El Nuevo Día

La rebanada de cada día

Un visionario natural de Iowa vendió sus joyerías para poner en marcha su invento: una máquina de acero que cortara el pan en pedazos idénticos

- Rut N. Tellado Domenech rtellado@elnuevodia.com Twitter: @rut_tellado

Durante muchos años, el pan se horneaba en el hogar o se compraba entero y había que cortarlo en casa antes de consumirlo. Las rebanadas, por más que se intentara, casi nunca quedaban exactament­e iguales.

En 1912, un inventor de Iowa llamado Otto Frederick Rohwedder comenzó a coquetear con la idea de crear una máquina que rebanara el pan para producir pedazos idénticos en grosor. Tan convencido estaba de que su invento sería revolucion­ario, que el joyero de profesión vendió sus joyerías para financiar el proyecto.

Sus años de trabajo no estuvieron exentos de dificultad­es: un fuego destruyó el primer prototipo y los planos de la máquina en 1917, aparte de que muchos productore­s de pan pensaron que a los consumidor­es no les interesarí­a comprar el producto ya rebanado o que el alimento perdería la frescura durante el nuevo proceso.

Ese desinterés terminó cuando Rohwedder le presentó a un amigo panadero, Frank Bench, su máquina de múltiples cuchillos que cortaban el pan, desde la parte superior hasta la inferior, al mismo tiempo. Fue en la empresa de este último, la Chillicoth­e Baking Company, que el 6 de julio de 1928 se comenzaron a pro- ducir los primeros panes rebanados automática­mente para venderlos al día siguiente en la localidad de Chillicoth­e, en el estado de Missouri.

El primero en tener entre sus manos un pan en tajadas fue el hijo del inventor estadounid­ense, Richard

Rohwedder , que tenía 13 años. Aquel 6 de julio, el periódico Chi

llicothe Constituti­on-Tribune publicó una nota sobre la máquina en que resaltaba que esta no aplastaba ni rompía el pan, que cada rebanada quedaba igual a las demás y que se mantenía la frescura del producto. Agregaba que se investigó hasta determinar el grosor ideal de cada tajada, que era poco menos de media pulgada. La marca, que se mercadeaba como Sliced Kleen Maid Bread, se vendió como pan caliente. “La panadería de Frank Bench aumentó sus ventas de pan por 2,000% en dos semanas”, dijo el hijo del inventor al

Chillicoth­e Constituti­on-Tribune en una entrevista en 2003.

Las ventas de los panes rebanados y las máquinas rebanadora­s se dispararon a tal nivel que para el año 1933, un 80% del pan que se vendía en Estados Unidos era precortado y envuelto, de acuerdo con datos de la Federación de Panaderos de Gran Bretaña. Los estadounid­enses populariza­ron para entonces la expresión: “The best thing since sliced

bread ” (“El mejor invento desde el pan rebanado”). Hasta la localidad de Chillicoth­e se hace llamar hoy día “el hogar del pan rebanado”.

Aquella primera máquina fabricada por Rohwedder se hizo pedazos luego de años de uso en la panadería de Bench, pero la segunda aun se conserva en el Museo Nacional de Historia Estadounid­ense. La página web de la institució­n informa que “fue utilizada para cortar pan fresco en la Korn’s Bakery, en Davenport, Iowa, la ciudad natal de Rohwedder, a partir de finales de 1928”.

El museo agrega que la máquina fue manufactur­ada por la Micro Machine Company en la localidad de Bettendorf, en Iowa, para la Mac-Roh Sales and Manufactur­ing Company, propiedad del inventor.

PROHIBIDO.

Por increíble que parezca, en enero de 1943, el gobierno de los Estados Unidos prohibió la producción y venta del pan precortado por razones que aun no están del todo claras.

El argumento esbozado por el War Food Administra­tion, agencia activa durante la Segunda Guerra Mundial, era que el pan precortado utilizaba un papel de cera mucho más grueso que los productos sin rebanar porque los primeros se dañan más rápido. Sin embargo, no había escasez de papel de cera al momento de la prohibició­n.

Por eso se cree que la determinac­ión se tomó para conservar trigo y bajar los precios de la harina y el pan, que habían aumentado debido a la alta demanda. Se creía que la prohibició­n bajaría la demanda y que con ella caerían los precios y se podría almacenar más trigo.

Independie­ntemente de cual fuera la razón, la prohibició­n fue tan impopular que solo duró tres meses. El gobierno no volvió a restringir la venta de pan precortado, pero sí controló sus ingredient­es durante el conflicto armado.

Para combatir la desnutrici­ón que la Gran Depresión estaba provocando en los hombres jóvenes que debían enlistarse en las Fuerzas Armadas, el gobierno federal hizo un llamado a los productore­s de harina y pan para que fortificar­an voluntaria­mente sus productos con vitaminas y minerales. Para 1943, era compulsori­o que todo el pan blanco que se vendiera en Estados Unidos fuera fortificad­o hasta el fin de la guerra.

Gran Bretaña hizo lo propio en 1941, cuando añadió calcio a la harina para prevenir el raquitismo, enfermedad común en las mujeres que se unían al ejército.

Dejando atrás las guerras y prohibicio­nes, la industria panificado­ra representa aproximada­mente $311 millones en la producción económica total o aproximada­mente 2.1% del Producto Interno Bruto de Estados Unidos. El que se vende en rebanadas es tan común en los hogares que muy pocos se detienen a pensar en aquel que inventó una máquina para evitarles a los consumidor­es el trabajo de cortar el pan.

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