Violencia no siempre es “bullying”
En días pasados se difundió en los medios un suceso de violencia entre dos jóvenes estudiantes en el que un familiar incitaba a una de ellas para que continuara agrediendo a la otra joven. El evento tuvo una cobertura mediática muy destacada porque desafortunadamente había otras personas grabando la “pelea” que se encargaron de su difusión. Todas las autoridades concernidas han tomado cartas en el asunto para intervenir con lo sucedido. Esta expresión de violencia debe ser rechazada y repudiada por todos los que creemos en una sociedad basada en los valores de la democracia y de la buena convivencia.
Ahora bien, también salió a la luz pública que el origen de este lamentable suceso fue el “bullying de los prepas” al comienzo de clases. Es importante aclarar que lo que sucedió con las jóvenes fue un acto de violencia que debe y está siendo atendido por el Departamento de Educación, el Departamento de la Familia y la Policía de Puerto Rico. Sin embargo, no todo acto de violencia puede catalogarse como “bullying”.
Recordemos que el “bullying” se manifiesta en acciones reiteradas de acoso, humillación e intimidación a través del tiempo de un estudiante o varios de ellos, hacia una víctima concreta, con la intención de hacerle daño. Decir que las agresiones hacia los “prepas” al inicio de las clases son categóricamente situaciones de “bullying”, es confundir y trivializar un asunto que envuelve una multiplicidad de factores que son muy complejos y posiblemente difíciles de explicar.
El Departamento de Educación debe tomar la decisión de prohibir terminantemente al comienzo del año escolar las acciones de violencia (agresiones, burlas) hacia los estudiantes de nuevo ingreso (“prepas”). Estas manifestaciones repercuten adversamente, en el logro de una sana convivencia escolar y a la seguridad física y emocional de los estudiantes. Ante la atención mediática que recibió este suceso, la determinación fue la suspensión de las jóvenes con la posibilidad de sanciones legales.
Las autoridades que están interviniendo en este problema deben tener mucho cuidado de tomar medidas y abstenerse de las que no sean restaurativas y sí para impresionar a la opinión pública. Si había un sentimiento mutuo de coraje y venganza entre las jóvenes implicadas, cabría preguntar si la suspensión o las posibles sanciones legales abonan en disminuir y en cambiar tales sentimientos o en lograr cambios positivos en el comportamiento.
Recordemos que se trata de menores de edad que son el reflejo de una sociedad convulsionada por la violencia. Evitemos una intervención reduccionista y profundicemos en explorar el entorno familiar de estas jóvenes estudiant es, así como el ambiente escolar donde se desenvuelven.
Se debe tener mucha cautela de no buscar soluciones de orilla, y no ir a la raíz de los verdaderos problemas que puedan estar presentes en la vida de estas estudiantes.