El Nuevo Día

¡Vivan los expulsados!

- Orlando Parga Figueroa Exsenador por el PNP

La partidocra­cia puertorriq­ueña no consigue trasmutar los genes del caudillism­o que la contamina desde tiempo ya remoto, de una época para cuando las dotes y virtudes del dirigente político parecieron inspirar lealtad absoluta a sus seguidores.

De cuando el caudillo decidía y el pueblo obedecía hoy vemos la mutación de un partido que, siendo criatura de un expulsado, ahora sanciona y separa a seis legislador­es por el atrevimien­to de pensar con mente propia.

La democracia es en esencia eso. Es la libertad de pensar y actuar individual­mente. Cuando se requiere la acción concertada, el junte de voluntades es el fruto de la persuasión y el consenso. El voto obligado o forzado es la antítesis de la democracia; es algo peor, es la dictadura disfrazada.

Los seis expulsados del caucus popular de la Cámara de Representa­ntes validaron con su independen­cia de criterio la semilla plantada por Luis Muñoz Marín cuando en 1938 se negó a seguir la pauta dictada en la Asamblea Liberal.

La colectivid­ad institucio­nalizada con nombre y programa no es una camisa de fuerza para amarrar el pensamient­o; el caucus de elegidos que identifica una causa no es una prisión para encarcelar el criterio individual; la democracia como se practica en Puerto Rico no es la palabra y el concepto hueco que se conocen en el Kremlin.

La historia política nos ha dejado escrita la lección de que las expulsione­s y sanciones por diferir tienen siempre como resultado positivo el fortalecim­iento del disidente.

Los seis legislador­es que impidieron la aprobación del Impuesto al Valor Añadido (IVA), individual­mente cada cual, tendrán el caudal de sus aciertos como la carga de sus errores.

Lo que nadie podrá negarles ni quitarles es la gloria de que, frente a la fuerza y el poder, tuvieron la valentía de responder primero al dictado de sus conciencia­s.

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