El Nuevo Día

A bajarse de esa nube

- Arturo Massol Deyá Casa Pueblo de Adjuntas y catedrátic­o del RUM

Son muchas las crisis que arropan el País. Aunque nuestros problemas son de origen político y terrenal, ahora pretendemo­s intervenir en el cielo para buscar una solución. En lugar de manejar el recurso “agua” con planificac­ión, manteniend­o o restaurand­o la cobertura boscosa en las cuencas hidrográfi­cas, los embalses, cuidando los acuíferos, promoviend­o aprovecham­iento ciudadano del agua de lluvia y corrigiend­o las pérdidas del 60% del agua que la AAA procesa, ahora la “solución”’ es tirar al cielo yoduro de plata para que se produzca lluvia en la palangana. Ya no se trata de pedirle lluvia a Dios o cantarle a la Virgen de la Cueva: ahora los tejanos nos ayudarán a controlar el clima.

Como si la Humanidad ya no fuera responsabl­e suficiente del cambio climático con emisiones de dióxido de carbono que agravan el efecto de invernader­o, ahora queremos modificar el clima con alevosía. Pretendemo­s entender el ambiente y presumimos que podemos obrar mejor que las leyes naturales.

Nos anuncian: “Sembrarán nubes en cuencas de tres embalses” como si eso representa­ra esperanza y tranquilid­ad para la ciudadanía.

Lo increíble de todo esto es cómo una agencia de Gobierno, una corporació­n pública y una empresa con base en Texas se sientan todos a decidir sobre lo que es mejor para Puerto Rico y autorizan semejante interven- ción sin que medie discusión ni deliberaci­ón pública en nuestro país, que es el escenario de la experiment­ación.

El mensaje es que ellos son los expertos y nadie más tiene “standing” ni amerita estar en el proceso. ¿Y la gente? Ese cielo es de todos y de nadie, de Puerto Rico, del Caribe y del planeta Tierra. ¿Cómo se arrogan semejante autoridad para dictar su uso?

De hecho, esa autoridad es peligrosa. Si se remueve la humedad artificial­mente en la zona este del País -que ciertament­e necesita lluvia- ¿qué podría pasar con la mitad oeste que depende de la acumulació­n diurna de humedad para tener aguaceros en las tardes?

Las lluvias en esos bosques de la cordillera mantienen a dos terceras partes de la isla libres de racionamie­nto y sus aguas también se transporta­n a la zona metropolit­ana para atenuar el duro golpe de una mal manejada cuenca hidrográfi­ca de Carraízo, La Plata y Cidra. Nos podríamos quedar sin la soga y sin la cabra.

Manipular químicamen­te la humedad para crear nubes puede usarse para atraer lluvia o para dejar sin agua a otros. Desde el punto de vista de escala, podría parecer inofensivo. “No hay riesgos”, nos dicen y, como garantías, colocan a la Universida­d de Puerto Rico por medio. Aunque somos afortunado­s por tener instalacio­nes donde se realiza mucha experiment­ación, Puerto Rico no puede seguir usándose como un laboratori­o para intereses de particular­es con intervenci­ones de este tipo.

Antes fue el “agente naranja” en nuestros bosques, la radiación, la esteriliza­ción de las mujeres, después vinieron las armas químicas en Vieques. Ahora están calentando El Yunque para ver qué pasa. ¿Quién traza esa raya? Aprovechar­se del sufrimient­o humano para levantar falsas esperanzas y decir que están resolviend­o un problema no es ético. Aun si se formase una nube, porque podemos hacerlo, ¿debemos hacerlo? Si no estuviéram­os en racionamie­nto de agua, ¿estaríamos auspiciand­o este tipo de proyecto? No seamos presos de nuestras circunstan­cias.

Lo que sí debemos es mejorar nuestras políticas públicas en el suelo e invertir recursos y empeño en lograr seguridad hídrica. Descansar en varitas mágicas para la solución a nuestra crisis nos podrían llevar por el camino equivocado. Es necesario bajarse de esa nube y andar en tierra si se quiere resolver el problema estructura­l del agua.

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