El triunfo del método “KonMari”
“La magia del orden", el libro de Marie Kondo, ofrece secretos para alejar el caos del entorno
Además de un éxito para la editorial First, es ante todo un “long seller” al que se le augura larga vida. El sueño de todo editor, pues medio año después de estar en el mercado, “La magia del orden” vende una media semanal de entre 2,000 y 3,000 ejemplares. Este fenómeno editorial, que promete en su contraportada “cambios espectaculares” en la vida de sus lectores, contabiliza más de 2,600 millones de compradores en treinta países.
“En Estados Unidos era un título esperado del que se vendieron más de 300,000 en las primeras seis semanas, pero en Francia la promoción solo comenzó cuando llegó a las librerías”, explica la directora editorial de First, Marie-Anne Jost-Kotik. Los medios, el boca a boca y las redes sociales, con un sinfín de entradas, vídeos y clubes de fans, hicieron el resto por el método de esta joven treintañera que, según la revista Times, es en 2015 una de las 100 personas más influyentes del mundo.
La autora sitúa en el precoz origen de sus éxitos un libro descubierto de niña, “El arte de tirar”, de Nagisa Tatsumi, cuyas enseñanzas empezó a practicar cuando era todavía una colegiala. Ese atípico interés infantil la llevó, antes de cumplir 20 años, a fundar una consultoría y a ser hoy una mediática gurú del orden. El hecho de que en algunos países hispanos se le conozca como el “Método Descarte” no tiene nada que ver con las ideas del filósofo, matemático y físico francés del siglo XVII, sino más bien con su inspiración Zen y Feng Shui.
Así, la estructura del superventas y la del "Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias" presentan claras coincidencias según los expertos en Francia: ambos autores empiezan por resumir la trayectoria personal que les condujo a sus respectivos descubrimientos y defienden la duda metódica, frente a los métodos previos establecidos en sus propios ámbitos.
Donde el filósofo sugiere “dividir cada dificultad en tantas partes como fuere posible” antes de abordar un problema, la consultora enseña a estructurar las pertenencias propias en tantas categorías y subcategorías como se precise.
De ahí que suenen “muy Kondo” suge- rencias cartesianas como las de “conducir con orden los pensamientos, de los objetos más simples y fáciles de conocer a los más complejos”, y “hacer recuentos y revisiones tan integrales como para estar seguro de no omitir nada”.
“ORDENO, LUEGO EXISTO”. Es más, la idea de que “la verdadera vida empieza tras ordenar tus cosas”, pilar sobre el que asienta todo su poder el sistema Kondo, es un eco no tan lejano del célebre “Pienso, luego existo”, clave del racionalismo occidental desde que Descartes estipuló que ese era “el primer principio de la filosofía que andaba buscando”. La voluntad divulgadora es otra propiedad común entre el libro japonés y el aclamado tratado escrito en francés -y no en el latín culto de su tiempo- para darle el mayor alcance posible. Eso sí, a fin de evitar una persecución como la sufrida por Galileo (1564-1642), el filósofo aseguraba no dar consejo alguno en su libro, sino limitarse a hablar de los temas de su interés.
Eran otros tiempos. La guía personal, animadora de televisión y conferenciante no sólo aconseja sin dudar, sino que promete a sus practicantes grandes y positivas sorpresas existenciales. A cambio, el educando debe actuar con la contundencia de una operación quirúrgica y el entusiasmo que procuraría un viaje de placer, además de prever un periodo de vida consecuente, que es mejor no supere los seis meses como máximo. “Ordene un poco cada día y no terminará nunca de ordenar”, asegura.
Las categorías establecidas tampoco servirían de nada sin una estrategia precisa, que empieza con la ropa, pasa por libros, papeles y objetos diversos y, sólo al final, afronta los recuerdos más personales y queridos. Los más difíciles de 'descartar'.
Entre el “Discurso” científico y metafísico del XVII y el “manifiesto místico sobre el desprendimiento de las cosas que no necesitamos”, como lo definió el The Wall Street Jour- nal, las diferencias son también profundas.
En especial, desde la tercera parte de ese tratado que analiza la consistencia de la luz o el alcance de la investigación científica. Sin contraponer, claro, la vida propia que brinda Kondo a cualquier objeto inanimado con las demostraciones de Descartes de la ausencia de alma animal, el contenido del mundo y la existencia de Dios.