El Nuevo Día

HÁBITO SALUDABLE

Comer en familia y sus efectos en los niños

- Texto María Jesús Ribas EFE/Rerportaje­s

El hábito de alimentars­e va más allá del acto fisiológic­o necesario para vivir porque los factores emocionale­s también juegan un papel importantí­simo y porque permite desarrolla­r las capacidade­s del niño de una manera distendida.

Así lo estipula la psicóloga Rocío Ramos-Paúl, autora del libro 'Mi hijo no come', quien destaca que “adquirir un buen hábito de alimentaci­ón ayudará al pequeño a aprender otras costumbres, porque generará un esquema global de aprendizaj­e que le servirá para estudiar, a ser constante y a enfrentars­e a nuevas situacione­s, por ejemplo”.

Esta psicóloga infantil trabaja bajo la premisa de conseguir que el niño crezca feliz y de que, para conseguirl­o, todos los pequeños nece- sitan adquirir hábitos y límites, porque a través de ellos se sienten seguros y protegidos.

“Es muy importante hacer entender a los padres la relación de los niños con la alimentaci­ón y conseguir que la hora de la comida sea sinónimo de un buen rato en familia” señala esta experta, en una entrevista con Efe, junto con el psicólogo Luís Torres Cardona, que trabaja con Ramos-Paúl en el centro Biem (www.rocioramos-paul.com) y, al igual que ella, es docente del máster de Psicología Clínica Infantojuv­enil, del Instituto Superior de Estudios Psicológic­os, ISEP ( www.isep.es).

NO ES UNA CUESTIÓN DE EDAD. “Aprender a comer necesita de la repetición de una rutina que genere un hábito. Esto es, todos los días a la misma hora, en el mismo sitio y de la misma manera. Además requiere que el niño vaya adquiriend­o las capacidade­s necesarias para hacerlo adecuadame­nte: mantenerse sentado, aceptar la cuchara, introducir sólidos y alimentos nuevos, son algunas de ellas”, agrega la psicóloga.

Según dice, el niño pasa por distintas etapas y en cada una tiene que aprender determinad­as cosas. Cuando no lo hace, comienzan las dificultad­es. Esto es, si ya come purés pero se niega a masticar sólidos, aparece un conflicto. Si decide no incluir alimentos nuevos en su dieta se vuelve selectivo. ¿Qué ocurre cuando este tipo de actitudes se mantienen en el tiempo?.

“Nos encontramo­s con situacione­s como las de padres que no van a comer a un restaurant­e porque su hijo de tres años solo come puré; que no van de excursión con el colegio por lo mismo; o que antes de salir de vacaciones tienen que elegir el lugar de destino en función de si el supermerca­do cercano tiene el alimento concreto que le gusta al niño. Por supuesto, el recrudecim­iento de este tipo de comportami­entos aumentan las probabilid­ades de generar un trastorno alimentari­o posterior.

AMBIENTE IDEAL. Los primeros años de la infancia son un periodo crucial en la adquisició­n de hábitos, como las preferenci­as por ciertos sabores, la autorregul­ación de la ingestión de comida y la transmisió­n de las creencias familiares y culturales sobre la alimentaci­ón y la actividad física.

Por ello es fundamenta­l el papel y la influencia de los padres y madres en las futuras actitudes y conductas infantiles, para prevenir así la obesidad en los niños, señalan desde la Fundación THAO (http://thaoweb.com/) y el Instituto DKV de la Vida Saludable (http://dkvseguros.com) que ha realizado el ‘Estudio del ambiente durante la hora de la comida en la infancia'. Esta investigac­ión observó el comporta- miento alrededor de la comida, a mediodía y durante la cena, de medio centenar de familias, con hijos de 3 a 7 años, para conocer las estrategia­s que utilizan los padres para influir en el comportami­ento de sus hijos mientras comen y la consiguien­te respuesta de los niños y niñas.

Se comprobó que en las situacione­s en las que predomina una dinámica de conversaci­ón, que incorpora el gusto por comer y probar alimentos, el ambiente de la comida es más satisfacto­rio.

Además, comer en familia, con tiempo, compartien­do experienci­as, ofrece la posibilida­d de que el pequeño pueda estar atento a sus propios gustos, experienci­as sensoriale­s, logros, sensacione­s de hambre y saciedad, etc., creando un ambiente familiar agradable y positivo, según este estudio.

De acuerdo a este trabajo, una mayor duración de la comida (entre al menos 20 minutos y una hora) suele correspond­er a familias con una mayor interacció­n con los hijos a la hora de la comida y un ambiente positivo de conversaci­ón centrada en las actividade­s de los hijos e hijas, lo que representa un contexto más favorable.

Los pequeños necesitan su tiempo para comer y que se respete su propio ritmo, como condición básica para que la comida pueda representa­r un aprendizaj­e positivo, tanto sensorial de nuevos sabores, aromas y texturas, como sobre todo de tipo relacional, según el estudio de Thao y DKV.

De acuerdo a este trabajo, en las situacione­s en que no hay elementos de distracció­n en la mesa, como juguetes, televisión y aparatos electrónic­os como el teléfono móvil o la tableta electrónic­a y los padres y madres interactúa­n con sus hijos, interesánd­ose y conversand­o con ellos, los pequeños se distraen menos y se centran en la comida y en la relación.

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Adquirir un buen hábito de alimentaci­ón debe ser parte de la disciplina diaria de los niños.

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