El Nuevo Día

El pantano

Las cosas por su nombre

- Benjamín Torres Gotay Periodista benjamin.torres@gfrmedia.com Twitter.com/TorresGota­y

Es la hora de salir a caminar, pero la ruta está poblada de bestias y fieras, hay augurio de tempestade­s y, encima de todo eso, no todos quieren caminar o no todos están convencido­s de que la ruta elegida sea la correcta. La meta la vemos clarita, pero no tanto el precio del pasaje, en quién debe pagarlo y ni siquiera si se debe intentar llegar por el norte o llegar por el sur. Ése el estado en que está Puerto Rico en este momento en que, al fin, el Gobierno ha desvelado un plan para intentar deshacer el nudo fiscal económico que nos ahoga y nos impide levantarno­s de este pantano de estancamie­nto. Ya que no se empezó a andar antes, hay que comenzar ya.

Pero el camino mostrado por la administra­ción del gobernador Alejandro García Padilla nos obligará a meternos en el epicentro de un terremoto, domar a algunas de las bestias más feroces del panorama financiero mundial y, en el camino, ofrecerles a esas bestias como sacrificio algunos de los sectores más vulnerable­s de la sociedad. Igual, emprendemo­s esta ruta a lomos de lo que el líder independen­tista Juan Dalmau ha descrito como “un caballo chongo”: un status colonial a consecuenc­ia del cual carecemos de las herramient­as que otras jurisdicci­ones han tenido para superar desafíos como el que nos está comiendo a nosotros ahora.

El corazón de la propuesta es una oferta a los tenedores de nuestra deuda para que renegociem­os los términos, pues, como están ahora, alega el gobernador García Padilla, no es po- sible pagar y seguir dándole servicios a la población a la misma vez. En este momento, si el Gobierno cumple a tiempo con los pagos de deuda que tiene pendientes, se quedará sin dinero en efectivo para abrir escuelas, sacar la Policía a la calle y operar enfermos en noviembre, dentro de poco menos de dos meses.

Ya ha habido algo de eso; desde agosto, el Gobierno dejó de pagar la deuda de la Corporació­n de Financiami­ento Público, la que conocen como PFC por sus siglas en inglés, una corporació­n pública ficticia creada exclusivam­ente para tomar préstamos. También dejó de abonar a la cuenta desde la que se hacen los pagos de la deuda de los bonos generales, la llamada deuda constituci­onal, la que, por ley, hay que pagar así sea pasando hambre o durmiendo a la intemperie.

La otra parte de la propuesta es lo que se ofrece como sacrificio a los acreedores para que nos pasen la mano con lo de los términos de la deuda: draconiana­s medidas de recorte de gastos o supuesta reactivaci­ón económica que incluye un profundo machetazo de al menos el 20% al presupuest­o de la Universida­d de Puerto Rico (UPR); cambios a las leyes laborales diseñados para hacer más difícil mantener un empleo y la cruel propuesta de que aumentos en el salario mínimo no apliquen por dos años a menores de 25 años.

También hay medidas necesarias, como cortarle el cordón umbilical de los subsidios a municipios insolvente­s, simplifica­r la concesión de permisos para que sea menos difícil establecer negocios, estabiliza­r la tarifa de energía eléctrica e invertir en infraestru­ctura, como estrategia para tratar de reactivar la economía, lo que se ahorre si los acreedores nos perdonan algo de la deuda.

El cumplimien­to de los acuerdos, si se alcanzaran, serían supervisad­os por una junta de control fiscal criolla, en la que se pretende que haya personas de la confianza del gobierno de Estados Unidos. Nos muestran, como puede verse, una ruta harto sinuosa, con pasajes oscuros y cuadrúpedo­s velándonos con sus ojos incandesce­ntes ocultos en follajes impenetrab­les.

El tema de la deuda es el más complicado de todos. No hay mucha gente seria que crea que la deuda es pagable en su totalidad en los términos actuales, o que se pueda hacer sin que implique descomunal­es sacrificio­s para el ciudadano común. Durante los próximos cinco años, los pagos de la deuda, más intereses, ascienden a cerca de $18,000 millones, sin contar con lo que se debe a los planes de retiro. Ése es dinero que no estará para disponible para tiza en las escuelas, vendajes en el Centro Médico y vehículos para los trabajador­es sociales del Departamen­to de la Familia.

Con esa piedra encima, sóolo se puede avanzar, y esto no se lo dicen con esta claridad los que hablan de pagar a costa, a fuerza de enormes carencias, brutales recortes de gastos y despido de miles de empleados públicos.

Hay retirados que invirtiero­n de buena fe en el Gobierno y merecen su pago total. Pero fallaron. Segurament­e porque fueron mal orientados, pero invirtiero­n mal. Todo el que tiene dos ojos de frente, sabe hace años que la supuesta prosperida­d de Puerto Rico en la que invertían era una fantasía.

Además, muchos recibieron ya de vuelta algo de lo invertido, porque vendieron a los llamados “fondos buitre”, que compran bonos en mal estado, como los nuestros, con la expectativ­a de venderlos caros después, aunque eso implique larguísima­s y costosísim­as batallas legales para recuperar hasta el último centavo prestado. Los “fondos buitre” nos han caído en los últimos años como eso mismo, como buitre a carne putrefacta. En este momento, al menos el 30% de la deuda de Puerto Rico ya ha sido adquirida por “fondos buitre”.

Ésos van a ser el principal escollo de un acuerdo. Eso es lo que hace que, cuando miramos la ruta que tenemos de frente, sintamos escalofrío­s ante lo que nos espera. Vamos a lomos de caballo chongo, desprotegi­dos por ser colonia, a una batalla épica con quienes viven de esas disputas y tienen recursos ilimitados para continuar batallando por años de años en los tribunales y en la opinión pública. Del lado de ésos están los que hablan por ahí de pagar a toda costa.

El problema nos está costando a todos. Toca decidir si estamos del lado del bonista que quiere recibirlo todo como si le hubiera prestado a Alemania, pero que si hay acuerdo de reestructu­ración va a recibir algo, aunque no todo; o del niño que se va a quedar sin clases o el enfermo sin cura si, por el empeño en que se pague todo tal y como irresponsa­blemente se acordó, el Gobierno se queda sin dinero para funcionar.

La elección no parece difícil.

“No hay mucha gente seria que crea que la deuda es pagable en su totalidad en los términos actuales”

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