La participación ciudadana
El momento que vivimos los puertorriqueños sin duda alguna es de mucha. incertidumbre, de muchísima especulación y frustración colectiva. Quien piense que esto es el fondo, se equivoca. Todavía el alfiler de la realidad no ha reventado la burbuja pero muy pronto lo hará.
Todo lo que se ha dicho sobre la crisis económica del Gobierno se viene hablando y debatiendo entre estudiantes universitarios, catedráticos y distintos sectores por más de 20 años, pero la mala costumbre de posponer y que “alguien va a resolver” nos ha tomado del cuello y nos asfixia.
El poder delegado en una clase política que vive del pueblo trabajador, al que le reparten migajas, le hacen fiestas patronales y festivales para luego pedirle el voto sagrado por hacer esa gran obra hueca, sin sentido, conduce a que, mientras, la ciudadanía carece de la excelencia de los servicios más básicos.
Y se agudiza este problema cuando la mente de la gente en nuestro país es bombardeado con opiniones en la radio y en redes sociales, sobre que ese “alguien que va a resolver” es un político nuevo o el nuevo turno al bate del otro partido político.
Sin embargo, lo que debemos hacer es promover ideas nuevas, proponer un país en donde se trabaje de otras maneras y en colectivo, porque si algo ha dejado claro la crisis es que los puertorriqueños estamos separados, la indiferencia nos ha creado una idea errada de que mientras unos sacan agua del bote, tenemos que elegir a otros que le echen más agua a ver si se hunde.
La participación de los ciudadanos es vital para tener un país de avanzada, esa democracia debe ser participativa y no dejarla al vaivén de cada 4 años. Movernos y no esperar a que las soluciones sean impulsadas por los que viven del sistema, pues esa precisamente ha sido parte de nuestra desgracia.
Si exigimos y participamos tendríamos transparencia en la administración y la gestión pública. Nosotros como ciudadanos podemos impulsar proyectos, cambiar y mejorar legislación, ser parte de la propia reestructuración del aparato gubernamental, de lograr mejores y mayores beneficios para la clase trabajadora, para los estudiantes y hasta en las obras en las que queremos que se gaste nuestro dinero.
Hoy esa desconexión que existe entre el pueblo y sus instituciones deja mucho que decir de nuestra sociedad. Parecería más importante la diatriba, el chisme y los programas en donde los políticos se gritan entre ellos, que el verdadero apoderamiento de la gente y su gobierno.
No existen varas mágicas para resolver nuestros problemas, pero si no proponemos algo distinto, los trogloditas seguirán en el poder y manejando el destino de todos como país.