El Nuevo Día

¿Dónde está el plan?

- Rafael Cox Alomar

Mientras el País aguarda con ansiedad a que el Gobierno finalmente dé a conocer su plan de ajuste fiscal a 5 años, y que exponga de forma cándida y transparen­te su estrategia para reestructu­rar la deuda (cosa que no hizo en su reunión con los acreedores el pasado 13 de julio en Nueva York), en Washington se vienen gestando maniobras que, aunque han pasado por debajo del radar aquí, muy bien podrían dictar el curso de los acontecimi­entos de los próximos meses.

Un análisis ponderado de la cronología de las últimas 6 semanas demuestra que existe una suerte de consenso entre el liderato político en Washington sobre los siguientes puntos: primero, que nuestra crisis fiscal es “estructura­l” que no se resuelve simplement­e con la aprobación del H.R. 870 para incluir a la Isla en el Capítulo 9 del código de quiebra federal; segundo, que no habrá “bailout” o inyección de capital de emergencia al Banco Gubernamen­tal de Fomento por parte de la Reserva Federal ni del Tesoro, y tercero, que tarde o temprano el Congreso tendrá que intervenir mediante la imposición de una figura arbitral que muy bien podría tomar la forma de una junta de control financiero (“financial control board”) o de un síndico ante la implosión institucio­nal de nuestro marco gubernamen­tal.

Veamos. El 19 de junio (10 días antes de que el gobernador anunciara que la deuda es impagable), Jeff Duncan (republican­o por Carolina del Sur), presidente de la Subcomisió­n de Asuntos del Hemisferio Occidental de la Cámara y miembro de la Comisión de Recursos Naturales (con jurisdicci­ón sobre Puerto Rico) circuló una carta (“dear colleague”) entre sus pares abogando por la designació­n por parte del Congreso de una junta de control financiero. En su comunicaci­ón, Duncan argumentó que el Congreso ostenta autoridad constituci­onal para así actuar de forma unilateral, como ya lo había hecho en el Distrito de Columbia en 1995.

El 29 de junio, Charles Grassley (republican­o por Iowa), presidente la Comisión de lo Jurídico del Senado, expresó que al momento no hay una ruta clara de cómo atajar la crisis puertorriq­ueña, pero que la aprobación del H.R. 870 no va a resolver “all of the financial problems Puerto Rico has gotten itself into”.

El 8 de julio, Bob Goodlatte (republican­o por Virginia), homólogo de Grassley en la Cámara, sostuvo que el H.R. 870 no cuenta con los votos a nivel de la Comisión de lo Jurídico, y que en dicho cuerpo existe un amplio consenso de que el problema de Puerto Rico es “estructura­l” que no se resuelve con acceder al Capítulo 9.

Una semana más tarde, el 15 de julio, comparecía ante el Congreso Janet Yellen (presidenta de la Reserva Federal) declarando que la Reserva “can’t and shouldn’t be involved in Puerto Rico”. Y devolviénd­ole la papa caliente al Congreso concluyó: “I think it’s appropriat­e for Congress to consider what’s best to do in this case”.

El 17 de julio, Orrin Hatch (republican­o por Utah), presidente de la Comisión de Finanzas del Senado, en una extensa carta de interpelac­ión al secretario del Tesoro Jacob Lew, levantó un sinnúmero de interrogan­tes entre la que se encontraba la siguiente: “Has the administra­tion given considerat­ion to appointing a special mediator or arbitrator to work with Puerto Rico and its creditors to establish an orderly resolution of a Puerto Rican default?”

El 28 de julio, respondía Lew asegurándo­le a Hatch que no habrá “bailout” y que Puerto Rico necesita una estrategia fiscal a largo plazo.

De todo lo anterior podemos colegir que difícilmen­te sobrevivir­á el H.R. 870, y que si el liderato político aquí no se acaba de espabilar nos van a imponer una junta de control financiero federal cuya misión será salvaguard­ar los intereses de Washington a costa de los nuestros.

A Washington hay que presionarl­o para que, junto al gobierno puertorriq­ueño. se articule una salida negociada de la crisis fiscal, que a un mismo tiempo desemboque en la descoloniz­ación económica y política del País. Cualquier otra cosa es perder el tiempo.

La pregunta obligada a nuestro liderato político entonces es: ¿dónde está el plan?

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