LA DESINFORMACIÓN DEL "RESCATE" GRIEGO
La larga saga sobre Grecia aparentemente acabó: las instituciones europeas concedieron a Atenas un tercer rescate de 86,000 millones de euros ($98,000 millones) que, junto con los dos anteriores, suma 240,000 millones de euros ($273,000 millones).
No cabe duda de que la gran mayoría de los ciudadanos europeos están convencidos de que este es un ejemplo de solidaridad y que, si Grecia no es ahora capaz de caminar por sus propios pies, la responsabilidad cabe exclusivamente a los ciudadanos griegos y a su gobierno.
Pero esto solo se debe al hecho de que en general, el sistema de los medios de comunicación cesó de proporcionar puntos de vista alternativos y algunas personas incluso ignoran que el rescate es un préstamo y por lo tanto aumenta la inmensa deuda del país.
En efecto, la economía productiva de Grecia vio muy poco de ese dinero, ya que los rescates han sido operaciones financieras, donde los ciudadanos griegos no solo no reciben nada, sino que incluso deben pagar un precio brutal.
El objetivo de este tercer rescate es claro. De los 86,000 millones de euros, 36,000 millones se destinarán a pagar la deuda con otros gobiernos europeos, en primer lugar con Alemania. Otros 25,000 millones irán a la recapitalización de los bancos griegos, desangrados por la fuga de capitales que salieron del país rumbo a bancos europeos más seguros. Serán destinados 18,000 millones al pago de los intereses de la deuda que Grecia ha estado acumulando. Por último, 7,000 millones irán a pagar la deuda del Estado con las empresas griegas.
De modo que solo 7,000 millones serán destinados a la economía real y nada para la ciudadanía, que ahora deberá sufrir varias nuevas medidas drásticas de austeridad, que deprimirán aún más su nivel de vida y su poder adquisitivo.
Lo intrigante es que una serie de estudios muestran que hasta el último mo- mento, cuando ya era ampliamente conocido que Grecia estaba en una profunda crisis, los bancos y los inversores europeos continuaron comprando bonos griegos. ¿Estaban seguros de que Grecia pagaría? No, pero sabían que el gobierno helénico sería rescatado.
Interpretar el tercer rescate y sus condiciones de austeridad como una mera operación económica sería cometer un grave error. Ningún economista cree que Grecia pueda pagar su deuda. No solo porque siempre ha tenido una economía frágil, con poca industria y con el turismo como su principal fuente de ingresos. La situación se ve agravada por décadas de mala gestión y corrupción de sus partidos tradicionales, esos mismos partidos que los líderes europeos desearían que recuperen el gobierno de Atenas. Grecia ya está en recesión y la duplicación del IVA va a comprimir aún más el consumo, a lo que se sumarán nuevas reducciones en las jubilaciones y los sueldos públicos, que ya han sido rebajados en un 20%. En general se coincide en que la deuda griega pronto alcanzará 200% del producto interno bruto (PIB), en comparación con 170% antes del rescate.
¿Cómo podría cualquier economista, o incluso un estudiante de economía, no entender que mediante la reducción del consumo y el aumento de impuestos se está obligando a una economía ya deprimida a deprimirse aún más?
Está claro que el rescate no ha sido una operación técnica, sino política. Muchos líderes de la UE, empezando por el propio Juncker, intervinieron en el referéndum interno griego del 5 de julio, pidiendo a los griegos votar contra el izquierdista primer ministro Alexis Tsipras, ahora dimisionario, tras convocar a nuevas elecciones para el 20 de septiembre, en otro impacto del rescate.
Esos líderes europeos indicaron abiertamente que la revuelta contra la austeridad y la economía neoliberal se debe parar en seco para evitar el contagio político.