El Nuevo Día acompaña a los “sembradores de nubes”
El dueño de la empresa que promete estimular la producción de lluvia muestra la rutina que sigue en la Isla
PONCE.- Gary Walker anda todo el tiempo con su “tablet” en mano observando imágenes de satélite y a la espera de los reportes que le envían los meteorólogos de su empresa, Seeding Operations & Atmospheric Research (SOAR).
Ha pasado las últimas tres semanas volando entre Ponce y San Juan en el Cessna 340 de su empresa, “sembrando nubes” en la zona delimitada por su cliente, la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA), con la esperanza de hacer llover sobre los lagos Carraízo y La Plata.
La “siembra de nubes”, que no es otra cosa que estimular la condensación y precipitación con ayuda de la tecnología, requiere un monitoreo constante de la formación de estas masas de aire.
Durante una entrevista ayer con El Nuevo Día en el Aeropuerto Mercedita de Ponce, su base de operación, el expiloto de la Marina de Estados Unidos explicó con entusiasmo lo que hace y por qué comenzó a hacerlo para ganarse la vida.
“Me gusta volar. Vivo en un área de Texas donde dependemos solo de agua subterránea, solo agua de pozos. La única opción que teníamos para aumentar nuestro suplido de agua era ayudar a que lloviera”, relató.
“Es parecido a lo que les sucede a ustedes”, opinó.
Los embalses Carraízo, La Plata y Cidra, abastos principales para suplir de agua potable a más de 200,000 clientes de la AAA en la zona metropolitana, se han deteriorado durante décadas debido a la sedimentación. La situación se ha agravado debido a la pérdida del 59% del agua que produce la AAA, y este año ha cobrado una escala sin precedente por una sequía que afecta a más de 80% de Puerto Rico.
La corporación pública se ha visto forzada a implementar racionamientos de hasta cinco días en zonas servidas por Carraízo, el corte más ex- tremo en la historia de Puerto Rico.
El pasado mes de julio, Walker presentó su propuesta de servicio al Comité Técnico de Sequía que creó el Gobierno de Puerto Rico para manejar la crisis. La AAA decidió contratarlo por tres meses, que pueden llegar a extenderse a seis, a un costo de más de $80,000 al mes incluyendo combustible, materiales y gastos como alojamiento, comida y auto.
Desde que amanece y hasta por lo menos las 6:00 p.m. están a la espera de detectar alguna nube con las cualidades idóneas. La primera ventana de vuelo puede ser a eso de las 6:00 a.m., luego cerca del mediodía y finalmente a eso de las 5:00 p.m.
Sus meteorólogos recogen todos los datos que generan los sistemas de radar de la empresa y los de otras autoridades meteorológicas, que en Puerto Rico es el Servicio Nacional de Meteorología (SNM).
Con esos datos son capaces de identificar nubes que sean buenas candidatas: que tengan buena cantidad de agua, que estén en la primera mitad de su ciclo de desarrollo, que no contengan muchas partículas de polvo y que por la fuerza y dirección de los vientos prometan pasar por el área donde se desea.
“El meteorólogo tiene la habilidad de ver esta nube cuando comienza y saber cuán rápido se mueve, si se está poniendo más grande o pequeña, cuánta agua hay en la nube en dirección vertical porque eso es realmente importante”, detalló Walker.
“Si vamos a la nube, estamos hablando con el meteorólogo todo el tiempo y él nos dice ‘muévanse al oeste porque ahí es’ o ‘muévanse al lado sureste que ahí es el spot’, porque él es capaz de disectar la nube de cualquier forma, puede mirarla desde el lado, puede mirarla desde arriba, mirar a ver dónde está el líquido, en qué dirección se está moviendo. Hay mucha tecnología para ayudarnos a hacer las cosas bien”, agregó mientras ilustraba todo con gráficos en su tableta.
Un mensaje de su equipo de meteorólogos arribó vía correo electrónico a eso de las 10:00 a.m. Había una nube con buen potencial de ser sembrada. Lucía más grande que las que le rodeaban y se aproximaba desde el este a la “zona de interés”, el perímetro de unas 800 millas cuadradas delineado por la AAA alrededor de las cuencas de Carraízo y La Plata.
En la pista del Mercedita a la que arriban los aviones privados y las naves de agencias de seguridad, como la Policía de Puerto Rico, estaba listo para despegar su Cessna 340, un avión bimotor de seis plazas, con fuselaje presurizado, 310 caballos de fuerza en cada motor y “sistema de navegación marca Garmin”, enfatizó Walker.
La nube con potencial que apareció en horas de la mañana no desarrolló como esperado.
BENGALAS. Cada noche él y el piloto Hugo González, quien lo relevará en unos días y proseguirá las misiones hasta octubre, dejan el avión preparado con 14 bengalas de cloruro de calcio en el ala derecha y una cantidad menor de bengalas de yoduro de plata en la izquierda.
“El cloruro de calcio es lo que usamos en nuestras bengalas higroscópicas (que absorben y exhalan humedad), le llamamos bengalas de sal”, dijo sobre las que han utilizado hasta ahora en Puerto Rico. Aseguró que la presencia de este tipo de sustancia en el aire se asemeja a la presencia de partículas de sal provenientes del océano que se encuentran presentes en el aire de forma natural, y que las bengalas de yoduro de plata no han sido utilizadas porque se aplican en nubes muy altas en las que hay presencia de hielo.
Sobre la preocupación de que concentrar el agua presente en la atmósfera para que llueva en un área de
Puerto Rico afecte adversamente la cantidad de precipitación que cae en otra, Walker aseguró que no habría tal efecto negativo.
“Una nube no es una jarra que se vacía. Toda la atmósfera tiene agua y cuando las siembras, la prueba científica es que la nube dura más y llueve más de lo que hubiese llovido si no se le sembraba. Así que el efecto luego es positivo, incluso para el resto de la Isla. Luego las nubes pueden continuar desarrollándose”, planteó.
Desde el pasado 22 de julio, cuando comenzaron a estimular nubes en la zona este central de Puerto Rico, Walker y su equipo han podido realizar 14 misiones con quema de bengalas higroscópicas en casi todas para un total de 54 “siembras” en poco más de 13 horas de vuelo.
Cada vuelo puede durar de media hora hasta más de dos horas. Durante el inicio del vuelo la temperatura dentro de la nave es sumamente elevada tal y como costatar El Nuevo Día ayer en un recorrido por la ruta.
Ayer la formación de nubes en el noreste de Puerto Rico fue escasa. Igual que el miércoles, apuntó Walker. En días así de despejados los primeros minutos de vuelo son tortuosos por la temperatura tan alta que se siente dentro del pequeño avión. El minuto y medio que puede tardar en quemarse la bengala para liberar el cloruro de calcio parece eterno y el halo anaranjado que produce y que ilumina la cabina lo hace parecer más intenso, aunque luego de un rato dentro de la nube el ambiente se refresca.
“Tienes que traer tu botella de agua y mucho papel toalla para secarte”, recomendó el piloto.
Si la misión es exitosa, desde el mismo avión a veces se puede observar la lluvia. Ese no fue el caso, ayer pues en la tarde ninguna nube prometedora apareció. Habrá que ver qué suerte corre el sembrador de nubes hoy o tal vez mañana.