Solidaridad y patriotismo
“Patriotismo: amor a la patria” - “Solidaridad: adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros” (Definiciones de la Real Academia Española)
Ahora que Puerto Rico experimenta su peor crisis económica desde el 1898, necesitamos mucha solidaridad y mucho patriotismo para superarla. Pero la actitud generalizada de los diversos grupos sociales y económicos es: “Sí, pero no me toques lo mío”. Los partidos de oposición, por su parte, están sentados debajo del árbol electoral, confiados en que el año próximo, el triunfo les caerá en las manos como una guanábana madura, sin que ellos tengan que hacer nada para merecerlo.
A diferencia de esas actitudes, Puerto Rico recibió una extraordinaria lección de solidaridad y de patriotismo en el 1985. Como somos un pueblo absolutamente desmemoriado, hay que recordar esa lección.
El 2 de enero de 1985, Rafael Hernández Colón juró por segunda vez el cargo de gobernador de Puerto Rico, habiendo derrotado en las elecciones del noviembre anterior al incumbente Carlos Romero Barceló. En Estados Unidos, el presidente republicano Ronald Reagan había sido ree- lecto abrumadoramente. Se anticipaba que Reagan utilizaría su segundo término para aprobar una reforma importante al código de rentas internas federal. Esa reforma incluía la eliminación de la Sección 936.
La 936 siempre estuvo bajo la mira del Departamento del Tesoro federal. La misión de esa agencia es manejar los ingresos del gobierno y recaudar impuestos. El Tesoro siempre miró con ojos golosos los miles de millones de dólares que supuestamente dejaba de recaudar cada año por las exenciones contributivas que la Sección 936 concedía a las industrias norteamericanas establecidas en Puerto Rico.
A esa avaricia gubernamental hay que añadirle la envidia que la bonanza económica de Puerto Rico provocaba en muchos estados. En los años 80, la Sección 936 había convertido la Isla en el lugar más atractivo del mundo para el capital norteamericano, y había presiones políticas de diversos estados para eliminar lo que consideraban una competencia desleal para la creación de empleos en sus respectivas jurisdicciones.
A comienzos del 1985, la Sección 936 corría un gravísimo peligro. Pero entonces ocurrió lo que, desde la perspectiva de hoy, parecería un milagro. En febrero de ese año, el gobernador Hernández Colón le pidió ayuda al exgobernador don Luis A. Ferré para salvar la 936. Ferré era el “Mr. Republican” de Puerto Rico, una figura muy respetada en los más altos niveles del Partido Republicano de Estados Unidos.
Ferré también era el gobernador a quien Hernández Colón había derrotado en las elecciones de 1972. No debe haber sido fácil para ninguno de ambos líderes solicitar esa ayuda, ni considerar esa petición. Pero ninguno lo pensó dos veces.
Don Luis gestionó una reunión con el secretario del Tesoro, James A. Baker, para abogar por la permanencia de la Sección 936. El martes 14 de marzo de 1985, a las 10:45 a.m., Baker recibió en sus oficinas a Ferré, Hernández Colón y al licenciado Antonio “Tito” Colorado, entonces administrador de Fomento Económico, quienes asumieron la defensa de la 936.
Todos salieron de la reunión con Baker muy optimistas respecto de la permanencia de dicha sección. La prensa citó al exgobernador y fundador del PNP diciendo que en estos tiempos difíciles, “todos los puertorriqueños deben dejar a un lado sus diferencias y unirse para lograr el bienestar de la Isla y de todos sus compatriotas”.
El día anterior, el líder republicano había dicho “es imprescindible presentar un frente unido que tenga fuerza moral, ya que no política, para evitar el desastre económico que significaría la eliminación de la Sección 936”. “Al hacerlo”, dijo Ferré, “defiendo el bienestar de todos los puertorriqueños”.
En el 1985, el patriotismo y la solidaridad de dos adversarios políticos salvaron el principal instrumento de desarrollo económico con que contaba Puerto Rico entonces. Ahora, en el 2015, no podemos esperar menos de nuestros líderes.
“En el 1985, el patriotismo y la solidaridad de dos adversarios políticos salvaron el principal instrumento de desarrollo económico con que contaba Puerto Rico entonces”