Contra la opacidad
Frente a la tenaz coyuntura que nos arropa, múltiples son las voces autorizadas que nos interpelan con discursos inspirados para explicar el presente y urgir un cambio imprescindible. Se trata de una elección apremiante, nos dicen: la de acceder a modificar las cosas so pena de alargar el deterioro y el sufrimiento colectivos. Este trance es susceptible a ser solucionado con solo desearlo, explican. “Nosotros” podemos hacerlo y la solución está a nuestro alcance si hacemos tal o más cual cosa. Solo resta quererlo, ponerse de acuerdo. Uso intencionalmente la primera persona plural para responder y dar un sentido de coherencia a nuestros interlocutores, aunque no comparto esta simplificación porque engaña y es demasiado conveniente. Hace falta un cambio de paradigma, dicen. Sentido patriótico y espíritu de responsabilidad, con lo que concuerdo. Pero no podemos olvidar ciertas formas de perversidad que se volvieron cotidianas en la gestión pública y que alimentan todavía los anhelos de ciertos sectores cuyo único objetivo es el lucro o la reelección, y en muchos casos, ambas.
La primera de ellas fue la ilusión de la democracia en la administración para luego traicio- narla a conveniencia. Subastas, convocatorias para compra de productos o servicios y contratos de asesoría atenidos a estrictos reglamentos que, llegado el momento de decidir, se adjudicaban a amigos o deudores, no por el mérito sino por “afecto” –del que se cultiva en dólares. Agencias publicitarias, bancos, compañías de construcción de viejos conocidos que aportaron a campañas, son apenas tres de los tipos de empresas que han puesto su granito de arena para sentarse en la mesa de la abundancia. Y ni mencionar a las compañías incorporadas de un día para otro por algún exasesor o exfuncionario que de repente recibe un jugoso contrato millonario para capitalizar en lo que fuera. Lo importante es estar listo para recibir la bendición “oficial” aunque lo menos que se posea sea la capacidad o el mérito. El único norte era la depredación voluntaria de lo público, concertada a fuerza de billetes.
La segunda de ellas es el bipartidismo. Como se ha señalado repetidas veces, el Partido Popular Democrático y el Partido Nuevo Progresista funcionan como dos grandes sindicatos que aspiran al control del aparato gubernamental para beneficio de sus miembros. Su objetivo no es otro que acceso a la designación de puestos, al otorgamiento de contratos y al manejo del presu- puesto gubernamental, no importa cuán exiguo. Hasta el alicate más incompetente sueña con tal oficina, tal título o tal carro con cristales ahumados y lucecitas que prenden y apagan. Y la lealtad de partido, la recolección de fondos y la militancia fanática es el medio de conseguir esas mundanas recompensas que los demás sufragamos, en lugar de ver las necesidades de la comunidad debidamente atendidas. Lo personal privilegiado de este modo traiciona lo colectivo. En este aspecto ambos partidos se manejan igual y funcionan como un cartel en estricto sentido, consolidado y eficiente. Cuando factorizamos el simulacro de la administración democrática con la garra inquebrantable del bipartidismo sobre el aparato gubernamental tenemos una combinación harto perniciosa.
Mientras las recompensas sobrepasen las consecuencias, el cambio que algunos promulgan será imposible en Puerto Rico. Mientras haya formas fáciles de enriquecimiento y apoderamiento, nada cambiará. Ni los grandes intereses económicos que se alimentan de la inequidad colonial ni los partidos políticos que rentabilizan el acceso al poder tienen incentivos para modificar un modo de operar rentable aunque trágico. Solo una amenaza real, del tipo que no observamos en este momento, sería capaz de amenazar la opacidad reinante. Pero tranquilos, que aquí somos todos buenos americanos de la variedad “chic”, de mahones con camisa y corbata. Hasta ese día las exhortaciones magnánimas serán solo eso: palabras que desgarra el viento.
“El PPD y el PNP funcionan como dos grandes sindicatos que aspiran al control del aparato gubernamental para beneficio de sus miembros”