El Nuevo Día

La raíz de los problemas

- Ricardo Rosselló Doctor en ingeniería biomédica y neurobiolo­gía

No hay liquidez en el Banco Gubernamen­tal de Fomento, existe amenaza de impago, no hay crecimient­o económico hace años, un sistema de salud está al borde del colapso por mala administra­ción y hay desigualda­d ante los estados y más impuestos para el pueblo.

Ante esta preocupant­e situación socioeconó­mica de la Isla, existe un consenso generaliza­do de que necesitamo­s soluciones concretas a nuestros problemas. Para lograrlo, tenemos que ir a la raíz de los males que enfrentamo­s para poder atenderlos en su esencia. Esto es parte fundamenta­l del proceso que hemos encaminado con el “Plan para Puerto Rico”.

Si examinamos la literatura existente sobre gobernabil­idad y política pública, la mayoría de los expertos concuerdan que existen varios factores medulares que determinan el éxito (o el fracaso) de una jurisdicci­ón, a saber: 1) la gobernanza y el sector público; 2) las finanzas públicas; 3) la participac­ión sabia en los mercados de capital; 4) los servicios de infraestru­ctura; 5) el capital humano; 6) la seguridad, la ley y el orden; 7) el estado de derecho; 8) el manejo de los activos; 9) la preparació­n para desastres, su respuesta y sustentabi­lidad, y 10) el compromiso ciudadano y su participac­ión en los procesos sociopolít­icos.

Se deduce que mientras mejor situada esté una jurisdicci­ón en cuanto a estos renglones, mejor calidad de vida disfrutará­n sus ciudadanos. Hoy examinarem­os la realidad actual de Puerto Rico en cuanto a los primeros tres asuntos, para luego retomar el diálogo sobre los siete restantes. Este análisis nos permite ver más claramente la génesis de los males que nos aquejan hoy.

Cuando se habla de buena gobernanza y un sector público eficaz, se entiende que un gobierno debe operar bajo una agenda cohesiva, que provoque funcionali­dad a través de sus institucio­nes. Esto redunda en un mejor servicio al pueblo. La gobernanza también debe ser un esfuerzo compartido y colaborati­vo entre todos los sectores que tengan un interés por el bienestar común de la sociedad. Nuestro Gobierno dista mucho de esta situación por ser altamente burocrátic­o, politizado, de gastos excesivos, que utiliza sus recursos más para alimentar la maquinaria gubernamen­tal que para poner la economía a producir.

Al mismo tiempo, para que las finanzas públicas funcionen a cabalidad, se necesita tener en el Gobierno una cultura sólida de rendición de cuentas. Esto aplica tanto en los recaudos y el presupuest­o como en los procesos de programaci­ón y “procuremen­t” de recursos locales y federales, la contabilid­ad y auditoría de fondos públicos y, especialme­nte, en la ejecución de programas financiado­s por el erario.

En Puerto Rico no existe esta cultura de rendición de cuentas ni de transparen­cia. Tampoco hay sistemas para la maximizaci­ón de los recursos y la ejecución adecuada de los proyectos gubernamen­tales. Por ende, la ineficienc­ia, el “malgasto” y el despilfarr­o son la orden del día. Si adoptamos mecanismos innovadore­s, tecnología, así como políticas fiscales que incentiven la eficiencia y la efectivida­d, veremos resultados favorables.

De igual forma, las jurisdicci­ones que sepan participar bien en los mercados de capital prosperan, ya que esos mercados proveen los fondos para hacer la obra vital que ayuda a impulsar la economía. Dentro de este renglón, el sector privado no tan sólo es el propulsor económico, sino que se convierte en actor principal de la implantaci­ón de programas públicos.

En Puerto Rico, el gobierno actual obstaculiz­a el progreso del sector privado y, en lugar de utilizar los fondos obtenidos en los mercados de capital para invertir en obra esencial, usa esos préstamos para cubrir gastos operaciona­les. Se están asumiendo enormes deudas que, en lugar de invertirse en proyectos de infraestru­ctura o en fomentar sectores específico­s de la economía, se revierten a las arcas de un gobierno que cada vez se hace más insaciable y disfuncion­al.

Podemos ver entonces cómo los problemas de Puerto Rico tienen su raíz en las estructura­s básicas que definen un buen gobierno y una jurisdicci­ón próspera. Cuando analizamos nuestra situación desde una perspectiv­a clara y lógica, podemos trazar una ruta certera hacia un mejor Puerto Rico.

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