Antes que llegue el lunes
Escritora
Se enfilaron los cañones contra Hillary Clinton y Marco Rubio por su presencia en un país en ruinas para llevarse, en el caso de Hillary, medio millón de dólares, y tal vez más, y en el de Rubio $100,000, y tal vez más también.
Me parece que es injusto reprocharles nada a ellos. No son de aquí, no les interesa esto; saben que los invitan a una ridícula función de la que van a sacar mucho dinero, y es normal que accedan. Lo que no es normal es que haya seres que ofrezcan hasta $3,000 por retratarse con ellos. Allí, a la entrada de esos convites, es donde Hacienda tendría que colocar inspectores, mirándoles las caras a todos y apuntando los nombres para revisar sus planillas. Seguro que se llevarían unas cuantas sorpresas, como por ejemplo, parejitas que declaran unos $100,000 al año, pero que dejan $6,000 en una noche boba.
De modo que si viene Donald Trump y organiza su “soirée”, y se le llena de invertebrados que pagan lo que les pidan, no es culpa de Trump, claro que no. Si a un sujeto le sobran miles para ofrecerlos a un candidato por el que ni siquiera va a votar, es lógico pensar que haya tenido ingresos más que generosos, y en proporción haya contribuido con las arcas públicas. Comprobarlo es necesario en momentos como los que vivimos.
Del mismo modo que es necesario comprobar cuánto han tributado los altos ejecutivos de Rocket Learning, esa firma que pasará a los anales de la historia del hurto como la primera empresa que se consagró a enseñar a los niños a utilizar identidades falsas. Hay que leer el pedigrí de los CEO, que según ellos se graduaron de Cornell, de Stanford, del MIT, y de otras grandes universidades. Lo que no entiendo bien es el por qué de tantas tutorías. Antiguamente, los niños llegaban de la escuela, hincaban los codos en la mesa y se ponían a estudiar. Bueno, no voy a entrar en esa digresión.
Otros que han recibido un dineral, sin mover un dedo para merecerlo, son los beneficiarios de las “pensiones especiales” en la Autoridad de Energía Eléctrica. La Junta de Gobierno de esa corporación anunció que había revocado todas las resoluciones que hacía posible que los funcionarios retirados, recogidos, y vueltos a retirar, fueran gratificados por partida doble, tragando como tiburones en un banco de sardinas. Ya es suficiente dinero el que se embolsan con sus pensiones regulares, desmesuradas si se comparan con las de otros funcionarios públicos, y más bien tendrían que compensar ellos al País por el desastre que dejaron, las corruptelas y derroches vinculados a las extrañas compras de combustible, y lo del fallido proyecto del gasoducto.
Por menos que eso en China los ajustician, así que tienen que estar agradecidos de haberse jubilado en un país que le pide “opinión” al Departamento de Justicia sobre la manera de recuperar el dinero que se pagó de más, y que ahora deben descontarles. Es lo justo.
Como justo es que, si se les va a pedir a los empleados públicos que se acojan a la “ventana” de un retiro temprano, también se “retire” al ejército de guardaespaldas y choferes de los exgobernadores. Hoy más que nunca al País le indignan tales despilfarros, y si en 2009 el Tribunal Supremo estableció que se trataba de “derechos adquiridos”, seis años más tarde, al filo del abismo, el panorama es otro. Cuando no hay dinero, no lo hay y punto.
Cómo es posible que se hable de incumplir con la Constitución en lo que se refiere al pago a los bonistas, pero en cambio se mantengan los privilegios de unos individuos millonarios a los que nadie en el País les debe nada. Que García Padilla haga buena su palabra y los siente también a la “mesa del sacrificio”; pero sobre todo, que no nos salga por enésima vez con el cuento de que lo que se gasta en
escoltas es “poquito”, porque de muchos poquitos (como sugiere su propio Plan de Ajuste Fiscal), se nutre la salvación de programas sociales y de sanidad.
Se dice y no se cree: se han derrochado más de $40 millones en unos años para pagar a razón de diez policías por cabeza, trabajando en tres turnos diarios, acompañando a los exgobernadores a la barbería, al cine, a Costco para comprar filetes, y en algún momento empezarán a bañarlos, porque además apuntan a la longevidad. El actual gobernador, cuando deje su cargo -presumiblemente joven- también tendrá derecho a un cor-
tejo pagado por la misma gente a la que ahora exprime. ¿Eso es normal?
La austeridad es para ahora, no para luego, ni para aplicarla a los gobernadores venideros. El cuerpo de la Policía no está para transfigurar agentes en criados y asignarlos por cuadrillas a unos engreídos que siguen haciendo fortuna.
Que se elimine de un plumazo el oprobio de las escoltas, y que, si los beneficiarios se oponen, vayan a quejarse un rato al tribunal.
Total, no tienen nada mejor que hacer, y, en cuanto a nosotros, estaremos tan atormentados, tan desbordados por la crisis, que a saber si quedará piedra sobre piedra. En medio del ruido, no los vamos ni a oír.
“La austeridad es para ahora, no para luego, ni para aplicarla a los gobernadores venideros”