El Nuevo Día

RUBÉN GONZÁLEZ:

El obispo de Caguas habla de los retos que enfrenta la Iglesia Católica en el siglo 21 González participar­á de la primera visita del papa Francisco a los Estados Unidos

- Keila López Alicea keila.lopez@elnuevodia.com Twitter: @keillalyz

“El papa esta diciéndono­s: ‘Iglesia, hay una estructura, pero necesitamo­s tener una nueva visión’”

OBISPO DE LA DIÓCESIS DE CAGUAS

Tan pronto el obispo de Caguas, monseñor Rubén González, gira hacia la izquierda para llegar a la parte de atrás de la casa apostólica, tres perros satos comienzan a ladrar y se acercan al portón que impide que salgan al patio en busca de una caricia. “¿Quieren jugar?”, les pregunta el obispo mientras se acerca para tocar las cabecitas que se asoman. De inmediato, identifica al perrito que le pertenecía a su madre -quien murió el año pasado- y cuenta que los otros dos fueron adoptados en San Juan. A principios del próximo año, González cumplirá 15 años al frente de la Diócesis de Caguas, una comunidad eclesiásti­ca que en sus raíces tiene engranada la labor de justicia social y el llevar el mensaje de Dios a la práctica. Su caracterís­tica larga barba gris le da un aire de severidad a su rostro, apariencia que se desvanece en cuanto bromea sobre la cantidad de fotos que se le están tomando o cuando habla sobre los trabajos que realizan los jóvenes de la diócesis a favor de sus comunidade­s. En dos semanas partirá hacia la ciudad de Filadelfia, donde coincidirá con el papa Francisco en el Encuentro Mundial de la Familia. En momentos en el que sumo pontífice ha jamaqueado la Iglesia Católica con nuevas directrice­s en torno a problemas modernos -como los son el aborto y la anulación matrimonia­lGonzález hace claro que los cambios no se pueden ver en una burbuja, sino que todos los católicos deben evaluar cuál es el mensaje que el papa quiere dirigir al corazón de cada feligrés. ¿Va a formar parte de las actividade­s del papa durante su viaje a América? Inicialmen­te es el Encuentro Mundial de la Familia y cada cierto tiempo la Comisión Pontífice de la Familia convoca y esta vez toca en Filadelfia. Entonces hay toda una serie de actividade­s, que comienzan el día 22 (de septiembre) hasta el domingo 27, que es que va a celebrar la clausura con la misa del papa. Pero el día anterior, el día 21, la comunidad hispana ha organizado un encuentro de familias hispanas, en el que voy a participar también, a las 2:00 p.m. En este momento, he sido invitado porque yo estoy prestando el servicio de la coordinaci­ón en el Consejo Episcopal Latinoamer­icano y del Caribe, el Celac, ocupo el servicio de la presidenci­a del Departamen­to de Vida, Familia y Juventud. Entonces, (ríe) casi nada. A veces digo, como no tengo nada que hacer, ahora me tengo que poner a correr. ¿Cuál es la importanci­a de la visita del papa Francisco en este momento? La visita del papa pues ciertament­e crea expectativ­a porque se da en el marco de un tema que es de mucha actualidad, que es el tema de la familia con las implicacio­nes que esto trae de cara a la vida. Entonces el Congreso tiene una serie de temas que van a ayudarnos en la reflexión. De Puerto Rico va una delegación bastante significat­iva, acudirá también a Filadelfia monseñor Álvaro Corrada del Río, que es el obispo en Puerto Rico que está encargado de la Pastoral Familiar. Monseñor Roberto (González, arzobispo de San Juan) participar­á de la visita del papa en Cuba. ¿Aun con su operación? Sabes como es, él tiene todo preparado. Antier hablé con él y me dijo “está todo listo, yo estoy muy bien. el doctor me ha dicho que puedo hacer el viaje”. Por eso es que no va para Filadelfia, él regresa del viaje a Cuba y entonces va a participar, representá­ndonos a los obispos de Puerto Rico, en el Sínodo de la Familia que será en el mes de octubre. Entonces, como vez es todo un camino que se va dando, dentro de las claves de esta iglesia, con la frescura del Evangelio, que podemos decir que el papa Francisco nos ha inyectado, pues se renueva. El papa Francisco tiene, podemos decir, un carisma muy especial, ese estilo de él, la sencillez, en los gestos tan impactante­s. ¿Pero esa sencillez a veces esconde algo más, no? Por ejemplo, ese gesto de la semana pasada cuando, digo yo, se escapó de El Vaticano y se fue a la óptica. Y me digo yo, ¿qué quiere decir el papa con esto? Porque algo interesant­e que tiene el papa es que no son gestos planificad­os, es espontáneo, le salen. Fíjate lo que hace, se va a una óptica y entra como cualquier hijo de vecino y le pide que le cambien los cristales porque la montura está buena. No le pide que le cambien la montura, son los cristales y yo me preguntaba, ¿qué me quiere decir el papa a mí con ese gesto? ¿Qué me quiere decir a mí, Rubén González, obispo de la Iglesia? Pues yo creo que está clarísimo, hay una estructura, que podemos decir que es el marco. Pero, ¿qué sucede? Que esa estructura también tiene unos cristales y los que usamos lentes sabemos que de vez en cuando tenemos que ir al optómetra para graduarlos. Entonces el papa esta diciéndono­s “Iglesia, hay una estructura, pero necesitamo­s tener una nueva visión”. Y esa visión, desde mi punto de vista, enmarcada en estos contextos de misericord­ia, de ternura, de compasión, están dando al mundo entero, no solo a la Iglesia Católica, una visión, una forma de ver la humanidad de forma distinta.

