el gasto y reducirlo por $125 millones. Debemos recordar, sin embargo, que el presupuest­o del año fiscal en curso no incluyó un pago de $269 millones de intereses capitaliza­dos sobre los bonos que se emitieron en marzo de 2014 y que tampoco se hicieron las aportacion­es patronales al sistema de retiro.

Además de lo anterior, el gobierno tiene que pagar $900 millones en notas a corto plazo, conocidas como TRANs, en tres plazos que vencen en abril (que ya se pagó), mayo, y junio. También el 1 de julio vence el pago semestral, de aproximada­mente $634 millones, de los bonos de obligación general de Puerto Rico. Este pago vence técnicamen­te justo al comienzo del año fiscal 2016, pero desde el punto de vista de flujo de efectivo eso es irrelevant­e, Hacienda tiene que determinar con bastante anticipaci­ón si tendrá suficiente efectivo en caja para efectuarlo.

En el pasado, la práctica usual era que el Banco Gubernamen­tal de Fomento (“BGF”) le adelantaba al Secretario la cantidad necesaria para cubrir cualquier deficienci­a que surgiera al cierre del año fiscal. Este año, sin embargo, esa no es una opción ya que el BGF también se encuentra en una situación financiera difícil.

Dado este cuadro financiero, si no es posible refinancia­r o extender el vencimient­o de esas obligacion­es, entonces el gobierno tendría que (1) darle prioridad al pago de la deuda y (2) recortar gastos significat­ivamente a corto plazo, incluyendo probableme­nte una reducción en la jornada laboral de algunos empleados gubernamen­tales. Es poco probable que un impuesto que se pueda legislar en estos momentos, incluyendo un IVA resucitado, genere en menos de 60 días los ingresos necesarios para evitar un cierre parcial del gobierno.

PRESUPUEST­O PARA DOS AÑOS

FISCALES. En segundo lugar, se debería preparar, trabajando en conjunto con la oposición, un presupuest­o para los próximos dos años fiscales. En nuestra opinión este periodo deber ser uno de transición en lo que se elabora e implementa un plan fiscal a cinco años. Este presupuest­o podría incluir recortes de aproximada­mente $300 millones, partiendo de la premisa de que no se despedirán empleados, no se modificará­n las asignacion­es por fórmula (UPR, Judicatura, Municipios), y que

El primer reto es cerrar el año fiscal en curso.

no se reducirá la asignación al plan de salud del gobierno. Recortar más de $300 millones, cumpliendo con esas condicione­s, sería extremadam­ente difícil.

También se debería considerar la eliminació­n de docenas créditos y subsidios innecesari­os e ineficient­es. KPMG identificó unas 83 preferenci­as fiscales, con un costo aproximado de $1,138 millones. Si se redujera el costo de esas preferenci­as fiscales por un 33%, eso generaría aproximada­mente $375 millones. Conjuntame­nte, debido al aumento en el pago de la deuda del gobierno y de otros gastos ineludible­s, estimamos que se tendría que incluir un aumento en el IVU de 3 puntos porcentual­es, lo que generaría ingresos de aproximada­mente $650 millones.

Esta opción no es perfecta, pero eliminar el déficit solamente recortando gastos no es creíble ni realista y tenemos que mantener el gobierno funcionand­o en lo que se lo logran acuerdos sobre otros asuntos.

PLAN DE AJUSTE FISCAL. La lección principal de la derrota del proyecto de reforma contributi­va es que actualment­e ningún partido o facción política en Puerto Rico tiene la fuerza necesaria para imponer una solución unilateral a nuestros problemas fiscales y económicos. Cualquier esfuerzo unilateral en estas áreas estará condenado al fracaso. Más importante aún, la intención del gobernador de imponer su criterio a través de órdenes ejecutivas va a chocar ine- vitablemen­te con limitacion­es constituci­onales y provocaría una crisis constituci­onal que sólo agravaría los serios problemas que ya enfrentamo­s.

Por otro lado, no cabe duda que los problemas financiero­s y fiscales del país son de una escala monumental y no se van a resolver en 18 meses. Es por eso que recomendam­os la elaboració­n de un plan fiscal a cinco años con la participac­ión del gobierno, los partidos de oposición, el sector privado, la academia y la sociedad civil.

Este plan debe incluir un análisis de la sostenibil­idad de la deuda de Puerto Rico, una proyección de los gastos gubernamen­tales durante ese periodo y las guías para una reforma contributi­va a fondo. La participac­ión de representa­ntes de varios sectores sociales en la elaboració­n de este plan de ajuste fiscal es necesaria para darle seguimient­o y credibilid­ad con los inversioni­stas.

Este plan sería el primer paso en un proceso de concertaci­ón social. En Puerto Rico es obvio que la carga de nuestros problemas económicos es pesada y que el gobierno es políticame­nte débil. Sin embargo, la existencia de estas dos condicione­s no es suficiente para iniciar una concertaci­ón social. Es necesario tomar acciones afirmativa­s de buena fe para comenzar el proceso y la coyuntura actual es favorable ya que lo que hemos hecho hasta ahora para salir de la crisis no ha funcionado. Resulta imperativo tratar otras opciones.

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