Importador de pobreza y exportador de riqueza
Por los últimos 17 años me he dedicado a la importación de alimentos y productos de consumo para el hogar. El contacto con la producción me sensibilizó sobre el costo humano de la manufactura. He visto las condiciones infrahumanas y de pobreza en que viven los trabajadores en la inmensa mayoría de las fábricas en Asia.
La Organización de las Naciones Unidas ha declarado que existen 21 millones de trabajadores que realizan sus labores en condiciones forzadas, como esclavos. Lo más doloroso de esta cifra es que estos esclavos producen para la economía formal.
Cada vez que compramos productos manufacturados en estas condiciones, empujamos a nues- tra industria local al empobrecimiento y a la desaparición. Hasta nuestros artesanos sufren el empobrecimiento, porque cada día traemos del extranjero más instrumentos musicales y artículos que tradicionalmente son hechos por manos puertorriqueñas y en condiciones dignas, sin cuestionarnos bajo qué condiciones fueron manufacturados.
La ganancia de unos pocos se ha convertido en el criterio principal de la economía mundial y local, utilizando al ser humano para que unos pocos acumulen grandes riquezas. Puerto Rico ocupa el quinto lugar en el mundo con mayor de desigualdad económica, reveló recientemente la Universidad de Puerto Rico, y la mitad de la población recibe ayuda del programa de asistencia nutricional.
Esto surge por un modelo económico que no protege el capital nativo y que permite competencia desleal beneficiando a industrias que promueven las prácticas infrahumanas. En la medida en que no analizamos las importaciones desde la perspectiva de una producción justa y solidaria, también promovemos estas prácticas.
Esta situación se agrava cuando las mayores comercializadoras de productos en Puerto Rico son multinacionales que luego exportan su ganancia. Múltiples estudios comprueban que por cada empleo que crean, estas multinacionales detallistas provocan la pérdida de 2.3 empleos y que sus operaciones se acercan al control monopolístico.
Es urgente revertir la ecuación y convertirnos en importadores de riqueza y exportadores de solidaridad. Es necesario que dejemos de usar el dinero del gobierno para incentivar comercios de venta al detal que no generan riquezas para el País y, más aun, dejar de crear competencia desleal en detrimento del comercio nativo. Tenemos que movernos a crear productos y servicios que puedan ser exportables por su alto valor para la economía global.
Emprendamos una gran conversación de País que nos lleve a un desarrollo económico integral. Solo lo lograremos si juntos pensamos en el bien común y no en el bien de un sector o unos cuantos bolsillos.
Nos toca hacerlo… Juntos por Puerto Rico.