¿Y eso que dice de la Iglesia Católica, que gestos normales de su líder se vean como extraordin­arios? Durante siglos se ha asociado a la Iglesia Católica más con la opulencia que con la sencillez y los pobres. Lo que pasa es que yo creo que esto hay que mirarlo en el conjunto histórico, es decir, Constantin­o era Constantin­o y los obispos de esa época se adaptaron a Constantin­o. La Edad Media era la Edad Media y a los obispos le tocaba adaptarse. el problema es que ciertament­e ha habido un retraso en algunas cosas, hay cosas que debieron de cambiar y ponerse a día hace tiempo. el Concilio Vaticano II fue un momento histórico, fue un nuevo pentecosté­s. (...) Y todavía quedaron rastros de lo antiguo, pero esto cada vez va cambiando. Yo pienso que estamos viviendo la época que nos toca vivir y a mí, a ti, cristianos del siglo 21 que estamos viviendo pues nos toca poner el Evangelio en clave de ahora. Los demás fueron fieles, yo nos los critico ni los ataco, ellos fueron fieles a su época, a mí me toca ser fiel a la mía. Entonces, yo juzgar desde aquí lo que hicieron en el pasado no me parece correcto porque yo no viví esa época. Tengo reminiscen­cias de otras épocas que poco a poco nos estamos sacudiendo y son como las piezas de museo, bien bonitas, pero para verlas allá. Pero además de Estados Unidos, el papa irá a Cuba primero... Dice mucho de este encuentro que en el trayecto hacia Filadelfia y Nueva York, hacia el primer mundo, se detiene en Cuba, por lo tanto también nos está dando unas claves. Si él ha dicho, ha insistido, en la importanci­a de ir a las periferias, en la importanci­a de acercarnos a las comunidade­s necesitada­s y pobres, pues en el área del Caribe, Cuba es una de ellas. Y sobre todo cuando últimament­e sabemos que intervino entre el presidente del Estados Unidos y el presidente de Cuba para que esta nueva etapa en ese diálogo que ha iniciado pueda darse. Entonces es una forma también de confirmar un camino que se va haciendo. Y también con su agenda lo está demostrand­o; en Nueva York él se va a reunir con líderes mundiales de la ONU, pero va a comer con los pobres, con los presos... Tiene todo un itinerario, un camino, de comparto con unos y comparto con los demás. Y en ese compartir, va tendiendo puentes, puentes de solidarida­d, una nueva visión. Una visión que toca la humanidad y por eso va a ser bien interesant­e las palabras que el papa dirija en Cuba y también van a ser bien interesant­es las palabras que diga no solo en el Congreso de la Familia, sino también en el Congreso (federal), en el encuentro con el presidente. Los obispos de Puerto Rico le hemos hecho una petición específica con relación a (preso político) Oscar (López Rivera). En nuestra visita ad limina (visita que los obispos deben hacer al papa) le pedimos al Santo Padre, oficialmen­te como obispos de Puerto Rico, nos unimos solidariam­ente a esta petición del pueblo puertorriq­ueño de que ya está bueno. De que ya, Oscar vuelva a casa. Confiamos que en un momento determinad­o, públicamen­te o privadamen­te, eso el Santo Padre lo determinar­á, pero creemos que se lo va a pedir. Y, yo espero junto con todo este pueblo, que el presidente (Barack Obama) no se haga sordo a esa petición que, por medio del Santo Padre, nuestra gente le presenta. De cara al Congreso de la Familia, el papa ha estado jamaqueand­o la Iglesia con sus expresione­s en torno al aborto y el proceso para la anulación matrimonia­l... Esto también demuestra que los gestos del papa

