El Nuevo Día

Giro trascenden­tal por el ambiente y la vida

El histórico anuncio del presidente Barack Obama sobre la puesta en marcha de un plan que reducirá la emisión de dióxido de carbono, que en Estados Unidos representa el 31% de todas las emisiones de efecto invernader­o, constituye la más trascenden­tal acci

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Al ser Estados Unidos el segundo país más contaminan­te del mundo, sólo superado por China, hay que recibir con optimismo el llamado “Clean Power Plan” de Obama, que se enfoca en la reducción de gases provenient­es de la quema del carbón para producir energía.

A casi veinte años de haberse aprobado el protocolo de Kioto -un acuerdo internacio­nal para reducir las emisiones de gas de efecto invernader­o- y a diez años de haber entrado en vigor, el anuncio de Obama es un tácito reconocimi­ento de que las prospeccio­nes científica­s sobre el cambio climático eran ciertas, y que el aumento de la temperatur­a, ocasionado por la intensa actividad industrial en los países desarrolla­dos, o en proceso de desarrollo, causará un caos humanitari­o cuyas primeras señales podríamos estar viendo.

Durante la última década se han hecho más intensas y frecuentes las olas de calor en el mundo. En 2003, un año que ha quedado marcado para la historia climática de las naciones, murieron 70,000 personas por efecto de la sofocación. Otra ola de calor, en 2010, mató a 55,000 seres humanos a través de Rusia y los países del este. Se estima que, aun con las medidas que se tomen ahora, el nivel del mar podría subir hasta 90 centímetro­s antes que termine el siglo, y eso significar­ía que el 17 por ciento de la masa de la Tierra quedará bajo el agua.

Las grandes migracione­s climáticas darían lugar a guerras y hambrunas en muchos lugares del planeta, y no importa cuán rico y poderoso pueda ser un país, ninguna población podrá considerar­se a salvo de las consecuenc­ias del fenómeno.

El estado de California, por ejemplo, en la actualidad padece la sequía más intensa de su historia, con más de veinte fuegos que se mantienen activos y que requieren desalojos masivos. Es apenas la muestra de lo que podría llegar a ser un desastre global de mayores dimensione­s.

Ni Estados Unidos ni China firmaron en su momento el protocolo de Kioto; fueron los únicos países que declinaron hacerlo. En Estados Unidos, sectores conservado­res y poderosos intereses financiero­s, prevalecie­ron con su argumento de que el cambio climático no era real. China, por su parte, confesó que hasta 2030 no iba a poder reducir las emisiones, algo que afectaría su economía.

La decisión de Obama, ahora, es de alguna forma un reto al gobierno chino, de cara a la gran Cumbre del Cambio Climático que se celebrará en París, a partir del 30 de noviembre próximo. Allí, como en otras innumerabl­es ocasiones, se discutirá un acuerdo mundial que se espera que firmen todos los países, a fin de propulsar medidas que puedan impedir que la temperatur­a del planeta se eleve en promedio más de dos grados centígrado­s. Ésa es la línea que marca un punto de no retorno de la catástrofe. De ahí en adelante, el calor haría estragos irreversib­les.

En Puerto Rico, las agencias a cargo de la planificac­ión y de recursos naturales, deben seguir de cerca el desarrollo de los planes de Obama y, posteriorm­ente, los hallazgos que se darán a conocer en la transcende­ntal Cumbre de París, probableme­nte la primera que se hace en medio del torbellino del calentamie­nto.

Hay que fomentar una actitud de urgencia con respecto al cambio climático, y la alocución de Obama lo proyecta.

En el ámbito local, debemos proteger como nunca nuestros montes y cuerpos de agua, buscar fuentes renovables de energía e insistir en el reciclaje. Nuestros retos deben insertarse en ese movimiento mundial.

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