Valor a toda prueba de los atletas especiales
La extraordinaria gesta de Puerto Rico en las Olimpiadas Especiales celebradas en Los Ángeles, California, donde 54 atletas cargaron con 53 medallas, merece el más alto tributo a la calidad, el sacrificio y el compromiso de una delegación ejemplar, que ll
Esta representación indudablemente genuina, de competitividad a toda prueba, logró para el País 11 preseas de oro, 19 de plata y 23 de bronce, para un 98% de efectividad en los ocho deportes en que compitió en estos juegos mundiales. La natación dio el mayor número de medallas, 25, combinando los eventos en piscina y aguas abiertas. Le siguió la gimnasia rítmica, con 16 medallas.
En muchos sentidos esta ha sido la mejor actuación de un grupo boricua midiéndose de tú a tú con sus pares, que en la edición de 2015 de estos juegos mundiales reunió a más de 6,500 atletas de 165 países.
Como colectivo, los niños y los jóvenes de la Isla con alguna discapacidad superaron el botín de 44 metales acumulado en las competencias anteriores celebradas en Grecia en el año 2011. A nivel personal, muchos de ellos tuvieron la gran satisfacción de poder exhibir la elevación de su rendimiento individual y mejorar sus propias marcas en presencia de padres, maestros y entrenadores, quienes les motivaban desde las gradas y escenarios deportivos, tal y como lo hacen en casa, en la escuela, en las canchas y los parques deportivos de sus comunidades.
Y es que la calidad competitiva tiene mucho que ver con los apoyos que recibe un atleta. La fórmula exitosa que obtuvo la gran cosecha en Los Ángeles surge del esfuerzo, la perseverancia y la disciplina de los deportistas en su carácter individual, unido al respaldo incondicional de afectos y trabajo duro por parte de familiares y amigos y de un sistema de apoyo técnico y de entrenamiento basado en el voluntariado que hace alto honor a ese concepto.
Es sabido que la educación de un niño con necesidades especiales es cuesta arriba en Puerto Rico, y cuando se utiliza el deporte como recurso para impulsar su desarrollo físico y cognitivo lo es aún más. El entrenamiento de un atleta especial demanda la exploración de muchas estrategias, porque los niños aprenden de maneras y a ritmos distintos, y además requiere de creatividad, mucho tiempo y, sobre todo, amor.
Por ello es que los padres que formaron parte de la delegación isleña, tanto los que pudieron hacer el viaje como los que celebraron desde aquí, merecen la felicitación y la admiración de su pueblo.
También hay que destacar el valor de los voluntarios. Esos seres tan desprendidos como fajones que tienen como recompensa la alegría de ayudar a otros con sus conocimientos y experiencia, tienen que sentirse orgullosos de trabajar junto a estos jóvenes y sus familiares en la tarea de refundar una sociedad más justa y equitativa que le cierre el paso a la exclusión social.
De igual forma hay que reconocer al grupo de empresas privadas que se responsabilizó del costo de los pasajes aéreos y de parte de los uniformes y los preparativos que demandan las disciplinas de natación, atletismo, gimnasia rítmica, tenis, baloncesto, softbol, boliche y “boccia” en que participaron estos sobresalientes atletas.
El País nuestro, tan necesitado de establecer metas realistas de desarrollo, con estrategias alcanzables y la disciplina y capacidad de sacrificio para lograrlas y salir del estancamiento económico y social, también requiere de más personas como la delegación que dio lo mejor de sí en las Olimpiadas Especiales. Ellos, con su ejemplo, marcan la ruta a seguir para llegar a niveles superiores de convivencia y progreso.
Estos jóvenes atletas, sus padres, sus entrenadores y su cuerpo técnico y de voluntarios llevaron en alto los colores patrios, al tiempo que, exigiéndose más, elevaron sus propios niveles.
Vaya para todos ellos nuestra respeto, agradecimiento y admiración.