La ciencia y encanto de Borinquen Biscuit
Por 150 años, la fábrica de confección de galletas ha hecho de la calidad su marca predilecta
Es media mañana y en la calle Antonio Rodríguez Menéndez de Yauco huele a soda y harina de trigo recién horneada.
Es una calle de esas donde a simple vista solo se ve lo común. Del lado derecho, uno que otro friquitín interrumpe la hilera de casas en la barriada Lluveras. Un vecino que se asoma por la ventana, duda en dar direcciones a una cara desconocida.
En el lado opuesto, sin embargo, aparece una estructura industrial larga, pintada con tonos claros y grandes ventanales. No se avista un alma, salvo el oficial de seguridad, quien con rostro amable, abre el portón principal de la instalación.
“Siga por esa puerta que la están esperando”, dijo el oficial de seguridad, Rubén Rivera.
Al interior, un vestíbulo sin ostentaciones. Tras una breve introducción, la asistente administrativa, Awilda Galarza, mostró el camino hacia el área de producción. La cortés bienvenida es seguida por una orden seca. “Para pasar de este punto, hay que ponerse redecilla”.
En la planta, casi hay que gritar para hacer contrapeso al ruido de la maquinaria. El calor azota.
A media distancia, decenas de cabezas vestidas de blanco y manos escondidas bajo guantes trabajan a prisa.
Dos empleados mueven un carrito para transportar la harina. Otro no pierde de vista un monitor que entre otras cosas, ofrece información de energía, número de equipos operando y temperatura.
Un par de empleados observa el ejército de galletas que sale de los hornos, y cual linces, atrapan alguna que otra para asegurarse de que el producto esté en su punto.
En la planta de manufactura, hay diversos controles para asegurar un producto consistente: reguladores de temperatura y sistemas de detección de metales para asegurar que nada que no sean los ingredientes de la galleta llegue al consumidor.
UNA VIDA HACIENDO GALLETAS. Sin embargo, el paladar de quien ha horneado galletas por toda una vida es la prueba más confiable de la calidad del producto.
“Nuestra galleta de soda es nuestro mejor producto. Eso es lo más sano que hay como valor alimenticio... Por
eso decimos, galletas Royal Borinquen: la mejor”.
Con esa expresión, y también ataviado con redecilla, Antonio Rodrí
guez Zamora, presidente de Borinquen Biscuit Corp. recibió a Negocios en la que planta que ha operado casi ininterrumpidamente por espacio de 70 años.
“A medida que ha cambiado la tecnología y que han cambiado las películas y otras cosas donde se empaca la galleta, se han creado los paquetitos de una onza para empacar en cajitas... No es fácil estar poniendo galletas cuadradas en una lata redonda, pero al consumidor hay que darle lo que quiere”.
La vida de Rodríguez Zamora y aquella de Borinquen Biscuit parecen ser la misma cosa. El ingeniero ha trabajado en la empresa familiar desde siempre.
De muchacho, cuando su padre dirigía la operación y luego, al obtener su grado universitario, regresó a Borinquen Biscuit para regirla.
La plática deja a la luz los principios del empresario: la ética a la hora de hacer negocios, la necesidad de trabajar en equipo, el respeto al empleado. Rodríguez Zamora lleva a orgullo que a lo largo de los años, la empresa ha sido sustento para un padre, el hijo y hasta el nieto de una misma familia.
Explicó que el empresario ha de estar en todas las áreas de una compañía: ventas, administración, distribución, desarrollo. A Rodríguez Zamora, le fascina la producción.
El hombre tiene manos de un jefe que antes fue obrero.
Se aprecia una que otra quemadura ganada en los hornos industriales y las cortaduras que le dejaron las troqueladoras. Esas son las máquinas -de navajas y pliegues fuertes para cercenar y tornear metal- donde se fabrican las latas de color verde monte, fácilmente reconocibles en cualquier estante de supermercado en Puerto Rico.
Aparte de heredar y enriquecer una línea de productos única, Rodríguez tuvo por escuela gerencial, un padre que le construía casa a sus trabajadores y que ayudaba con algún prestamito al empleado que lo pidiera. Al presente, Borinque Biscuit emplea unas 150 personas.
Transcurridas más de tres décadas al frente de la compañía que cofundó Rodríguez Menéndez, el ingeniero ya tomó medidas para que la fábrica quede bajo la dirección de su hijo,
Antonio Rodríguez Morales y alberga la esperanza de que el nieto también le siga los pasos.
Por ahora, es tiempo de hablar de los planes de Borinquen Biscuit, de cara a 150 años de operaciones.
El hito se marcará lanzando nuevos productos, de los que Rodríguez no suelta prenda. Adelantó empero, que uno de ellos llegará a la mesa de los consumidores este año.
EXPORTANDO AL SUR. Además, Rodríguez tiene en agenda inversiones adicionales para mejorar los procesos internos de la fábrica y la expectativa de aumentar su cuota de exportación para varios de sus productos.
Borinquen Biscuit contempla llevar sus productos a República Dominicana y ausculta la posibilidad de entrar en Panamá.
“Aquí hablan de exportación, pero yo no voy a ninguno de esos seminarios porque eso es pintura y colorete. Bájeme los fletes y no se hable más... La industria de Puerto Rico no va a desarrollarse si los fletes no son buenos”, manifestó el ingeniero, quien a través de la división de marca privada, fabrica productos de exportación para empresas como Gilda, Goya y una importante cadena de supermercados en el estado de Nueva Jersey.
A nivel local, Borinquen Biscuit trabaja productos de marca privada para Supermax y Sam's Club, entre otras.
Puerto Rico sería otra cosa si se hiciera exportación en serio, dijo Rodríguez Zamora. “Al hacer más exportaciones, habría más empleos aquí”.
Diariamente, entre marcas privadas y las marcas de la confeccionadora de galletas, la producción de Borinquen Biscuit ronda unas 40,000 libras en una línea de producción que casi equivale a siete canchas de baloncesto juntas.
EN TERRENO DESIGUAL. Claro está, Rodríguez Zamora acepta que exportar no es proyecto fácil y tampoco competir y mantenerse relevante en un mercado, donde no todos los competidores tienen la misma definición de calidad.
En Puerto Rico, Borinquen Biscuit compite con una avalancha de productos manufacturados en diversos países que al firmar tratados de libre comercio con Estados Unidos han tenido acceso al mercado de Puerto Rico. A estos fabricantes, sin embargo, no se les exige cumplir con las muchas reglamentaciones de sanidad en el procesamiento de alimentos que se requiere a una operación en suelo estadounidense.
Tampoco, según Rodríguez Zamora, parece haber muchas exigencias de los reguladores en temas como la información nutritiva que debe proveerse en las etiquetas.
Además, el costo de una galleta procesada en países en desarrollo es, por mucho, más bajo que en Puerto Rico.
Para muestra, un botón. Un obrero en una instalación similar a Borinquen Biscuits en algún país en América Latina recibiría de paga, por un día de trabajo, prácticamente lo mismo que se paga a un trabajador por una hora de faena en Puerto Rico.
“Tengo que asegurarme de tener una producción costoeficiente para poder competir con lo que viene de afuera” ANTONIO RODRÍGUEZ presidente Borinque Biscuit
LA CALIDAD ES LA MEJOR MARCA. A Rodríguez Zamora, esos contrastes no