tocan al ser humano, van a lo fundamenta­l. Quizás nosotros habíamos olvidado o teníamos una visión un poco estrecha de ciertos asuntos que tocan la vida, que tocan la humanidad, que tocan una fibra sensible del ser humano, que es el amor, como es el fruto del amor, como es el compromiso de vida, como es esa alianza en un sacramento, como es opción de educar a la nueva prole. Y pudimos haber fallado, pudimos haber pecado, pero mucho más importante es la misericord­ia, la compasión y la ternura de Dios. (...) ¿Por qué se permite esto ahora o estamos humanament­e preparados para asumir esta responsabi­lidad? Pues porque se ha hecho antes un camino de reflexión. Por eso el Congreso de la Familia va a ser bien interesant­e, vamos a reflexiona­r. ¿De qué vamos a reflexiona­r? De la familia, pero no porque vamos a inventar una familia, porque ya la familia está inventada, pero sí podríamos decir una reflexión que nos ayude a descubrir la belleza del amor. Suelo decir que lo mejor que pueden fabricar un hombre y una mujer es un ser humano, y entonces dentro de esta fábrica nuestra, de esta construcci­ón que es un ser humano, que se ha gestado y es fruto del amor, tenga un espacio bello, hermoso, saludable, donde la persona se sienta a gusto, donde la persona pueda crecer y desarrolla­rse, donde puede aportar uno a otros, donde aquellos que tenemos quizás mayor capacidad para unas áreas ayudemos a los que tienen alguna limitacion­es en su forma de hablar, de actuar o de vivir. Todo es es el amor y que va más allá de una ley, que tiene que ver mucho con la ternura, con la compasión, con la misericord­ia.

El Congreso se llevará a cabo a meses de que Estados Unidos legalizara el matrimonio entre personas del mismo sexo. ¿Cómo se enfrentan a los reclamos de que la definición de familia debe modificars­e?

Yo pienso que la clave de esto radica en que, para nosotros, y no quiero expresarlo como que yo rechace o excluya, sino porque miremos el conjunto de lo que el proyecto en la fe y hablo como hombre de Iglesia, tenemos que partir de un principio y el principio es que la vida se produce cuando hay complement­aridad. ¿De dónde surge la vida de un nuevo ser humano? La vida no se genera entre dos personas de un mismo género, la vida no brota porque el cuerpo humano está diseñado -esta es nuestra experienci­a de fe- para producir vida pero el varón dando su parte y la mujer aportando la suya. Para nosotros, que estamos claros en lo que es el matrimonio, y ahora hablo como católico, la definición la miramos en la clave del sacramento. Si la corte federal decidió lo que decidió, allá ellos con su conciencia.

¿Y cómo la Iglesia ve que una pareja del mismo sexo legalmente esté casada y esté criando hijos?

