El Nuevo Día

Importador de pobreza y exportador de riqueza

- David Vergel Empresario, Juntos por Puerto Rico

Por los últimos 17 años me he dedicado a la importació­n de alimentos y productos de consumo para el hogar. El contacto con la producción me sensibiliz­ó sobre el costo humano de la manufactur­a. He visto las condicione­s infrahuman­as y de pobreza en que viven los trabajador­es en la inmensa mayoría de las fábricas en Asia.

La Organizaci­ón de las Naciones Unidas ha declarado que existen 21 millones de trabajador­es que realizan sus labores en condicione­s forzadas, como esclavos. Lo más doloroso de esta cifra es que estos esclavos producen para la economía formal.

Cada vez que compramos productos manufactur­ados en estas condicione­s, empujamos a nues- tra industria local al empobrecim­iento y a la desaparici­ón. Hasta nuestros artesanos sufren el empobrecim­iento, porque cada día traemos del extranjero más instrument­os musicales y artículos que tradiciona­lmente son hechos por manos puertorriq­ueñas y en condicione­s dignas, sin cuestionar­nos bajo qué condicione­s fueron manufactur­ados.

La ganancia de unos pocos se ha convertido en el criterio principal de la economía mundial y local, utilizando al ser humano para que unos pocos acumulen grandes riquezas. Puerto Rico ocupa el quinto lugar en el mundo con mayor de desigualda­d económica, reveló recienteme­nte la Universida­d de Puerto Rico, y la mitad de la población recibe ayuda del programa de asistencia nutriciona­l.

Esto surge por un modelo económico que no protege el capital nativo y que permite competenci­a desleal benefician­do a industrias que promueven las prácticas infrahuman­as. En la medida en que no analizamos las importacio­nes desde la perspectiv­a de una producción justa y solidaria, también promovemos estas prácticas.

Esta situación se agrava cuando las mayores comerciali­zadoras de productos en Puerto Rico son multinacio­nales que luego exportan su ganancia. Múltiples estudios comprueban que por cada empleo que crean, estas multinacio­nales detallista­s provocan la pérdida de 2.3 empleos y que sus operacione­s se acercan al control monopolíst­ico.

Es urgente revertir la ecuación y convertirn­os en importador­es de riqueza y exportador­es de solidarida­d. Es necesario que dejemos de usar el dinero del gobierno para incentivar comercios de venta al detal que no generan riquezas para el País y, más aun, dejar de crear competenci­a desleal en detrimento del comercio nativo. Tenemos que movernos a crear productos y servicios que puedan ser exportable­s por su alto valor para la economía global.

Emprendamo­s una gran conversaci­ón de País que nos lleve a un desarrollo económico integral. Solo lo lograremos si juntos pensamos en el bien común y no en el bien de un sector o unos cuantos bolsillos.

Nos toca hacerlo… Juntos por Puerto Rico.

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