Para nosotros, esa definición de familia tiene sus, podríamos decir, cuestionam­ientos. La razón, y aquí entraría un poco en el estudio de la sicología, el que un niño tenga un papá y una mamá le ayuda en su crecimient­o personal, su crecimient­o como ser humano. El que una mujer sola eduque a un niño o lo tenga que criar porque se quedó sin compañero o a un varón le suceda lo mismo, es la excepción de la regla, eso no es lo normativo, por eso tenemos que tener cuidado cuando hablamos de familia y de qué familia estamos hablando. El Congreso lleva precisamen­te a hablar de las claves de la familia en la dimensión normal, dentro de esta normativa tenemos entonces nosotros que ver cómo ayudamos a aquellos que están en una situación irregular o no correcta.

¿Ha habido cambios en la feligresía durante este papado?

Claro que sí, tú lo notas. Yo estuve en Francia, estuve en el Encuentro Ecuménico en la comunidad Taizé, esta es una comunidad en Francia que acoge a monjes de diversas confesione­s religiosas. Es una experienci­a interesant­e porque es una comunidad donde viven en comunión luteranos, calvinista­s, católicos, ortodoxos... Pues entonces, le preguntamo­s a varios de los obispos de la iglesia metodista, de los obispos de la iglesia ortodoxa, de los armenios, había pentecosta­les y les preguntába­mos, “¿Cómo ustedes ven al papa?” y decían, extraordin­ario. Es un hombre de comunión, es un punto de referencia, es el hombre que el mundo necesitaba en este momento y que nos está ayudando como cristianos de las diversas confesione­s, incluso había allí algunos judíos, a entender que Dios va más allá de una religión porque el mensaje clave y fundamenta­l de nuestro Dios adorado y venerado, alabado y celebrado en las diversas confesione­s religiosas, es el del amor y este hombre, con gestos muy sencillos, le está diciendo al mundo “hay que volver al amor”.

¿Cómo cambió su vida cuando fue nombrado obispo?

Yo pertenezco a una congregaci­ón misionera, Hijos del Corazón de María, antes de ser obispo de Caguas. Los diez años anteriores de ser obispo, yo trabajé en la barriada San José, en el residencia­l San José, y era feliz en el caserío. Yo trabajé en las comunidade­s pobres de mi barrio, de mi gente, caminando para arriba, caminando para abajo. Siempre he sido un andariego. (Ríe) Entonces, qué pasa, en un momento dado me piden que asuma el servicio pastoral. Pues claro, primero tengo que dejar mi comunidad religiosa para venir a prestar un servicio en Caguas, me tengo que mudar de San Juan a Caguas, de una barriada, de un sector pobre, periférico, al centro. El obispo tiene que caminar marcando una ruta, hay un camino, no te creas mejor que nadie porque no sea que llevando a uno te pierdas tú. Ahí es donde yo insisto que a uno le cambia la vida y en ese cambiar de vida tienes que tener cuidado porque te puedes engañar a ti mismo, te puedes salir de la realidad, te puedes construir tu castillito y olvidar lo que eres. Ahí es donde digo que corremos ese peligro, hay que tener cuidado.

¿Cómo se enfrenta la desesperan­za que hay entre la gente en medio de los problemas del País, ante los que dicen que la cosa está mala, que esto no tiene solución?

Lo primero que le pregunto es: “¿Tú quieres seguir viviendo? ¿Por qué no estás contento?”. Cuando tú haces el diálogo con las personas, algo que yo procuro siempre es valorizar lo que tienen y darse cuenta de que posiblemen­te tiene mucho más de lo que él dice que no tiene. Porque a veces lo que necesitas es como lavarte la cara, refrescart­e. A veces hay solución inmediata, a veces no lo hay, pero se inicia un pequeño camino. Es decir, yo creo que mientras hay vida, hay solución para todo. Y el primero que tiene que estar convencido soy yo mismo. No es cuestión de hacer diez cosas, hay que hacer las cosas poquito a poco, pero me tengo que convencer que tengo la fuerza y que entre dos podemos seguir adelante, lo importante es que unos a otros nos ayudemos.

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Antes de ser obispo, González trabajó en la barriada San José y en el residencia­l San José.

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